Capítulo VII: Los Herbos (Parte III: Sospecha )

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Draconos despertó al Rey rápidamente y en voz baja le estuvo contando lo que había oído. Águilux, que no pudo evitar oir la conversación se interesó por el tema, tenía grandes dotes deductivos.

-Seguramente y por lo que decís esa chica está ocultando su verdadera identidad a través de esa máscara -dijo.

-¿Te refieres a que nos ha mentido acerca de quién es? -dijo Draconos-

-No solo eso -contestó Águilux- Nos está intentando ocultar quien es realmente.

-Lo mejor será que actuemos como si nada -dijo Víktor-, ella misma puede tener algún fallo que le delate.

-A lo mejor ya lo ha tenido y no nos hemos dado cuenta -dijo Draconos.

-Analicemos sus pasos -dijo Águilux-, ella llegó del sur...

-¡Un momento!-exclamó Draconos-, Rhek y sus esbirros también llegaron del sur, y buscaban a Anastasia, que había huido días antes en esa dirección... ¿Existiría la posibilidad de que Annalí sea Anastasia? -preguntó con interés.

-Hay pocas posibilidades -dijo Águilux- pero sí.

-Yo conozco a Anastasia -dijo el rey-, dudo que fuera capaz de hacer algo así

-Vamos a hacer lo siguiente -añadió tras una pausa- su padre nos dijo que ella probablemente estaría en la ciudad de la magia, ¿No es así?

-Sí -dijeron Draconos y Águilux-,estaremos pendientes de su comportamiento hasta llegar allí.

Y el día siguiente llegó, coincidió que todos salieron al mismo tiempo.

-Buenos días -dijo Víktor

-Buenos días -dijeron los demás. Bajaron a la sala central a desayunar. Draconos no le quitó el ojo de encima a Anastasia, la miraba con recelo, sin embargo Víktor la miraba con entusiasmo.

-Respecto al tema de Anastasia... -dijo Víktor- ¿Que creéis que deberíamos hacer?

-Su padre nos indicó una posibilidad -dijo Áfgor- y por como están las cosas creo que no nos podemos aferrar a nada más.

-Entonces, ¿Alguno tiene objeción en que vayamos a la ciudad de la magia? -dijo Águilux

-Puede que Anastasia esté incluso muerta -dijo Anastasia.

Víktor y Draconos la miraron fijamente, sobretodo Víktor, que se preguntaba si de verdad sería Anastasia.

-¿Que te hace pensar que pueda estar muerta? -le preguntó el Rey

-Bueno, al fin y al cabo nadie la ha vuelto a ver y eso es muy raro -dijo Anastasia.

-No hay duda, pensaba el Rey, esa chica tenía que ser Anastasia, era demasiado lista, demasiado perfecta, pero... ¿Y si no lo fuera? Tampoco tenía ninguna prueba evidente de que lo fuese, solo meras suposiciones...

-Yo voto por ir a Arkalia, la ciudad de la magia -dijo Áfgor

-Esta bien -dijo Anastasia- Yo no me opongo a ir

-Contad conmigo -dijo Mía

-Nosotros también vamos -dijeron Draconos y Águilux.

-Entonces iremos todos -añadió Víktor-.

La ciudad de la magia, Arkalia, estaba muy lejos al sur, decidieron atravesar el pantano Mohioj para atajar. Era un pantano verdoso, con su propio clima, apenas explorado, algunos habitantes herbos solían pescar allí.

Cuando llegaron a las orillas descubrieron un pequeño puerto abandonado, allí había unos cayucos a los que se montaron junto con sus caballos. Las aguas eran de un color muy verdosos, a medida que se adentraban era de una tonalidad más oscura. -Este sitio no me da muy buena espina -dijo Mía, -Es el camino más rápido -dijo Águilux- y no tuvieron mas remedio que continuar.

Llegaron a una zona donde había juncos altos y una especie de neblina en el ambiente. El agua era oscura, casi negra, y se movía de vez en cuando, como si cobrase vida propia. Nuestros amigos comenzaron a asustarse.

-Estas aguas están malditas- dijo Áfgor.

-Tenemos que seguir -contestó el Rey-, no nos queda otra.

De repente del fondo del agua salió una gran serpiente que partió en dos la barca en la que iban Áfgor y Águilux. tenía grandes colmillos, la piel escamada de color azul, y varias aletas a los lados, era voluminosa, fuerte, vigorosa y potente, sus ojos eran rojos como el atardecer, los que hablaban y contaban sus leyendas la conocían como Serk, la serpiente del pantano, y pocos habían vivido para contar que la habían visto.

-¡Subid uno a cada uno de los cayucos! -exclamó Draconos alarmado. La serpiente no paraba de acometer contra ellos, cada vez con más fuerza, se sumergía y volvía a salir por donde menos lo esperaban y daba brutales mordiscos que trituraban la madera de las barcas.

Áfgor, con dificultad, logró subirse al cayuco de Anastasia y Mía. Águilux estaba demasiado lejos, apartado. La serpiente volvió a salir, casi volando suspendida en el aire como si fuera un pájaro y al caer en picado abrió su boca y se tragó a Águilux de un solo bocado.

Durante unos segundos todo se calmó, parecía como que la serpiente se había marchado sumergida bajo las aguas, pero en seguida, cuando menos lo esperaron, volvió a salir e intentó volcar el cayuco en el que iba Anastasia.

Draconos comenzó a tirar jabalinas contra la serpiente, pero sus escamas eran muy duras y estas rebotaban, o salían despedidas en otra dirección, por lo que no le afectaban. Draconos, enfurecido, dio un salto veloz y se subió a la cabeza de la serpiente, esta se revolvía, pero Draconos logró mantenerse hasta que le clavó profundamente su espada varias veces atravesándole la testa.

La serpiente quedó muy herida pero seguía con vida, escupia sangre, pero se mantenía mirando fijamente a Draconos, algo se movía en su interior. Fue el momento en el que la serpiente iba a morder a Draconos cuando atravesando su estómago asomó la espada de Águilux, que seguía vivo en su estómago, este le corto las tripas y consiguio matar a la serpiente, para salir de sus entrañas.

Tras recuperarse siguieron remando y avanzando por el pantano, había un silencio muy inquietante. A lo lejos contemplaban una pequeña ciudad flotante, se llamaba Naghar, allí habitaban unas criaturas acuáticas bípedas conocidas como Quaras.

Los Quaras podían, en tiempos remotos, eran seres humanos como tu y como yo, vivían en una pequeña isla en medio del pantano que con el tiempo quedo sumergida. Con el paso de los años estos seres fueron evolucionando con el medio que les rodeaba, su piel se volvió de un tono azul verdoso, parecido al turquesa, a algunos les salieron escamas, a otros dientes afilados como sables para poder triturar a sus presas. También les salieron aletas y branquias para poder respirar bajo el agua.

De pronto empezó a llover, cada vez más y más fuerte, se originó una gran tormenta. La compañía buscó refugio en la ciudad flotante, pero un pequeño grupo de Quaras se percataron y les rodearon.

-Solo pasabamos por aquí -dijo Áfgor- buscábamos guarecernos de la tormenta.

-Seguidnos -dijeron los Quaras.

Estos les llevaron ante su gobernante, que era un sapo gigante llamado Krecko. -Estábamos en las afueras de la ciudad cuando vimos a estos cuatro hombres y a estas dos herbas por allí -dijo uno de los Quaras.

-Íbamos camino de la ciudad de la magia -dijo Draconos-.Nos pilló una tormenta y tratamos de buscar cobijo.

-No estaría de más que comierais algo, debéis estar hambrientos -dijo Krecko, y mando a uno de los Quaras a por comida.

-¿Pescado crudo? -se quejaba Mía- esto habrá que cocinarlo, yo no pienso comerlo así-.

El Legado del Dragón: Anastasia Y La Máscara De PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora