¿Una boda? Marcos sintió como si de pronto se quedara sin aire. Totalmente. Un golpe directo al pecho. Aniquilador.
Con la magnitud de la revelación, ni siquiera notó que Mía hablaba en pasado. Marcos solo podía escuchar el sonido de su corazón, rompiéndose.
Ah... así se sentía tener un corazón roto, que... novedad.
Mía no sabía que había esperado que él dijera, pero que se quedara callado, con esa expresión ausente... bueno, evidentemente le había dolido. Mucho. Ella sabía que lo dañaría, sabía que siempre sería así. ¿Por qué lo había buscado? Debió evitarlo, si realmente lo amara, ella... pero no pensaba que lo amaba. No creía que fuera posible, y aun cuando lo había considerado, no podía ser amor. No al menos amor verdadero... ¿cierto?
–Marcos –susurró Mía, tomando la mano que él tenía sobre la mesa– lo siento.
Él clavó en ella sus ojos azules, extrañado. Sacudió la cabeza y esbozó una pequeña sonrisa, como si pensara que todo era una pesadilla y despertaría en cualquier momento. Suspiró y se levantó, retirando su mano. Mía pensó que la soltaría indefinidamente, sin embargo él extendió su mano de nuevo, para ayudarla a pararse y la estrechó firmemente. Salieron tomados de la mano y durante el trayecto al aeropuerto, a unas cuadras, no dijeron una sola palabra.
–¿Qué pasó? –inquirió Marcos, de pronto. La giró para tenerla de frente, en medio de uno de los pasillos del aeropuerto. Mía lo miró, interrogante–. ¿Por qué no te casaste?
Mía lo había esperado, por eso nunca hablaba de ello. No le gustaban las preguntas ni la compasión. Y ni que decir de la incomodidad. Sí, con ese tema, había recibido muchas reacciones por lo que, al año de los acontecimientos, decidió dejar de hablarlo. Absolutamente todo. Ninguna referencia hacía él.
–Es complicado de explicar –empezó, como siempre lo hacía. Pero se detuvo. Él era Marcos. El hombre que decía amarla y que, si ella le daba crédito, también afirmaba que no dejaría de hacerlo nunca. Así que, debía decirle la verdad. E iba a doler–. ¿La verdad? Es muy simple, Marcos –Mía lo haló de la mano para que se sentaran en unas sillas, alejadas del tumulto y ruido–. Fueron varios años juntos, nos amábamos mucho y decidimos dar el siguiente paso. Estábamos tan felices –recordó, esbozando una sonrisa de nostalgia– y...
Marcos le pasó la mano por el rostro. Mía se detuvo y humedeció sus labios, inconscientemente. Él se levantó y le dio la mano. Ella no entendía por qué se había incorporado, pero... su vuelo estaba a punto de salir, escuchó en la llamada.
–Debo irme... –lamentó él con una sonrisa triste– no tengo mucho tiempo más.
–Lo sé –Mía asintió–. De todos modos, es una larga historia –se encogió de hombros.
–Bien, tendrás que contármela completa –pidió él, estrechándola entre sus brazos–. Te extrañaré, Mía.
–Yo... Marcos... –ella le pasó los brazos por la cintura y deseó que él jamás se fuera de su lado.
–Regresaré –dijo él y bajó la cabeza hasta su altura–. Lo prometo –susurró contra sus labios y los atrapó con ternura y urgencia. Mía le correspondió con todo su ser, como si hubiera sido lo más natural hacerlo, como si lo hubiera estado haciendo toda la vida. No quería que la olvidara.
Él la alejó de sus brazos muy despacio, como si sintiera que al hacer algún movimiento brusco, ella desaparecería o huiría de él. Fijó sus ojos azules en los grises y sonrió. Con esa sonrisa que ella ya añoraba, con esos ojos llenos de ilusiones y promesas y con el corazón reflejado en ellos.
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Tan solo amor (Italia #7)
RomanceMarcos Ferraz soñaba con enamorarse, lo que le había conllevado variadas burlas de los jóvenes miembros de su familia. Sin embargo él no temía admitirlo, muy dentro de su corazón, sabía que la encontraría. Y lo hizo, en una boda... solo lo supo...