La Danza de la Mariposa ©

• Capítulo XIV •

- ¡Hija!
- ¡Mamita! Fueron las palabras que recibió Sofía mientras cruzaba el umbral de la puerta de entrada.
  - ¿Que te pasó? Preguntó Anabel con cara de preocupada, mientras ponía la mesa para cenar una exquisita lasagna casera con salsa blanca. Una receta familiar de mucho éxito. Los niños tenían hambre, habían exigido esa receta a cambio de no ir al cine al ver a la película. Supuso que Sofía también iba a tenerlo después de semejante día agotador vivido.
  - ¡No quiero hablar del tema! Fueron las simples palabras de una Sofía, que había recuperado el color en el rostro pero el nerviosismo y el temor seguían latentes en ella. Hablaremos después, más cómodamente y sin la presencia de los gemelos.
  Sí bien no había ingerido nada más que algún analgésico y que otro antiinflamatorio en todo el día, no pudo probar bocado en toda la noche. Estaba en un shock emocional a tal punto que no respondía a las críticas de Rodrigo y Nicolás por no haber ido al Cine a ver la película. El único movimiento que realizaba era el golpe del tenedor en el plato cada vez que respiraba.
  En un momento quedó con la mirada fija a la pared que tenía enfrente. Yacía un cuadro imponente del finado Hipólito. Su padre, a quien tanto anhelaba y nunca pudo disfrutar, como hubiese querido. Una lágrima resbaló por su mejilla que fue secada por Anabel, que la limpiaba, como entendiendo la situación que estaba viviendo. Le dió un beso en la frente y se dispuso a levantar la mesa. Los gemelos comieron el postre. Las bananas con dulce de leche eran sus preferidas. Después de degustar el postre y antes de retirarse al baño a higienizarse los dientes y la boca, sorprendieron a su madre con un beso de cada uno en sus respectivas mejillas. Esto la sacó de su nebulosa oscura. Abrazó a sus hijos firmemente. y tomó coraje y determinación para afrontar cualquier
situación que se le pusiera en frente.
  Levantó su vista hacia el cuadro una vez más y expresó.
  - ¡Gracias Papá!