Capítulo VII: Los Herbos (Parte I: El viaje )

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Nuestros protagonistas galopaban raudos hacia Sírofon, con la idea de hallar pistas sobre Anastasia, Víktor llevaba mucho tiempo sin frecuentar las tierras de los herbos, así como Draconos, Águilux y Áfgor.

-Llevo mucho sin ir allí -dijo Víktor- aún recuerdo cuando pactamos la alianza con Élendyr-. Élendyr era la reina de los bosques, la única capaz de movilizar a todos los herbos, era una sabia druida, conocía todos los secretos de la naturaleza, vivía en el centro de su ciudad, la capital hérbica Mërela Almarëya, en el árbol de la vida.

-¿Que plan tenemos? -Preguntó Águilux-, -Preguntaremos por la vivienda de Anastasia -dijo el Rey- es una aldea muy pequeña y no creo que nos sea muy complicado dar con ella si es que allí es donde se encontrase.

Un momento -dijo Draconos- ¿De veras creéis que así vamos a dar con Anastasia? Si yo fuera ella al ultimo sitio al que se me ocurriría ir sería a mi aldea, sabría que allí me buscarían en seguida, esto es una estupidez.

-Calma Draconos -dijo Víktor- aún no tenemos nada mas sólido a lo que agarrarnos, hay que ir descartando opciones. Annalí, estás muy callada, ¿Tu que opinas?

Pienso que podría haber alguna posibilidad -dijo.

-Hay que ir -dijo Mía- aunque solo sea por comprobarlo.

A medida que se iban acercando a su destino, la hierba era más verde, y la vegetación distinta, como más viva, los árboles tenían más altura y eran más voluminosos, los ríos eran más azules, todo tomaba una tonalidad mucho mas colorida y alegre.

Pararon para almorzar algo y así reponer fuerzas, Áfgor se separó del grupo sin que estos apenas se dieran cuenta, sentía un impulso por investigar la zona, descubrió una especie de pasadizo secreto entre la arboleda y su curiosidad le adentró a el.

¿Habéis visto a Áfgor? -Pregunto Anastasia con inquietud.

-Estaba aquí hace un momento -dijo Águilux.

-¿Dónde se habrá metido? -¿A qué demonios está jugando ahora? -dijo Draconos, y fueron todos a buscarle.

-Fijaros en eso -dijo Mía señalando el pasadizo- seguro que ha entrado ahí.

Entraron todos por el pasadizo. Dentro la luz era tenue, en las pareces había unas pintadas con símbolos muy raros. De repente oyeron unas voces que venían de más adentro, parecían hablar un idioma desconocido. Se acercaron sigilosamente y se asomaron por un pequeño hueco. Había una gran cavidad en forma de cúpula, llena de seres extraños de pequeña estatura parecidos a aborígenes, tenían a Áfgor hipnotizado y maniatado, en una especie de altar, y parecían estar pronunciando oraciones. Arriba del altar estaban dos mas de aquellos seres haciendo el ritual y iban a sacrificarlo. Estos seres llevaban una máscara y en todas sus pinturas aparecía representado el fuego, era su divinidad, incluso lo tenían.

Anastasia tuvo una idea, ya que ella también llevaba una máscara decidió actuar, conjuró tres pequeñas bolas de fuego que la rodeaban en círculos y se les apareció a estos seres desconocidos. Todos la miraban con atención, con admiración, como si fuese una Diosa venida del exterior, subió al altar y reanimó a Áfgor haciéndole gestos de adoración para no levantar sospechas, con esto, a aquellos aborígenes se les quitó la idea de sacrificarlo. Anastasia se lo llevó fuera y los aborígenes les siguieron estupefactos hasta la entrada y no salieron, tenían miedo al exterior. Los demás estaban esperando allí.

-No vuelvas a hacer eso -dijo Draconos.

-Lo siento -dijo Áfgor- sentí curiosidad.

-Por tu culpa hemos perdido un tiempo valioso -dijo Draconos rabioso, poniéndose justo en frente de Áfgor

-¡Ya he dicho que lo siento! -gritó Áfgor-¡¿Acaso estás sordo?!

Draconos le empujó y desenvainó su espada.

-¿Os habéis vuelto locos? -dijo Mía poniéndose en medio- ¿No os dais cuenta de que parecéis críos?

-Está bien -dijo Víktor- dejadlo ya y sigamos, y que nadie se vuelva a separar del grupo-.

Poco después nuestros héroes llegaron a Sírofon, los aldeanos les miraban extrañados, ninguno de ellos reconocía a Anastasia. Al rato fueron al ayuntamiento de la aldea, allí preguntaron por la casa de Anastasia y rápidamente se les indicó el lugar.

A los pocos minutos estaban en frente de la vivienda de Anastasia, Víktor llamó a la puerta con firmeza. El viejo Khalom estaba del otro lado, miró por la mirilla y se tomó unos segundos para abrir la puerta.

-¿Qué les trae por aquí? -preguntó el anciano.

-Estamos buscando a Anastasia -dijo Víktor a lo que el viejo Khalom se puso serio y dijo:-Aquí no está, una bestia gigante se la llevo hace ya bastantes días, podéis pasar si queréis comprobarlo -añadió mirando de reojo a Anastasia.

-Sí ¿Por qué no? -dijo Víktor- vamos-.

Pasaron dentro, la casa era como la de cualquier hechicero, llena de artilugios de magia, pociones, varitas, grandes sombreros puntiagudos y estanterías llenas de libros antiguos. El viejo Khalom les estuvo contando como sucedió la tragedia, estuvo invitándoles a café caliente y hablando con ellos

-Anastasia es su hija -dijo Draconos al anciano- sabes como piensa, ¿Donde crees que ha podido ir?

-No lo se -dijo Khalom- pero antes de todo ella no paraba de hablar de la ciudad de la magia, que le encantaría ir allí, que quería como todo aprendiz de hechicería convertirse en una maga.

-Gracias por la información -dijo Víktor- no te molestaremos más-.

Nada más salir de la casa llegaron los skraus y a sus lomos los gholos que lanzaban bombas de fuego contra las casas de la aldea. Los aldeanos entraron en estado de pánico, se guarecían como podían por las calles de Sírofon, otros gritaban despavoridos mientras intentaban huir, y otros caían.

-¡Tenemos que hacer algo! -dijo Anastasia, sabía que su padre guardaba un autogiro en su taller.

-¡Buscar refugio! -dijo y abrió de una patada la puerta del taller.

-¡Mirad ese cacharro! -dijo Draconos sorprendido. Era un autogiro, los autogiros eran máquinas que por medio de un motor de vapor volaban por el aire. Funcionaba con aspas giratorias, también contaba con una pequeña ametralladora en la parte frontal, Anastasia se subió al sin pensarlo dos veces.

Anastasia elevó el autogiro y comenzó a disparar a los skraus, haciendo que muchos cayeran. Los gholos tiraban bombas desde lo alto pero Anastasia las esquivaba con facilidad. Al rato varios skraus se agolparon y se quedaron enganchados en el autogiro, que con tanto peso comenzó a descender. Anastasia perdió el control de la maquina e impactó contra una casa.

-¡Annalí! -gritó el Rey-, y fue corriendo a socorrerla.

-No te preocupes Víktor, estoy bien -dijo Anastasia con una leve sonrisa mientras salía de los escombros.

Los skraus seguían atacando la ciudad. Aguilux se despistó y fue cogido por uno de ellos, Draconos le lanzó una jabalina que le atraveso la cola. Águilux gritaba preso del miedo de caer al vacío y dolido por las garras del skraus.

Cuando todo parecía perdido apareció Élendyr, reina de la naturaleza, que pudo conjurar una gran llovizna que ahuyentó a todos los skraus.

El Legado del Dragón: Anastasia Y La Máscara De PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora