El BMW lujoso, negro e impecable, paró justo en la entrada de una casa extremadamente coqueta, de paredes celeste y una puerta blanca aparentemente blindada. Tenía canteros con macetas de diversas flores y plantas, y unas rejas altas y negras con un portero eléctrico que resguardaban el lugar.
Don Carlos se tomó cinco minutos para observar una fotografía que tenía con Henriqueta. Su amada y amante. Estaban vestido de gala. Ella con un vestido blanco, estilo sirena, un busto exageradamente grande y escotado y un puñado de años menos. Él de smoking negro con moño rojo, y una silueta bastante más delgada. La fotografía decantaba que en aquellos tiempos pasados, hacían una pareja muy elegante.
Henriqueta y él nunca pudieron estar juntos. Él fue su amante por quince años hasta que ella enviudó. Luego de la muerte del marido de Henriqueta, decidieron seguir de la forma en que estaban. Ya se habían acostumbrado a vivir su aventura amorosa de esa forma. A verse a escondidas, y a veces no tan regularmente.
Don Carlos dio su última bocanada a su habano, abrió la puerta del vehículo, salió y tocó el botón del portero eléctrico.
Al primer intento nadie respondió, al segundo y al tercero tampoco. Don Carlos miraba su reloj y empezaba a impacientarse. Eran las doce del mediodía.
Tocó nuevamente el botón y una voz salió del aparatejo eléctrico.
- ¡Ya estoy! ¡Ya estoy! ¿Que ahora no puedo tomar una ducha tranquila? Refunfuñaba Henriqueta.
- ¡Amada mía, soy yo! Don Carlos decía angustiosamente estas palabras.
Una ruido se pudo rescatar del otro lado del portero eléctrico y la puerta blanca se abrió.
- ¡Que raro que hayas venido aquí, así! ¡En veinticinco años, jamás pasó esto! ¡Y de esta manera! Henriqueta en tono algo desconfiada.
- ¿Que, no te da gusto verme? Don Carlos canchereando.
- ¡La verdad que no! Tu mismo pusiste las reglas. ¡Y ahora las rompes! Seguía desconfiando cada vez más.
- ¡Vengo a darte un beso y a despedirme! Don Carlos, algo nostálgico.
- Primero no te voy a dar nada y segundo me voy con vos.
- Dame un beso. Don Carlos anhelaba irse.
- ¿Y la gente que nos puede llegar a ver?
- ¡No importa la gente! ¡Besame!
Henriqueta tomó sus brazos y rodeó el cuello de Don Carlos, y sus bocas se fundieron en un apasionado beso.
Fueron tres minutos de un beso intenso cuando Don Carlos corta el momento romántico y expresa:
- ¡Debo irme inmediatamente!
- ¡Bueno voy con vos, entonces! Dejo todo para vivir lo poquito que me queda con vos.
- ¡No puedes! Don Carlos acomodándose el cinturón.
- ¿Porqué? Henriqueta enfurecida.
- ¡Por qué vas a estar en el cementerio! En un segundo, Don Carlos sacó su pistola acoplada con un silenciador y dispuso a disparar tres tiros en dirección al corazón. Henriqueta cayó pesadamente al suelo. A Don Carlos se le cayeron un par de lágrimas. Cerró los ojos de su amada, que instantáneamente perdió la vida y que habían quedados abierto. Don Carlos la contempló un segundo más y le pidió perdón.
Inmediatamente salió del lugar, subió a su coche, encendió su habano con el encendedor que una vez ella le regaló. Tomó la foto en la que estaban juntos y la prendió fuego. La fotografía se consumió en humo y cenizas y el encendedor terminó volando por la ventanilla, mientras que el BMW negro arrancaba e inmediatamente doblaba en la esquina hacia la mano izquierda y se perdía a lo lejos.
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La Danza de la Mariposa ©
ActionUn homicidio perfecto, un secuestro inoportuno, historias entrelazadas, sangre y muertes. ¿Podrán resolver éste caso? ¿Cómo influyen las mariposas y sus danzas en ésto? Descúbranlo aquí.