Capítulo 23

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"When I fall in love, it will be forever 

or I'll never fall in love"

Marcos estaba parado en el altar. Un lugar que pensó jamás ocuparía porque sentía que el amor se había olvidado de él. Ahora no lo pensaba más, porque estaba profundamente enamorado y había entregado completamente su corazón.

Era extraño. Él siempre había creído en el amor y cuando lo había sentido, lo había reconocido de inmediato. Pero su amada, no. Se había resistido y él había luchado para conseguir a Mía, la mujer que amaría el resto de sus días.

Lo gracioso de la situación era que el hombre que le servía de padrino de bodas había propiciado su encuentro. De alguna manera, la boda de Aidan y Eliane había sido el desencadenante de los sucesos más maravillosos de su vida. Le habían roto el corazón, sin embargo, así mismo, se lo habían reparado con las más hermosas palabras: Te amo.

Él hizo un breve mohín involuntario recordando lo que había costado conseguir que su Mía se las dijera y las creyera posibles. Se había preguntado cientos de veces ¿por qué le había pasado a él? ¿Amar a quien no te ama? ¿Qué tenía él de malo? Pero la respuesta fue contundente: debía ser paciente y esforzarse por alcanzar la felicidad. Merecía la pena si podía sentirse así para siempre.

Nunca había sido un hombre común y sin duda, su historia de amor se había correspondido perfectamente a eso. Él había deseado enamorarse y lo había conseguido. Había deseado una mujer a la que amar y la tenía. Ahora lo entendía, todo tenía sentido junto a ella.

Mía. Si hubiera imaginado que en menos de dos años él estaría en el lugar que estaba, en el altar a punto de casarse por un gran amor, no lo habría creído posible. No obstante lo era. Lo imposible era posible, solo por Mía.

No tenía que esperar más. Había llegado el momento. Al verla caminar hacia el altar, supo que esto era lo que había esperado. Tan solo amor. Y qué bien se sentía.


***

"When I give my heart, it will be completely

or I'll never give my heart"

Mía caminó por el pasillo, sintiendo como el corazón se desbocaba con cada paso que daba. Más cerca de la gloria, del amor y de la felicidad. No se suponía que debía ser así, no de nuevo ni con más intensidad. Habían sido años lamentándose, pensando que el tiempo curaría heridas que jamás sanarían y que no podrían ser causadas de nuevo. Se equivocaba, totalmente. El tiempo no curaba heridas, el amor sí.

Bueno, hasta hace unos meses, ella se habría reído de esa conclusión, o al menos, habría asegurado que con ella no funcionaría y ese era el fin de la historia. Pero seguía equivocada. ¡Oh sí! Cuan equivocada estaba.

Todo era culpa de su hermana, su vida había dado el giro más grande y sorprendente por el hecho de asistir a esa boda. Marcos... Ahí lo había visto por primera vez, en el altar, parado con expresión ausente, totalmente diferente a la enorme sonrisa que iluminaba su rostro ahora. Contuvo el aliento ¡Cómo estaba tentada de correr a sus brazos! Lo amaba demasiado, más de lo que la razón creía posible y concedía; pero ella no era quien para discutir con el amor y su lógica, eso había aprendido en esos meses al intentar renunciar a Marcos. Sin embargo no lo logró, y Dios, como daba gracias por eso.

Ese era el lugar donde debía estar, en la boda de sus sueños, camino al altar junto al hombre que amaba. Aquel que había hecho que lo imposible fuera nada y se había burlado de su convicción de no poder amar nunca más. Había pagado indiferencia con amor, incredulidad con más amor y amor con incondicional amor... solo él.

Era su boda. Era su vida y este era el final feliz que merecía ese capítulo para iniciar uno nuevo, en el que Marcos no estaría ausente ni un solo día. ¿Podía pedir más?


***

"At the moment, I can feel that. You feel the same way too

Is when I fall in love with you"

Mía fue entregada por su padre, quien le dio un beso en la mejilla y la dejó junto a Marcos, en el altar. Los dos sonrieron, mientras él tomó su mano y la besó. Mía suspiró, perdiéndose en las profundidades azules que se iluminaban con amor al contemplarla a su lado.

Sus votos fueron espontáneos, o al menos así lo sintieron ellos y eso era lo importante. Ni siquiera notaban que los rodeaban su familia y amigos, en ese instante, solo existían los dos, prometiéndose amor para toda la vida. Para siempre.

Marcos la besó con ternura, con todo el amor que sentía rebosar en su corazón y la felicidad que transmitían sus brazos, al estrecharla contra él. Poco importaban los aplausos, miradas o risitas... era su boda, su esposa y su vida. La nueva vida que construirían juntos.

Mientras bailaban su primer vals como esposos, Mía no pudo dejar de sonreír mientras recorría con sus ojos grises el rostro de su esposo. Marcos era perfecto y era solo suyo. Lo sería para toda la vida, porque ella no sería capaz de dejarlo jamás. Y, aunque eso debería aterrarla, hacía que se sintiera aún más segura de lo que había decidido y el momento que estaba atravesando en su vida.

–¡Felicidades, Marcos! –Danaé lo abrazaba con una enorme sonrisa reflejada en sus ojos dorados–. Estoy tan feliz por ti, finalmente encontraste lo que buscabas.

–Lo sé. ¿No soy el hombre más afortunado del planeta? –Marcos miró a través del salón, hacia Mía que estaba con su familia–. Nunca pensé que la encontraría, realmente lo deseaba pero no lo creía posible.

–Todo es posible –Danaé soltó con ojos brillantes de emoción– todo, Marcos.

–Sin duda alguna –él le pasó un brazo por los hombros–, ¿sigues igual o más enamorada? –rió cuando ella puso los ojos en blanco.

–¿Tú qué piensas? –inquirió con un toque de sarcasmo.

–Que Alex tiene mucha suerte –contestó Marcos y se ganó un beso de Danaé.

–Aquí te lo dejo –Danaé sonrió a Mía–. Felicidades Mía, les deseo todo el amor del mundo.

–Toda la felicidad, cariño –corrigió Alex con una sonrisa, llegando junto a Danaé.

–No, todo el amor porque él les traerá felicidad, Alex.

–Gracias por sus buenos deseos, a los dos –Marcos rió pasando su brazo por la cintura de Mía– quiero bailar una vez más con mi esposa.

–Pero ya bailamos, Marcos –se quejó Mía en broma.

– Lo sé, pero me encanta tenerte en mis brazos –contestó él en su oído y la llevó hasta el centro del salón.

–Todos nos están mirando –Mía suspiró– nunca podré acostumbrarme.

–Es nuestra boda, es lógico que nos miren –aseveró él– en adelante, no será más así.

–Estás en un error, siempre será así –ella se encogió de hombros, con resignación.

–¿Por qué lo dices? ¿Piensas postularte para algún cargo público? –se burló.

–No, pero a tu lado Marcos, es imposible que no sea el centro de atención. Tú eres un imán de atención. Muy atractivo.

–¿Te parece que soy atractivo? –sonrió Marcos complacido.

–Extremadamente –Mía asintió– e irresistible.

–Me alegra que lo veas así, no quiero que mires a nadie más mientras estés conmigo.

–¿Eres celoso? –Mía sonrió, traviesa–. No tienes por qué. Contigo a mi lado, los demás desaparecen.

–¿No te dije yo alguna vez algo parecido a eso? –Marcos ladeó su cabeza.

–Probablemente, pero lo citaba porque lo siento igual.

–¿Ahora lo ves? –él sonrió– me amabas aún antes de saberlo.

Mía no tenía como rebatir ese argumento e hizo lo único que podía hacer. Lo besó.

Tan solo amor (Italia #7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora