Capítulo 12

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Marcos esperaba impaciente a que Mía saliera de la habitación. ¿Qué tan difícil podía ser encontrar algo que ponerse e ir a su casa para tomar el té con sus padres? Él sabía que sería un poco difícil, pero no tanto. No quería que se retrasaran, sin embargo estaba seguro que si preguntaba una vez más, saldría con más que unos cuantos regaños.

–¡Deja de caminar de esa manera, Marcos! Me pones nerviosa –escuchó que decía Mía y él puso en blanco los ojos, contando mentalmente para no replicar–. ¿Sigues ahí?

–Sí, Mía –suspiró con impaciencia– y si... –se detuvo, a tiempo.

–¡¿Y si, qué?! –gritó Mía exasperada. Él se giró hacia la puerta y la encontró mirándolo, con expresión divertida. Quiso matarla–. ¿Me esperabas?

–Estás hermosa –contestó, porque era lo que miraba y porque no quería ninguna pelea. La tensión del momento era suficiente.

–Gracias, Marcos –Mía sonrió, complacida. No había usado el vestido aún, porque Marcos usaba ropa casual y ella optó por un suéter, falda y botas.

–¿Vamos? –pidió, extendiendo la mano. Mía asintió y salieron hacia la reunión con los padres de Marcos, en su casa.

Mía trató de reprimir la sorpresa ante la casa de Marcos. Si eso era una casa, no podía imaginar cómo sería la que él llamaba la "Mansión Ferraz". Esta que contemplaba era enorme, hermosa e imponente. ¡Estaba perdida!

–Todo estará bien –pronunció él en su oído, cuando Mía apretó con fuerza su mano–. No dejaré que te coman viva, lo prometo –bromeó. Ella no reaccionó.

–Creo que no es una buena idea, Marcos... –dijo en cuanto la puerta se abrió y entraron. No lo sería, pero ya estaban ahí. Los esperaban Rose y una hermosa mujer, de ojos y cabellos idénticos a los de Marcos. Sin duda, era su madre.

–Mamá, ella es Mía –se acercó Marcos a hacer las presentaciones luego de saludarlas–. Mía, es mi madre, Mandy –explicó. Mía trató de componer una sonrisa y se acercó despacio. Extendió la mano, sin embargo ella la envolvió en un cálido abrazo. Mía suspiró de alivio.

–Es un gusto, señora Ferraz –soltó Mía –. Gracias por la invitación.

–Tenía grandes deseos de conocerte –dijo Mandy con una sonrisa sincera–. Ven, siéntate con nosotras. Estamos esperando la llegada de mi esposo, Stefano.

–¿Cómo estás, Mía? –preguntó Rose, quien estaba inusualmente callada–. ¿Disfrutas tu estancia en Italia?

–Bastante, gracias –asintió Mía, mirándola con interés– su país es bellísimo.

–Lo es –intervino Marcos con orgullo– Italia es uno de los mejores países.

–De acuerdo, pero el mío... –empezó a decir Mía y se detuvo. Todos miraron a la puerta y ella hizo lo mismo. Contuvo el aliento y se puso nerviosa nuevamente. Aquel hombre guapo, frío, de apariencia seria y arrogante, tenía que ser el padre de Marcos.

–Buenas tardes –saludó Stefano entrando con calma. Besó a su esposa brevemente y dirigió una mirada rápida hacia Marcos y Mía. Saludó con Rose y esperó que Marcos hablara. Él hizo las respectivas presentaciones.

–Padre, ella es Mía –trato de evitar una mueca al sentir la mano de Mía casi romperle la suya del apretón que le dio–. Mía, él es mi papá, Stefano.

–Mucho gusto, señor Ferraz –saludó automáticamente Mía, extendiendo su mano ante el hombre cuya mirada fría hacía que se le helara la sangre. Era extremadamente atractivo y arrogante, lucía como una persona que miraba a todos por sobre su hombro.

Tan solo amor (Italia #7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora