Capítulo 9

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–¿Por qué tardaste tanto? –entró Rose, haciéndolo a un lado. Él puso los ojos en blanco– ¿aún duermes?

–¿Es muy tarde? –preguntó, notando demasiado tarde el desastre de la sala que, obviamente, su perspicaz hermana ya había visto–. Imagino que estaba cansado. Por eso es que no fui al concierto.

–¡Ni empecemos con eso! –siseó Rose con furia–. Por tu culpa, he tenido que soportar al fastidioso de Ian Torrenti. ¡Odio a ese pomposo conde!

–Duque –corrigió Marcos y ella lo asesinó con la mirada–. ¿Qué pasó?

–¡No hagas que te cuente! –Rose gruñó y a continuación esbozo una sonrisa perversa–. ¿Qué ha pasado aquí, hermanito?

–Nada que te incumba, hermanita –retrucó él con una mirada de advertencia.

–¿Aún sigue aquí? –Rose rió y empezó a mirar alrededor–. ¿Quién es? –sus ojos se clavaron en la puerta de la habitación de él–. ¿Está en tu habitación?

–Rose, detente –Marcos la sostuvo cuando ella caminaba hacia ahí–. Es mi departamento y es mi vida. ¿Puedes respetar eso?

–Puedo –asintió ella– pero no lo haré. ¡Por eso me evitabas! Tienes a alguien aquí y tú no querías que nadie más lo supiera ¿por qué?

–Hermanita –Marcos estaba a punto de perder la paciencia, sin embargo contó mentalmente hasta tres y continuó–: ¿por qué si tuviera a una mujer aquí haría que ella esté en mi habitación y yo en la sala?

–Exacto –concordó Rose omitiendo el sarcasmo de Marcos– ¿por qué lo harías? ¿Quién es ella?

–¡No es nadie, Rose! –Marcos empezó a perder la compostura–. Realmente estás insoportable. ¿Por qué no interrogas a tu duque y me dejas tranquilo?

–¡No seas idiota, Marcos! –gritó Rose con enfado–. No es mi duque y... –se calló al mirar la cara de Marcos. Escuchó que la puerta se deslizaba de vuelta a su lugar, cerrándose con un clic. Giró para mirar quien era.


***

Mía había estado durmiendo como no recordaba dormir en años. Sin pesadillas, sin sueños extraños ni recuerdos tristes. Simplemente logrando un descanso que no había tenido antes. Era una sensación deliciosa, que se vio interrumpida por los gritos de alguien. En realidad, al principio pensó que estaba soñando. Se levantó, desorientada. No tenía la menor idea de donde estaba ni de quien era esa habitación. ¿Qué hacía ahí?

De a poco, abrió los ojos completamente y se le aclaró la mente.

Marcos... Había ido a buscar a Marcos a Italia. Estaba en su departamento. ¡En su habitación! –se alarmó Mía– ¿qué hacía ella en su habitación? No había pasado nada, ¿verdad? Ella no recordaba nada que... Solo quedarse dormida en el sofá. Y él, al parecer, le había cedido su cama. Porque ella estaba segura que su sueño no fue interrumpido, por tanto él debía estar en la sala.

La voz que escuchaba era de Marcos. La otra voz... femenina.

¿Acaso Marcos tenía una novia? ¿Había mentido?

Porque de lo contrario, ¿quién iría tan temprano a su departamento y, para colmo, gritaría?

Mía sintió que repentinos temblores la recorrían y sus ojos se inundaban de lágrimas. Marcos no podía haber mentido tan descaradamente, ¿cierto? Él no. No podía.

Respiró profundamente y decidió que lo mejor era salir a confrontarlo. Si él estaba jugando con ella y alguien más, tenía que saberlo y que la otra mujer también lo supiera.

Tan solo amor (Italia #7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora