El tiempo juntos cada vez parecía más corto. Mía no podía recordar la cantidad de veces que se habían despedido en el aeropuerto y que lo había encontrado en la puerta de su casa. Sin embargo, ya se acostumbraba a él y tenía que partir, ya no quería dejarlo ir. Cada vez era más difícil, pero no sabía que podía hacer. Más de seis meses así.
No era justo, lo supo cuando fueron juntos a comprar en el supermercado y había una pequeña niña ahí. Él le alcanzó algo que ella quería y sonrió. Fue la sonrisa más tierna que le hubiera visto nunca. Él quería una familia, quería una esposa e hijos de los cuales cuidar. Y ella solo le estaba dando largas, evasiones y sabía que no importaba lo que pasara, no podría decidirse. No lo haría, no podía.
Seguía siendo egoísta o lo dejaba ir. Una de dos. El momento había llegado.
–Marcos –él la miró con despreocupación– ¿sabes que no podemos seguir así, verdad?
–¿Qué si lo sé? –se puso serio rápidamente– estoy más que consciente de eso Mía, pero no sabía si tú...
–Estoy lista, Marcos –contestó– he tomado una decisión.
Marcos trató de mantener la calma, de no hacerse ilusiones y que ya sentía nacer en él. Sin embargo no pudo evitarlo. Espero con ansias que Mía siguiera.
–Marcos, eres un hombre maravilloso –inició Mía mirándole con dulzura–. No puedo imaginar a alguien que merezca más ser amado que tú. ¿Sabes? No puedo creer cuanto tiempo hemos estado juntos ya, no lo creía posible. ¡Eres increíble! Juntos... es increíble –él sonrió–; pero, no puede ser así. No eternamente, Marcos –dejó de sonreír– hemos esperado demasiado tiempo, porque quería retenerte conmigo el mayor tiempo posible. Porque eres único y pensé que tal vez podríamos... pero no.
–¿No? –Marcos la miró con aprensión– ¿qué quieres decir con no?
–Que no da para más, Marcos. Quiero que estés conmigo todo el tiempo, pero no puedo darte lo que tú quieres. ¡Lo vi en tus ojos! Lo he estado viendo en todo este tiempo. Tú quieres una familia, no quieres lo que tenemos.
–No, no quiero esto, Mía –él confirmó– pero te amo. No puedo evitarlo.
–¡Necesitas a alguien a quien amar! –Mía dijo con desesperación– y que te ame...
–¡Te amo a ti! ¿Por qué eso no es suficiente?
–Porque yo... –Mía empezó– yo entiendo que me ames, Marcos –se acercó a él– pero...
–No, no lo entiendes –Marcos la miró con sus ojos azules llenos del dolor de comprender lo que ella intentaba–. No puedo amar más a alguien que no siente nada por mí, ya lo sé. Está acabando conmigo y sin embargo...
Mía sentía que le abrumaba la tristeza. Quería decir lo que sentía pero no se veía capaz. No podía. ¿Qué tal si no resultaba? Eso lo mataría... y a ella.
–¿Qué puedo hacer, Mía? ¡Dime que hago! –Marcos la tomó de los brazos– ¿decirte que te amo? ¿Demostrártelo? ¿Seguirte siempre? He intentado todo, todo... y tú, me dejas. Simplemente decides que no puedes amarme. ¿Es eso, verdad?
Ella continuó en silencio, evitando mirarlo. ¿Cómo podía no amarlo? ¿Podía amarlo?
–¡Háblame, Mía! Tu silencio solo me hace más daño. ¿Tan poco te importo?
–Marcos, me importas demasiado. Y es precisamente por eso que... –Mía elevó sus ojos grises– no puedo mentirte. No sé qué es lo que siento. No sé si pueda amarte. No sé si sea capaz de amar alguna vez a alguien.
ESTÁS LEYENDO
Tan solo amor (Italia #7)
RomanceMarcos Ferraz soñaba con enamorarse, lo que le había conllevado variadas burlas de los jóvenes miembros de su familia. Sin embargo él no temía admitirlo, muy dentro de su corazón, sabía que la encontraría. Y lo hizo, en una boda... solo lo supo...