Dejó a Mía en el hotel y él se dirigió a su departamento, después de todo, en una hora debía recogerla y ella estaba desesperada ya. Se cambió lo más rápido que pudo, evitando pensar en lo que había hablado con su padre, aun cuando sabía que las palabras de Stefano Ferraz siempre se quedaban en su cabeza, insistentes.
Más tarde –repitió entre dientes, cuando un pensamiento negro lo asaltó–. No ahora.
Al mirarla salir, se quedó sin aliento. Estaba preciosa, elegante y sonrojada. Él se sentía el hombre con más suerte del mundo al tener de su brazo a tan hermosa e inteligente mujer. ¿Era posible que fuera solo de él? ¡Algún milagro debía existir!
–¿Por qué me miras así? –Mía se quejó, poniendo la cabeza entre sus manos– ¿tan mal me veo? ¡Me siento inadecuada sin necesidad de que me mires así!
–¿Mal? –Marcos arqueó una ceja, incrédulo–. Te ves preciosa, Mía. No creo que haya nadie más hermosa que tú esta noche.
–Eres un exagerado y eso no es cierto. No soy ni la mitad de hermosa que cualquier mujer de aquí.
–Eres aún más hermosa –contestó él– y ni siquiera me fijaría en nadie más contigo a mi lado. Tienes toda mi atención.
–Eso espero –Mía lo miró atentamente–, porque estás extremadamente guapo y no pienso compartirte esta noche.
–¿Solo esta noche? –se burló él, con una sonrisa de satisfacción en su rostro.
–No contestaré eso para satisfacer tu ego masculino –soltó Mía y luego de pensarlo un momento, rió–. ¿No me salió convincente, verdad?
–No mucho –rió Marcos y la miró–, pero puedes intentarlo de nuevo, haré de cuenta que lo dices por primera vez –concedió.
–¿Por qué no te encontré antes? –preguntó, más para sí misma, sin siquiera ponerse a pensar en el significado de sus palabras–; es decir, si alguien me hubiera dicho que existía un hombre como tú, no lo habría creído. ¡En verdad Marcos, eres irreal!
–Si sigues diciéndome eso, empezaré a pensar que desapareceré en cualquier momento –dijo él, serio–. ¿Sabes que solo soy un hombre con errores y todo, cierto?
–¿De verdad? ¿Puedo ver algo así? –pidió Mía, burlona–. Sería un espectáculo.
–¿Qué? ¿Qué cometiera un error o que dejara de ser irreal?
–Las dos... ninguna. No lo sé –Mía se sentía confusa– ya ni sé por qué lo dije. Es solo que... en verdad no sé cómo te encontré.
–Yo te encontré –corrigió Marcos con una sonrisa– y siempre te encontraré –Mía sonrió y él estacionó él auto–. Hemos llegado.
Se bajó del auto y la ayudó a ella. Le ofreció el brazo y caminaron hasta el local de la fiesta de Aurora. Mía respiró hondo, dispuesta a conocer a los demás con una sonrisa.
–¡Marcos! –escuchó la voz de Beth, salir entre la multitud– ¿cómo estás? –preguntó, dirigiendo una fugaz mirada y sonrisa a Mía– ¿Y Rose?
–¿Sabías que no es amable interrogar a los invitados, y más cuando aún no te presentan? –Marcos dijo con una gran sonrisa, besándole la mejilla.
–¡Ay mi sobrino! –rió Beth y esperó que la presentara–. ¡Mía! ¿De dónde saliste?
–¡Elizabeth! –gritó Marcos regañándola–. Hoy no es el momento, venimos de la casa de mis padres –pidió.
–¡Oh, conociste a Stefano! –exclamó Beth, con una sonrisa compasiva–. No dejes que te intimide, es un buen hombre solo algo...
–Lo sé –cortó Mía intentando sonar tranquila– ya ha pasado.
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Tan solo amor (Italia #7)
RomanceMarcos Ferraz soñaba con enamorarse, lo que le había conllevado variadas burlas de los jóvenes miembros de su familia. Sin embargo él no temía admitirlo, muy dentro de su corazón, sabía que la encontraría. Y lo hizo, en una boda... solo lo supo...