La Danza de la Mariposa ©

• Capítulo XXVI •

  Por su parte, la Detective Rocío Nievas, el Comisario Costas y el Suboficial Primero, Godoy Diego, controlaban el panorama desde un vehículo policial. Esperaban a una cuadra de la funeraria en sentido opuesto, al vehículo del Jefe Narco, que también relojeaba la situación desde una situación más cercana.
  - ¿Que estamos haciendo definitivamente acá? Consulta el Suboficial.
  - ¡Controlando la situación! Se adelantó a la respuesta del Comisario, la Detective Nievas.
  - No preguntes boludeces, Diego. Fueron las palabras secas de un Comisario que no perdía la vista a la entrada de la sala velatoria.
  - ¡Tengo un mal presentimiento! Rocío era muy sensitiva. Podía presentir las energías en el aire. Eso le enseñó sus extensos estudios sobre las mariposas. Las mariposas le fascinaban. Encontraba en ellas un sentido de pertenencia muy profundo, cómo sí la esencia de esos animales vivieran en ella.
  - ¿Quien es aquel? Pregunta el Suboficial, como queriendo llamar la atención de la Detective Nievas.
  - ¡Pasame los binoculares que están ahí atras, Diego!
  Rocío miraba atentamente, pero su incapacidad para ver de tan lejos, la hacía inútil en la situación.
  - ¡Tome Jefe! Diego le había alcanzado el binocular ya con los lentes descubiertos.
  - ¡Gracias!
  - ¿Y Comisario? Rocío se mostraba impaciente.
  Definitivamente de un vehículo blanco, bajaba una señora canosa, y un hombre alto. Según las descripción del identikit, conconrdaban con las características de Javier.
  - Confirmado. ¡Es él!
  - ¿Como procedemos jefe? El Suboficial se mostraba ansioso.
  - Modulá la novedad a la comisaría. Sería imprudente e irrespetuosamente proceder adentro de una sala donde se esté velando al muchacho. Reflexionaba el Comisario.
  ¿Usted que opina? Costas le pregunta a la Detective, que se había quitado sus gafas para poder observar con los binoculares.
  - Creo que deberíamos ir. ¿Y sí el individuo está armado? ¿Y si ocurre algo ahí adentro? ¡No podemos arriesgarnos!
  En ese momento, el Comisario recapacitando, dió la orden de pedir refuerzos de todas las unidades a que se apersonen a la Avenida San Martín a la altura Mil trescientos cuatro, y que esperaran sus ordenes.
  ---------------------------   •   --------------------------

  A sólo cien metros del vehículo policial dónde se encontraban El Comisario Costas, la Detective Nievas, y el Suboficial Godoy, esperaban paciente Gabriel y Don Carlos en su vehículo BMW, éste último escupiendo el humo de su habano.
  Como rompiendo el letargo desalentador, apareció un vehículo chevrolet blanco. Un taxi con vidrios polarizados que de él, se bajaron dos personas. Uno resultó familiar para Don Carlos, que generó un brillo en sus ojos nunca antes visto, que hasta Gabriel se impresionó.
  - ¡Mirá! ¡Te dije que iba a venir! Con tono orgulloso. Y señalando al tipo de campera marrón con corderoy que ayudaba a salir a la señora del asiento trasero del taxi.
  - ¡Así es! El tipo tiene códigos. Pero sabe que de acá no sale ileso.
  - Es una pena. Parecía buen tipo. Pero es inminente su caída. Esperemos que ingresen y entramos en acción.
  - ¡Bueno jefe! ¡Esto va a ser pan comido!
  - ¡No te confíes! No somos los únicos que buscamos a este boludo. Don Carlos algo presentía.
  Los individuos estabann por ingresar a la sala velatoria, cuando la ventanilla del lado del conductor del taxi bajó. Era el hermano de Don Carlos que nuevamente estaba en escena.
  Don Carlos le hace un ademán como que se quede por la zona. El chofer del taxi asintió con la cabeza, aceleró el vehículo y se perdió tras doblar en la primera esquina.
  - ¡Yo no sé como hace tu hermano, Pedro! ¡Está en todos los quilombos!
  - ¡Dale que ya entraron! ¡Vamos que tenemos el tiempo justo! Don Carlos salió del auto, Gabriel lo imitó. Tiró el habano al suelo húmedo. La lluvia golpeaba sin escrúpulos a los hombres vestidos de negro. El ajuste de cuenta debía saldarse hoy.