Capítulo III: Huída (Parte III: La fiesta y la guerrilla)

53 9 0
                                    

Los gholos eran criaturas infernales de piel marrón oscurecido y pelo morado azulado, con tres cuernos en su cabeza, uno de ellos frontal y dos laterales curvados hacia arriba. Sus colmillos rozaban casi su pecho al inclinarse, eran tan duros que les servían incluso para parar los golpes de armas afiladas y los usaban para embestir con ayuda de la fuerza de su cuerpo. Tenían unas piernas largas que les permitían dar grandes saltos. Sus venas estaban muy marcadas, de color azulado y gruesas. Usualmente llevaban hachas de doble filo, o picas. Tenían fuerza impetuosa, agilidad y destreza en campo abierto. Habitaban cerca de los volcanes, y se alimentaban del magma de los mismos.

El líder del ejercito comprendido por doscientos gholos, era Zortám el robusto, conocido como el Aplastacráneos en el oeste de Ámelkor, una vez hacía ya mucho tiempo tuvo una lucha contra Draconos, donde este último pudo haber muerto, pero Zortám le dejo escapar.

Zortam era como cualquier otro gholo pero a mayor escala, con mucha más fuerza, y el cuerno frontal que todos los gholos tenían lo llevaba partido a causa de sus brutales embestidas. Era muy brusco, tajante y sobretodo egoísta, solo pensaba en matar para conseguir ser más y más temido y que cualquiera sintiese miedo con solo escuchar su nombre, tenía mucha ambición y ansia de poder, era codicioso y avaricioso en el plano material, lo hacía todo a su modo y por eso casi nunca le gustaba escuchar de otra boca lo que el debería hacer.

–Esta noche iremos a buscar a esa pequeña -dijo Zortam-, y no quiero... ¡Ni un solo fallo!

–Sí, señor... -decían al mismo tiempo todos los gholos sumisos.

Al mismo tiempo llovía a cantaros en Írnofal, se vieron obligados a suspender el torneo debido a que no paraba de llover continuamente. Víktor se encontraba en medio del coliseo con un bloquealluvias, que venía a ser algo parecido a un paraguas de los de hoy, pero más grande, Estaba junto a Draconos y Iuthack debatiendo el tema del torneo.

–¡Por los dioses! -dijo Draconos- Tenía ganas de luchar, vamos Iruthak no puedes suspender algo tan importante por un poco de lluvia, podríamos luchar igual aunque llueva, va a ser la misma lluvia para todos.

–Mi respuesta es no, esperaremos a mañana al atardecer aunque urja encontrar a Anastasia y si es que no lloviere tendrá lugar el torneo.

–¡Truenos y relámpagos! -exclamó Draconos-, Yo paso de perder el tiempo aquí me largo.

Víktor continuó hablando largo y tendido con Irutack acerca del torneo, con el fin de perfeccionar su organización, así como las reglas y condiciones del mismo, se les ocurrió algo.

–Quiero hacer más difícil este torneo -dijo Víktor-. Si el vencedor es digno, Yo seré su prueba final, sabes que a mi me gusta combatir, no entiendo el motivo de que otros Reyes no luchasen. Iruthak el que me gane será merecedor de quinientos Dolines.

–Así que quinientos ¿eh? –dijo Irutack- es buena cantidad.

–Después de mi –dijo Víktor-, el ganador será el que comande a la tropa de los que iremos en busca de Anastasia, dicho esto me retiro a ver a mi esposa que se encuentra esperándome en el castillo.

–Sí alteza -contestó Iruthak.

En el castillo la vampiresa esperaba con ganas a su esposo. Al llegar Víktor, se pusieron a ver el atardecer desde el balcón, estaban en dos tumbonas relajados. Jugaban al mismo juego de dados que Anastasia y Gragen en aquella cárcel, el juego era conocido como el Tradalkar.

–Que agusto estoy a tu lado -dijo Ariadna mientras abrazaba al Rey- odio que pasemos tan poco tiempo juntos por todo lo que debes hacer fuera.

–Yo también te quiero -dijo Víktor, aunque con algo de desgana.

El Legado del Dragón: Anastasia Y La Máscara De PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora