Capítulo 4

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Marcos golpeaba con los dedos la mesa, en clara señal de impaciencia. No sabía por qué había venido... no debía haber venido –se repitió.

Al paso que iba, perdería el avión y, probablemente, todo era solo una broma.

¿De Aidan? No, eso era imposible. Si Aidan había dicho que debían hablar de algo con urgencia, tenía que ser realmente algo importante. ¿Pero qué?

Hacía una semana que había sido la boda. Hasta donde él conocía, Aidan debía estar de luna de miel con su esposa Eliane, ¿o no? ¿Por qué regresaría?

Repasó la conversación que había tenido con él. En realidad, lo había citado porque había algo urgente que necesitaba saber. No, algo que necesitaba saber nada más. Si no era Aidan... ¿entonces, quién?

–Hola, Marcos –escuchó la voz que no esperaba escuchar más. Solo en sueños.

–Mía –pronunció en voz baja y se levantó para mirarla. Estaba hermosa, con una tímida sonrisa y sus ojos grises nerviosos. Vestía jeans y un jersey que contrastaba con su cabello, ahora totalmente recogido. Contuvo el aliento cuando sintió que se perdía en la profundidad de sus ojos grises. Era amor...

–Sí... me recuerdas –comentó, recogiéndose un mechón de cabello que había escapado– ¿cómo estás?

–¿Qué haces aquí, Mía? –Marcos se sintió extraño. ¿Qué hacía ahí? ¿Venía a burlarse de él? Porque no veía otra explicación... aunque, el pensar por qué Aidan se prestaría para algo así, no le cabía en la cabeza–. ¿Ha pasado algo con Aidan y Eliane?

–No, están bien. ¿Por qué...? –Mía fue perdiendo la voz. Por supuesto, ella le había pedido a Eliane que programara ese encuentro y seguro pidió ayuda de Aidan. ¡No había sido nada fácil hacerlo sin crear sospechas! Había dado la excusa más increíblemente estúpida, pero Eliane no hizo ninguna pregunta. Era una buena hermana–. Ah... ¿tienes un poco de tiempo para hablar? –pidió.

–Me encantaría –sonrió él con educación–; sin embargo, sería mejor si lo hacemos camino al aeropuerto. Mi vuelo sale en unas horas... –explicó.

–Oh –Mía sintió una enorme punzada de decepción. ¿Qué había esperado? ¿Qué él se quedara por siempre ahí? ¿Por qué lo haría? ¿Por ella? ¡Qué absurdo! No tenían nada ni nunca lo tendrían.

Pero... secretamente, lo había esperado. Hacía una semana que había sido la boda y Marcos seguía ahí. ¡Eso debía significar algo! –pensó– y ahora, solo se daba cuenta que él estaba a punto de irse. ¿Por qué había esperado tanto para buscarlo? ¡Claro! Porque no tenía nada que decir, nada que pudiera ofrecer... y aun así, era lo suficientemente egoísta como para querer verlo por última vez. Siempre.

–¿Vamos? –él continuaba mirándola, con cortés indiferencia.

Mía se sintió repentinamente inoportuna. ¿Acaso Marcos ya la había borrado de su mente? ¿Por qué se comportaba así? ¿Tan pronto? ¡Qué tonta! ¿No sería lo mejor? ¿Por qué rayos importaba tanto?

–¿Mía? –sus ojos azules fijos en ella, tratando de leer las emociones que tan bien escondía. Parecía toda una experta en ocultar lo que sentía.

–Sí, vamos –se arregló para contestar, aun cuando sentía como la cabeza le daba vueltas. Marcos... Marcos... ¿por qué seguía clavada la imagen de él en su mente? ¿Sus palabras? ¿El suave latido de su corazón? ¡Estaba volviéndose loca!

–Mía... –la tomó del brazo con suavidad. Ella lo miró, expectante– tengo mi auto por allá –explicó, conduciéndola en la dirección correcta. Luego la soltó.

Tan solo amor (Italia #7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora