• Capítulo III •

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  - ¿Vos me estás cargando, hijo de puta? Se escuchaba un grito demencial sobre el auricular de aquel teléfono fijo.
  - No, Señor. Le juro por lo que más amo en esta vida que n.. Entre lágrimas en los ojos.
  - ¡No me jures! ¡Pedazo de pelotudo! Interrumpiendo las plegarias del susodicho.
  - ¡Vos sabías dónde te metiste! ¡Ahora cumplí! Tenes doce horas.
El teléfono hizo un ruido irreproducible y cortó.
  Javier estaba desconsoladamente preocupado. Las lágrimas que rodaban por sus mejillas dejaban en evidencia que estaba ante una situación riesgosa, y lo peor de todo sin soluciones latentes a la vista. Debía pensar en algo, de lo contrario la situación podría enpeorar más y ni se quería imaginar el desenlace.
  Eran las nueve de  la noche y el frío se hacía sentir. Javier toma el telefono inalámbrico y se dispone a realizar una llamada.
  - ¡Hola! ¿Juanito? Mira che, ¡Estoy hasta las bolas, hermano! ¡Debo salir de ésta, sí o sí! Nos encontramos en la Plaza Kennedy dentro de una hora. ¡Que no te vea nadie! ¡No me falles, si nó caemos todos! ¡Y sabes a lo que me refiero! Sin esperar respuesta alguna
del otro lado del auricular, Javier colgó.
  Se sentó en una banqueta de madera que tenía por ahí y así estuvo un largo tiempo. Prendió un cigarro,
lo fumó como con asco. Sus ojos miraban sus manos, como buscando una respuesta que nunca iba a llegar.
  Javier tomó coraje, su chaqueta verde, las llaves del Falcon modelo 75, un arma 9 Mm. con medio cargador, el paquete de cigarrillos, una caja de fósforos, un gorro negro, y sin vacilar salió disparado de su casa.

La Danza de la Mariposa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora