Capítulo 18

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–Alessandra ha venido a pedirme consejo sobre André –Mía lo miró instantáneamente–. Es la novia de mi tío André, ¿lo recuerdas?

–¿Qué? Pero tú dijiste... ella... –Mía se dio cuenta que, efectivamente, había sacado conclusiones prematuras y ni siquiera lo había dejado explicar nada–. ¿No es nada tuyo?

–No. En el sentido estricto, una amiga apreciada. Es una buena persona si te das el tiempo de mirar más allá –regañó con una pequeña sonrisa y le pasó la mano por el rostro–. Está preocupada, y Alex no está, quien como tú sabes, es el mejor amigo de André. Por eso ha acudido a mí.

–Entonces, tú... –Mía suspiró, aliviada– pensé que me habías olvidado. Me asustaste.

–Lo hice, Mía –Marcos le dirigió una mirada intensa–. Hice lo que tú me pediste.

–¿Qué? ¿Significa que ya no me amas?

–¿Tú me amas? –preguntó él, evitando contestar.

–Marcos, yo –Mía cerró los ojos con desesperación. ¿Y qué si él ya la había olvidado? ¿Sería tan malo que no la amara? Bueno, sería su perdición. Marcos...

–Tú... ¿qué? –inquirió él, impaciente– ¿qué haces aquí, Mía? Pensé que decidiste que lo mejor era seguir nuestros caminos separados.

–¡Estaba equivocada! Claro que lo pensé, pero... estaba equivocada –miró al suelo.

–¿Equivocada? ¡Finalmente! –dijo Marcos. Ella lo miró–. Admites que yo tenía la razón y me amabas aún antes de saberlo.

–Yo no he dicho eso –rebatió Mía, sin embargo mientras lo hacía se acercó a él y lo abrazó. Le pasó la mano por la mejilla y suspiró–. Te extrañé.

–¿Realmente? –Marcos se negaba a creer que esto fuera real. Podía ser un sueño. El más maravilloso de los sueños– ¿por qué me lo dices ahora?

–Es un buen momento para hacerlo... como cualquier otro.

–¿Eso es lo que dirás?

–¿Decepcionado?

–Un poco... –él apoyó su frente en la de Mía.

–¿Puedo añadir algo más?

–Siempre... –Marcos puso su mano detrás de la cabeza de ella.

–Te amo –añadió Mía y elevó sus ojos grises hasta encontrar los ojos azules de él–. Te amo, Marcos Ferraz y pensé que tenías que saberlo.

–Lo pensaste... y acertaste –murmuró él mientras atrapaba sus labios con vehemencia.

Marcos tomó la maleta y la llevó hasta su departamento. Tenían muchas cosas que aclarar aún y otras tantas que hablar, pero por el momento, había sido demasiado tiempo lejos y querían reencontrarse en cuerpo y alma.

–¿Sabes que estaba a punto de perder la esperanza de que escucharía esas palabras de tus labios? –susurró Marcos con una sonrisa, pegando sus labios a la frente de Mía–. Te amo, Mía. Siempre te amé.

–Y yo a ti. No puedo creer que casi te perdí...

–No más. No lo permitiré.

–¿Estás dispuesto a casarte conmigo?

–¿Me estás proponiendo matrimonio? –se separó Marcos, riendo.

–¿Qué te parece a ti?

–Qué eres tú quien debe tomar las cosas con calma ahora –la besó la punta de la nariz y se separó–. Iré a prepararte algo de comer.

Tan solo amor (Italia #7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora