• Capítulo XXI •

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  Rocío salió de la comisaría con destino a la dirección que le había proporcionado la recepcionista. Después de consultar con algunos caminantes del lugar. Llegó a la dirección indicada sin demasiado problemas. Observó que el lugar del siniestro sigue cortado por las fajas de seguridad que se colocaron para evitar el paso de toda persona ajena a la investigación. En el suelo, se encontraba detallado con tiza el contorno del cuerpo de Nicolás y el casquillo de la bala que había sido utilizada para el homicidio.
  No había más indicios de alteración del lugar o algo parecido. Ni tampoco había rastros de pelos o ADN que pudieran analizar. No había nada.
  La Detective quedó confundida. No podía existir un crimen sin un clavo suelto. Siempre hay un disparador para empezar la investigación. Un indicio, un detalle. Algo.
  Esta vez, no había nada.
  Se hacía tarde y debía trabajar toda la noche. Además debía conseguir un hospedaje dónde pasar estos días.
  Sonó el teléfono móvil, de la Detective que para ésa época era todo una novedad.
  Rocío atiende:
  - ¡Hola!
¿Quien habla?
  - ¿Detective Nievas? Soy el comisario Costas Daniel, de la comisaría regional VIII de la localidad de Choele Choel. Mi secretaria me informó sobre su visita, y no dudé en llamarla.
  - ¡Algo bien hizo esta mina! Decía para sí, Nievas. Con una sonrisa hipócrita
  - ¡Bien! ¿Que tiene para mi?
  - Ve al bar que está a una cuadra del lugar donde estás en este preciso momento. El del cartel verde con luces. Nos vemos en diez minutos.
  Sin tiempo a responder, el Comisario Costas. Había cortado.
  Sin vacilar, Rocío emprendió el recorrido hacia el bar. Debía cruzar la calle, subir por la vereda hasta un moderno lugar, de ventanas chicas y paredes marrones, con un cartel imponente de color verde. Mientras se iba acercando se podía distinguir el cartel con el nombre, Bar Peter Pan. Le pareció algo infantil el nombre pero le restó importancia. Al llegar, un hombre de contextura gorda, y con cara de pocos amigos le hacía seña por la ventana desde el interior del bar, para que ingrese. Ya la estaban esperando.
  - ¡Buenas tardes! Fueron las palabras del Comisario, de figura imponente, ojos negros y bigote bien marcado.
  - ¡Buenas noches! Dice ella con tono cansado y frustrado.
  - ¿Algo para beber?
  - ¡No gracias! Prosiga.
  - Soy el Comisario Costas Dan..
  Ella interrumpe.
  - Si, ya te presentaste. Basta de protocolos. Rocío ya no mostraba actitud de querer perder más el tiempo. Ella sabía que por investigaciones de casos anteriores particulares de la magnitud de como el que estaba viviendo ese día, tenía un lapso de cuarenta y ocho horas para encontrar el disparador de la investigación sino habrá que entrar en el campo de las hipótesis, cosa que para Nievas, en estos casos eran pérdida de tiempo y de recursos valiosos.
  - ¿Que tiene de mi? Rocío insistía.
  - Mire: Nicolás era hijo de Sofía y Javier. Sofía está en el hospital con brotes psicológicos. Entendible. No debe ser fácil asimilar la pérdida de un ser querido, menos de un hijo.
  Rocío anotaba en una libreta marrón con lunares blancos, con una lapicera de tinta negra, todo lo relevante que decía el Comisario.
  - Prosiga Costas.
  - Javier tiene una denuncia por violencia de género, de parte de la Sofía y está prófugo. No se ha sabido nada de él. Sólo encontramos los restos de su auto, un Falcon verde, incinerado totalmente.
  - Ajam, ¿Dónde lo encontraron?
  - En la entrada de la casa de su amigo, el Gordo Juanito.
  - ¿Podremos hablar con el? Quizás sepa algo relevante.
  - ¡No lo creo, Nievas!
  - ¿Por?
  - ¡Está muerto!
  Ante la complejidad del asunto, Rocío fue atando los hilos pero todavía no llevaban a ningún puerto.
  - ¡O sea! Rocío repasando con su mirada a la libreta marrón con lunares blancos. Tenemos el homicidio de un niño, su madre en el hospital con diagnóstico de brotes psiquiátricos, y un padre prófugo.
  - Así es. Miraba el Comisario algo desconcertado.
  - Nos falta una punta de la pirámide. Mi intuición me lleva a desconfiar de todo, pero no hay indicio. Debemos hablar con Sofía y encontrar a Javier para interrogarle. ¡Algo deben saber que nosotros, no!
  - Bueno. Estaré a disposición suya. Si necesita algo, tiene mi número. Debo irme. ¿Usted ya se va?
  Rocío miraba una y otra vez las anotaciones. No responde.
  El Comisario Costas insiste en realizar la misma pregunta.
  - Si. Lléveme a un hotel.
  - Encantado.

 

La Danza de la Mariposa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora