• Capítulo XLIX •

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  Ni bien partió el vehículo gris del secuestrador, Sofía siguió sus impulsos y salió corriendo. Anabel y Alicia le gritaron pero no hubo caso. Como pudieron salieron del vehículo y la siguieron también.
  Después de correr unos cuantos metros, Sofía ingresó a la plaza por el mismo sector que había egresado Gabriel y su súbdito. Había detectado la fuente. En ella ya se encontraba llegando al lugar el Oficial Cardozo, la Detective Nievas y el Detective Kalinsky. Alicia y Anabel venían detrás.
  Sofía se acercaba al lugar y veía como sacaban de la fuente a un niño envuelto en un frazada marrón, firme y abrigada. Esté fue depositado en el suelo, pues ya habían alertado a la ambulancia que un individuo menor de edad necesitaba asistencia médica.
  Sofía junto a la Detective Nievas empezaron a quitar la frazada para poder desatar al niño de sus nudos. El Oficial retiró la media que cubría la cabeza para que pueda oxigenarse mejor. El niño hacía ruidos extraños, como sí se le dificultara la tarea de respirar adecuadamente. Eso apresuró al Oficial a sacar su media opresora con más deprisa. Anabel y Alicia ya habían llegado al lugar y estaban abrazadas, festejando el retorno de su nieto, observando en silencio.
  Sofia había terminado de desatar el nudo de los píes. El niño hizo un ruido de dolor. Algo le dolía. Se levantó y fue a besar a su hijo cuando detectó que algo andaba mal. Ese no era su Rodrigo.
  - ¡No es Rodrigo! ¡No es Rodrigo! Sofía gritó desconsoladamente.
  - ¿Cómo no es Rodrigo? El Oficial estaba en un mar de incertidumbre.
  - ¡No es Rodrigo! ¡Me lo cambiaron! Mientras Sofía entraba en un shock nervioso. Anabel y Alicia afirmaron lo que nadie quería oír. Ese no era su nietito. De repente una voz en el handy del oficial Cardozo se hacía notar.
  - ¡Jefe! Llegaron el refuerzo que usted pidió.
  - ¡Todos a la dirección que les voy a dar!
  El Oficial salió corriendo con dirección a su patrulla que estaba oculta a unas cuadras del lugar.
  Sofía, Anabel y Alicia estaban anodadadas. No podían creer lo que había sucedido. No tenían consuelo esas mujeres. La misma persona que había entregado el maletín, se apersonó junto a ellas y trató de consentirlas, tranquilizarlas ofreciendo una botella de agua que nadie aceptó.
  La ambulancia había llegado. Dos enfermeros y una camilla se hacían presente en el lugar. Cargaron al joven, conectaron un respirador artificial y salieron disparando hacía el hospital. En el mismo momento que salían los enfermeros, el Detective Kalinsky y la Detective Nievas salían corriendo para tomar su auto.
  - ¡Detective Nievas! Sofía la llamaba.
  - ¡Sofía no te preocupes! ¡Todo va a estar bien! Un poco desconfiando de sus propias palabras pero era lo conveniente decir en esa situación.
  - Ten. Sofía arroja las llaves del auto. ¡Traeme a mi chiquito de vuelta!
  - ¡Es una promesa! Rocío dijo sin vacilar.
  Rocío, junto a Eduardo corrieron hacía el lugar que se localizaba su automóvil. No había tiempo que perder. Al detective le costaba correr ya. Llevaba en su espalda, una larga mochila de años que la vida le hacia recordar cada vez que debía realizar alguna prueba física.
  Al ingresar a aquel vehículo rojo y luego de poner en marcha el motor, alguien más ingresó, alguien que seguía con los golpes en sus brazos, visibles a la vista de los ojos de todos y su ropa entrecortada. Era Germán.

La Danza de la Mariposa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora