Él nunca había sido de las personas que se rendían con facilidad ante los retos. Los enfrentaba y los superaba. Ese era Marcos Ferraz y, en el reto más grande de todos y por tanto, el más importante, no iba a rendirse. No lo haría.
Si Mía no venía a él, él iría a ella. Así de fácil. No tenía ni idea de dónde quedaba el lugar en el que ella vivía, pero podía encontrarla. Y lo haría.
Reservó un vuelo para el día siguiente a la fiesta de la prima de Danaé, Aurora, quien era parte del grupo que formaban desde niños. Además, Danaé también se despediría en esa fecha y era un buen momento para partir. Lo dejaría todo preparado... sin embargo, una vez más, supo que su gemela estaba vigilando estrechamente.
–Rose, realmente deberías dejar de espiar –gritó Marcos, aparentemente a la nada, aunque una sombra se adivinaba a través del umbral de la puerta. Él sonrió– sé que sigues ahí.
–¿Por qué? –Rose mostró su cabeza con rizos rubios alborotados– ¿cómo me descubres siempre hermanito?
–Porque he vivido toda mi vida contigo. Incluso antes de mi nacimiento, nunca me dejaste tranquilo –se burló él y Rose resopló.
–No es cierto, Marcos –negó, con una sonrisa– tú fuiste quien se entrometió en mi vida. Y yo quiero meterme un poquito con la tuya. ¿Por qué no puedo?
–Porque ya te has entrometido lo suficiente –Marcos se levantó y se dirigió despacio hacia ella. La tomó de los brazos con suavidad y la retiró de su camino–. Debo irme.
–¡No! –ella hizo un ademán de moverse, pero aún se encontraba prisionera de los brazos de su hermano– ¿por qué no me dices qué tanto haces?
–¡Porque no es de tu incumbencia, Rose! –Marcos la miró directamente– y realmente, necesito que esta vez me dejes hacerlo a mi manera.
–Pero si yo... –empezó y él negó.
–Eso significa: SOLO –repitió con fuerza–. No quiero que espíes lo que hago –pidió y Rose asintió–: promételo –ella negó–. Rose... –amenazó.
–Bien, lo prometo –dijo de mala gana y él sonrió.
–Gracias hermanita –la besó en la frente y salió con rapidez. Los dos sabían que Rose no mantendría esa promesa y Marcos no era ningún ingenuo como para no salir corriendo mientras pudiera.
La suerte estaba de su lado. El auto de su padre bloqueaba al de Rose. Eso era lo que él llamaba un aviso de que el destino estaba a su favor.
No por mucho, estaba consciente, pero aprovecharía la ventaja. Aún tenía muchas cosas que hacer antes de ir a la Mansión Ferraz para la fiesta de bienvenida a Danaé. Demasiado tiempo sin verla, y en las escasas oportunidades que habían hablado, no había podido adelantar nada. Sería una sorpresa. ¡Inevitablemente enamorado!
Un par de horas más tarde y muchos escapes después, Marcos se encontraba llegando a la Mansión Ferraz, en la que se avistaban ya muchos rostros conocidos. Trató de mostrar su mejor sonrisa para evitar cualquier suspicacia, aún cuando sabía que sus esfuerzos serían en vano. Rose no tardaría en inventar toda clase de historias sobre sus misteriosas salidas y sería blanco de grandes interrogantes.
No obstante, como punto a su favor, la expresión que llevaba Alex sería su gran salvación, así como el extraño humor en que últimamente se encontraba.
Él sonrió internamente, sabiendo que Alex estaba tan enamorado de Danaé y no lo aceptaba. No pensaba que lo haría tan fácil, de cualquier manera. Y esa era una buena distracción para todos, sobre todo porque Alex se encontraba saliendo con Aurora, según había escuchado rumores.
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Tan solo amor (Italia #7)
RomanceMarcos Ferraz soñaba con enamorarse, lo que le había conllevado variadas burlas de los jóvenes miembros de su familia. Sin embargo él no temía admitirlo, muy dentro de su corazón, sabía que la encontraría. Y lo hizo, en una boda... solo lo supo...