Capítulo Trece

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Dos meses más tarde...

Cristal miraba por la ventana de su mansión londinense como una leve brisa agitaba las hojas de los árboles haciendo que las pocas que aún quedaban en ellos cayeran al suelo.

En cinco minutos Amara entraría por la puerta avisándola de que tenía que bajar porque habían venido por ella para llevarla a esquivar las mordidas del nido de víboras donde iba a meterse. Perdón, mejor dicho, a tomar el té la casa de la honorable marquesa viuda que llevaba haciéndole la vida imposible desde el comienzo de la temporada, hacía ya dos meses.

Geric y ella solían bromear a su costa a menudo en las veladas. Bajita, regordeta y poco agraciada eran características que un buen carácter y una bonita sonrisa podían hacer de ella una mujer de esas que te daban ganas de abrazar por lo adorables que resultaban. Pero su serio semblante seguido por la hipocresía que destilaba cuando trataba con cordialidad a alguien hacían de ella un lobo con piel de cordero.¿ Que por qué los hermanos se metían con ella? Al fin y al cabo esa característica era muy típica en la aristocracia, y más en personas como ella, que poseían un título de tan alto rango y diversos contactos con su majestad la reina.

Bueno, digamos que a pesar de su mal genio la mujer era considerada por la sociedad como un ejemplo a seguir en cuanto a su intachable moral y comportamiento , cosa que no hubiera sido puesta en duda por ambos si no la hubieran visto una noche, en la que se habían quedado jugando al ajedrez hasta el alba picados el uno con el otro sobre quién era mejor, entrar en su casa a altas horas de la noche y salir antes del alba. Y no, no para pasar el rato con su padre, como en un principio habían pensado, si no con su mayordomo.

Aquello no había sido para ellos más que algo de lo que poder reírse, al fin y al cabo las relaciones entre su familia no eran buenas a pesar de tener tierras colindantes, o precisamente por ello, por lo que solo la verían dos o tres veces, puesto que no acostumbraban a coincidir con ella ni en los paseos por Hayde Park ni en las veladas. Si por no coincidir entendemos que Geric había sobornado y engantusado a una de las criadas de su señoría la marquesa para que le mantuviera informados de todas la veladas a las que iría ella y sus queridas hienas, perdón, queridas y egocéntricas hijas poseedoras de un para nada agradable sentido de superioridad que estaban empeñadas en competir por las atenciones de un exasperado Geric, quien hasta había llegado a esconderse detrás de una planta dos horas para que no lo encontraran y pudiera así descansar su cabeza de tanto parloteo insustancial.

Pero ahora sin embargo tenía que verla quisiera o no porque las.... "circunstancias " la obligaban a ello.

Geric le sonrió cuando bajó las escaleras para encontrarse con el causante de que tuviera que pasar por tal sufrimiento, y ante la sorpresa de su hermana, Geric le ofreció el brazo, a lo que ella repondió alzando la ceja.

-¿Qué pensabas? ¿Qué te iba a dejar ir a la guerra sola? No querida, somos un equipo.- Cristal sonrió conmovida y aceptó su brazo al mismo tiempo que depositaba un beso en su mejilla no sin antes añadir.

-¿Sabes que no hay plantas en el salón de té de la marquesa de Lasdow verdad? - Su hermano la observó con reprobación y un deje de fastidio que Cristal contestó riendo mientras bajaban los últimos peldaños de su escalera.

Tan pronto llegaron al recibidor él se acercó a Cristal y le a su hermano para hacer los debidos saludos y sin más preámbulos se dirigieron al carruaje.

Cristal hubiera deseado que sus hermanas estuvieran ahí, sobre todo Amberly. Y no, no porque fuera su hermana favorita, entre ellas no existía tal cosa, sino porque así tendría la oportunidad de preguntarle porque se jabíes escabullido por el balcón la noche anterior y había llegado tan sonriente horas más tarde con el pelo revuelto y una bolsa de lana aferrada contra su pecho .

Aunque esos deseos se extinguieron pronto, porque hablar delante de Geric no importaba, pero a pesar de que resultara extremadamente fácil olvidarse de que en ese carruaje había una tercera persona, no debía hacerlo.

Delante suya se encontraba el muy honorable marqués de Lasdow, Michael Johnson III , el culpable de que tuvieran que ir a tomar el té con esa detestable mujer a la que él llamaba madre.

Tan pronto lo miró este apartó la vista hacia la ventana y un leve sonrojo cubrió sus mejillas. Lo había pillado mirándola.

Justo como ella lo estaba haciendo ahora.

Michael no era demasiado alto. Más que ella, cosa que no era difícil, pero no más que su hermana Amberly que no llegaba al 1'75 y ya no digamos de Victoria que rozaba el 1'80.

Era escuálido, no tan delgado como para parecer enfermo pero si lo suficiente como para llamar la atención de más de una persona.Sus ojos eran de un gris apagado y su pelo de un rubio platino que llamaba la atención de más de una a pesar de sus demás imperfecciones físicas como la leve pero visible curva de su tabique nasal y la falta de uno de los dientes de la mandíbula inferior que había sido sustituido por uno echo de oro.

¿Feo? No, no lo era. A sus 36 años, Michael era atractivo a pesar de los defectos que Cristal había notado y anotado a lo largo del último mes que llevaban "conociéndose". No era esa clase de chico que te hace decir "guau" , era de la clase de hombre que la primera vez que lo conocías no te llamaba la atención, pero pasado el tiempo y teniendo en cuenta su bonita sonrisa y su buen carácter y humildad tan escasas en la sociedad londinenses era de esa clase de chico que cuando te preguntaban decías "es mono".

"Si, es mono" pensó Cristal cuando éste le ayudaba a bajar del carruaje una vez que hubieron llegado a su destino. "Y aunque no lo fuera tendría que convivir con ello el resto de mi vida, al fin y al cabo en unas semanas será mi marido"

Lady Habladora Adams (Saga héroes de guerra 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora