Capítulo IX: Batalla (Parte I: Asedio )

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Horas después, cuando el sol se ponía, llegaban a Natache, con el fin de reponer fuerzas allí para seguir su viaje.

Natache era una ciudad considerablemente grande, sus casas eran de madera de roble, hogares bien protegidos del frío que recorría las calles. En el centro había una laguna, de color azul transparente, la laguna del pescador, conocida con ese nombre porque era el lugar donde se reunían los lugareños para pescar, había carpas, truchas, y otros peces varios.

La ciudad estaba rodeada por una empalizada, que fue construida con fin de protección, ya que a menudo tenían lugar asaltos de la ciudad enemiga del este, la conocida Pok-Mok.

También construyeron una gran torre, así mismo era de madera, era una torre vigia, desde allí se avizoraba el horizonte, los guardias hacían turnos de manera que siempre había alguien vigilando fuera de día o de noche. La torre contaba con una campana, que se hacía sonar como símbolo de alarma cuando se avistaba al enemigo.

-Tenemos que buscar un sitio donde pasar la noche -dijo Víktor-, está empezando a oscurecer y pronto nos cogerá el frío si no encontramos un lugar en el que refugiarnos.

-Debería haber una posada por aquí -dijo Mía.

-Sí -dijo Anastasia-, será mejor que preguntemos a alguien de por aquí para encontrarla.

Preguntaron a un ciudadano que paseaba ligero, como sin preocupaciones, con la mirada perdida, daba la sensación de que estaba dando una vuelta por allí. Anastasia se lanzó a preguntarle:

-¡Disculpe! -exclamó, pero el hombre estaba tan pensativo que no lo escucho a Anastasia, así que esta se dirigió hacia el y se puso en frente.

-¡Señor! -le dijo.

¡Uy! -dijo el hombre-, perdonarme, estaba muy metido en mis cosas, ¿Qué necesitáis?

-Nos gustaría saber si hay una posada por aquí -dijo Mía-, hemos llegado hace poco, esta anocheciendo y necesitamos un lugar seguro en el que descansar.

-¡Por su puesto!- dijo el hombre esbozando una sonrisa-, cuatro calles más abajo hay una, la Posada del cazador, es fácil de encontrar, es un edificio grande y antiguo, pero se conserva bien.

-Muchas gracias por sus indicaciones -dijo Águilux- hemos de marchar.

-¡Hasta otra! -dijo el hombre despidiéndose con la mano.

Y cuatro calles más abajo allí estaba, y entraron en la posada, era una casa muy grande como el hombre les indico, de varios pisos, de madera. La Posada del cazador contaba con cuarenta habitaciones repartidas a ambos lados del inmueble, además de un salón, un comedor, una terraza y un sótano en el cual apostaban para jugar al Tradalkar o a las cartas.

A aquella vieja posada solían ir a dormir los cazadores de la zona, de ahi su nombre, solían llegar a la noche, cansados, con animales que habían caído a causa de sus arcabuces.

Antes de entrar dejaron sus caballos fuera, al cuidado de uno de los encargados. Como no habían cenado estuvieron en la parte de abajo, en el comedor, donde servían platos caseros exquisitos. Pidieron carne de buey asado y patatas meneadas, acompañadas de pan hecho al horno de piedra.

Durante la cena Anastasia se dio cuenta de que un grupo de cazadores que estaban allí reunidos desde que llegaron no paraban de mirarla. La herba comenzó a inquietarse, no paraba de preguntarse cual sería la razón de aquellas descaradas y obstinadas miradas.

Al principio creía que podía ser por la máscara, pero había algo digno de sospecha en aquellas miradas, quizá la estarían buscando, pero... ¿Cómo sabían que era ella? Cuanto más la miraban más se preocupaba, empezó a ponerse nerviosa, hasta el punto de sudar, un sudor frío.

-¿Que te pasa Annalí? -preguntó Mía, que llevaba mirándola un rato.

-¿Os habéis dado cuenta? -dijo Anastasia.

-¿De que? -dijo Draconos

-¿Qué ocurre Annalí? -dijo Víktor.

-Esos cazadores no han dejado de mirarme desde que hemos entrado aquí... -dijo Anastasia.

-No se por qué pero esto no me da buena espina -dijo Áfgor rascándose su cabeza incómodo.

Draconos se levantó bruscamente de su silla y tirándola hacia un lado se dirigió a los cazadores:

-¡Eh! -exclamó-, ¿Tenéis algún problema con la chica? -les preguntó con un tono agresivo señalándoles a todos.

-En absoluto -dijo tranquilamente uno de ellos- vayámonos de aquí -dijo a su grupo.

Nuestros amigos se quedaron extrañados, terminaron de cenar y aún tenían mal cuerpo por lo que había ocurrido, subieron a dormir a las habitaciones, sin embargo Anastasia no podía, tenía demasiadas preguntas con respecto a aquellos hombres que la miraban, ¿Quiénes eran?,¿Qué hacían allí?,¿Por qué la miraban?,¿Acaso sabían quien era y estaban esperándola allí?...

Los cazadores salieron rápidamente de Natache, y llegaron a Pok-Mok al amanecer, allí se reunieron con Pulkor en la sala de comando del bastión, diciendo que habían visto a una herba en Natache.

-No hay duda -dijo Pulkor-, debe ser ella... ¡Tomad! -añadió ofreciéndoles unas bolsas con monedas- esta es vuestra recompensa.

Apareció un hombre en la sala, era el comandante de las tropas de Pok-Mok, su nombre era Ishir...

A pesar de ser un hombre, Ishir era un desertor, un desleal, traicionó al rey y vendió su honor por un puñado de dolines y la posibilidad de comandar ejércitos de Uruthom, al cual veneraba desde tiempos del Felzán.

Ishir era alto y fuerte, con el pelo grisáceo y ondulado, no demasiado largo, piel morena y curtida, llena de cicatrices y alguna magulladura que tenía debido a los enfrentamientos que tenían lugar en las batallas que libraba.

Era terco y obstinado, muy perspicaz e intuitivo, con grandes dotes en el campo de la guerra, pues había sido instruido por los más perversos. Sus estrategias eran retorcidas y eficientes, y al ser un hombre tan vil, no luchaba en vano, y nunca se rendía ante nada ni nadie.

-El ejercito está listo -dijo Ishir-, Pulkor, acompañame.

Pulkor e Ishir salieron por la puerta trasera de la sala, al exterior del bastión, el ejercito que había logrado reunir era casi infinito, innumerables criaturas, desde gholos, hasta zullygerds, incontables bestias que rugían sedientas de sangre preparadas para una gran batalla, para arrasar una ciudad, matar a una chica, y dar paso a la destrucción del reino...

El Legado del Dragón: Anastasia Y La Máscara De PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora