Capítulo 1

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-¡Vamos Elliot! ¡Levántate!

La voz de Ivar sonaba tan estúpidamente ronca como siempre, abrí los ojos a petición suya y vi que los nuestros ya estaban casi todos desayunando, a excepción de algunos que estaban desperezándose.

-¿Qué quieres Ivar?

-¿Acaso no es obvio? Quiero que te muevas y te prepares, hoy es el gran día.

Cuando decía "gran día" en realidad se refería al trabajo de cada día, solo que en este se ganaba más. Nuestros espías nos informaron de unos nobles que pasarían por el Sendero del Errante, y como no, íbamos a robarles, si soy un bandido por lo menos espero ganarme el título, la gente normal no lo entendería, es honor entre ladrones.

-Ya voy... maldición –dije para mis adentros-.

Me levanté como pude y me senté al lado de mi gran amigo Tahiel. También era el único que tenía un asiento libre a su lado.

-¿Preparado?

-Por supuesto.

-¿Estás seguro de querer esta vida? Eres muy joven para desperdiciarla robando a nobles.

-Solo soy un año menor que tú, además, tengo 17 años y ya tengo edad para decidir qué hacer con mi vida.

En eso no se equivocaba, lo justo sería que cada uno pudiera elegir la vida que quiere tener, y después de todo Tahiel sabía al peligro que se exponía, así que todo es cosa suya.

-Tú mismo.

Él continuó comiendo cuando lo dejé y yo me cogí un cuenco, el cual solo tenía arroz blanco, que gran desayuno. Pegué un soplido a modo de desesperación.

-¿Qué te ocurre esta vez? –Preguntó Ivar-.

-¿Por qué arroz blanco otra vez? ¿Es que no hay más comida en el mundo o qué?

-¿Algún día dejarás de quejarte? Yo no pedí tener un sobrino tan quejica como tú.

-Ni yo a un tío que ni siquiera sabe lo que es una ducha.

-Cállate mocoso, o te echaré a los perros.

Gire los ojos a modo de desprecio, a pesar de todo él me quería, creo.

-¿Cuándo pasará ese carruaje lleno de nobles?

-Supuestamente al medio día.

Aun quedaban 2 horas, y parecía que serían muy largas. Me senté al lado de Tahiel, otra vez, con el cuenco de arroz blanco en la mano.

-¿Os lleváis siempre así de bien tu tío y tú?

-Solo cuando estamos de mal humor.

-Todos los días –dijo un chico que estaba enfrente nuestra de unos 30 años, igual de viejo que mi tío-.

-Tú te callas John –dije entre risas-.

-Jura que no es verdad.

-Pues... -me quedé dubitativo-. No tengo porque jurar nada ni demostrar nada.

Mientras, decíamos esto con una sonrisa en nuestra cara y nos medio reíamos todos. Un desayuno con risas. Que grandes desayunos, supongo.

John se levantó y sacó su espada, y, automáticamente, me apuntó con ella.

-Sir Lake Dragon de la dinastía de los Darkest, hijo de Bellamy El Imparable y nieto del mismísimo Jefferson El Matador de Dragones, el mismo hombre que mató al Dragón de Hielo y al de Fuego –dijo imitando a un estúpido noble de nuestro mundo-. ¿Cómo osa hacerme eso? ¡Le reto a un duelo de vida o muerte!

Tahiel me tiró otra espada a mí y le apunté a John con ella, haciendo que la punta de la suya se juntara con la mía.

-¿A un duelo dice? ¿Y por qué me reta a mí? Sir Jacob Filister, hijo de Sebastián El Brazo de Hierro y descendiente de la dinastía Wolfest –dije yo imitando a otro noble-. ¡Dígamelo enseguida! ¡Lo ordeno!

-¡Por cometer la mayor de las atrocidades de todas! ¡No servir vino en la cena!

Sí, hasta este punto llegaba nuestro humor. Los otros sentados en la hoguera se reían mientras imitábamos a estos dos peleles nobles.

-¡Pues que empiece la pelea! Pero hoy no puedo pelear... porque... tengo dolor de espalda... ¡Sir Tahiel, pelé por mí!

Y le entregué la espada a Tahiel. Era obvio que lo decía con ironía.

-¡Por supuesto que peleare por usted mi señor! Porque usted es mi señor y porque.... es mi señor –dijo Tahiel-.

-Yo tampoco puedo pelear porque... a mí también me duele la espalda... Sir Dunkan –dijo, mientras, al igual que hizo Tahiel, se levantó y cogió la espada- ¡Pelé usted por mí!

Tahiel y Dunkan fingían una pelea mientras golpeaban la espada una contra la otra y al final Dunkan fingió que Tahiel lo había herido de muerte en el estómago, cosa que lo "mató".

-¡He ganado señor! ¡He ganado!

-Muy bien –dije dirigiéndome a John-. Como puede ver YO he ganado la pelea, y no quiero iniciar más peleas en un futuro, ¡así que le invitaré a una copa de vino!

-Muchas gracias Sir Lake Dragon, ¡llevaos a este mindundi de aquí que ni siquiera supo pelear por su rey!

Otro chico que estaba sentado se levantó y cogió dos copas de madera y puso vino en ella.

-Aquí tienen, mis señores.

Ambos bebíamos, no sin antes haber brindado por nosotros, hasta que John lo escupió.

-¡Este vino sabe a rayos! ¡Ha intentado envenenarme! ¡Le reto a un duelo!

Después de eso todos nos reíamos de la actuación, el mismo chico que nos sirvió nuestras copas, sirvió más a todos los que estábamos ahí, y todos brindamos una copa.

-¡Por nosotros! –Chillé poniéndome encima de uno de los troncos que servía de asiento-.

Todos chillaron y brindaron.

-¡Por nosotros!

-¡Y que les jodan a los nobles! ¡Nosotros valemos mucho más!

Todos chillaron al unísono:

-¡Sí!

Y bebimos, y bebimos, y a la cuarta copa ya paramos, no queríamos estar borrachos para la emboscada. Hoy ganaríamos algo más que unas risas.


El Rey PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora