« (5) Ella Era Azul, Pero Me Equivoqué »

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Con cambio hermoso de portada c:

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En la mañana había recibido mensajes de Juvia, no los quería leer. Anoche estuvo ebrio, recordaba lo que conversaron; él le cortó al molestarse con ella no había escuchado la canción durante todos estos días. Sabía que era un enojo absurdo, pero por el momento no quería contestarle hasta que se le pasara, luego lo haría. Tampoco deseaba causarle desesperación ni falsas señales de una pelea. No se tomaría tres horas, primero terminaría una clase y durante el receso se acostaría en el césped del patio de atrás de la universidad.

Cuando llegó el minuto, colocó la mochila en el pasto usándola como almohada, recostando la cabeza. Sacó su celular metiéndose a la aplicación. Se mordió el labio, no quería hablar aún con Juvia, lo haría después de sacarse el poco de enojo que le quedaba. Existía una persona a la cual no le hablaba hace muchos días y de seguro se enojaría.

Gray:
«Hey!»
10:10

Erza:
«¿Cuántos siglos han pasado para que me hables, mal amigo?»
10:10

Gray:
«¿Puedo llamarte?»
10:11

Erza:
«Sí c: »
10:11

Y la llamó desde la misma aplicación sin antes colocarse los audífonos.

—Hola, tanto tiempo. —dijo Gray observando las nubes despejar un tanto el cielo azul.

—Esa voz suena desanimada, ¿qué te pasó? —lo notó enseguida. Gray soltó un suspiro resignado.

—Anoche me molesté con Juvia, fue tonto de mi parte —procedió a explicarle—. Sólo quiero que se me pase el enojo y hablar con alguien, apenas y conozco a mi compañero de cuarto y a la lesbiana de mi vecina.

— ¿Qué puedo decirte?, tú lo has dicho, su pequeña pelea no tiene sentido —desde el otro lado, Erza se acarició el cabello—. Sólo te queda hablarle, sabes que Juvia se desespera si no lo haces, piensa lo peor de lo peor.

—Lo sé.

— ¿Y cuál fue la canción que le dedicaste?

—No la conocerías.

—Oh, de acuerdo, luego le preguntaré a Juvia si es que la escuchó —sus palabras lo callaron—. Fue una broma, estoy segura que lo hizo y por eso te envía tantos mensajes.

— ¿Lo crees?

—Pues, claro —asintió sonriente—. Recuerdo cuando tú la buscabas, ahora ella te busca. Ustedes se aman, una pelea absurda no les hará terminar.

—Me hace bien hablar contigo —sonrió, le encantaría más tenerla a su lado, pero si lo analizaba, era mejor tenerla lejos por los golpes y su mal genio—. Hablemos de tu vida, señora Fernandes, ¿qué tal la vida en Estados Unidos?

— ¡De lujo! —alzó la voz casi rompiéndole los tímpanos— Compraría de todo acá, pero es imposible, no somos tan millonarios.

— ¿Aún no me harás tío?

—Mientras estudie y tome pastillas antibebés, es totalmente imposible —se encogió de hombros coloreando los pómulos. Su voz se transformó más tímida—. Bueno..., Jellal me ha insistido con el tema.

—Vaya, así que Gerardo tenía pantalones.

—Siempre los trae.

—Nunca se los vi.

『Mi Mariposa Azul; Libro 2』«Gruvia; a.u»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora