Capítulo 5

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-Elliot, Elliot, –Tahiel había entrado con una cara de miedo a mi tienda, créeme, asustaba-. Elliot, despierta.

Pero no podía negar su petición, no creo que hubiera sido el único, ¿acaso tu lo hubieras hecho?

-¿Qué pasa, Tahiel? –Le pregunté desperezándome, este es uno de esos momentos en los que estoy harto de todo, de absolutamente todo, por difícil que parezca-.

-Es John, está hablando en el centro del campamento, los hombres se están reuniendo a su alrededor, –Tahiel parecía desesperado-, creo que quiere convertirse en el nuevo líder.

Me incorporé. ¿Nuevo líder? Tendría que ser una broma.

-¿Cómo? Ivar es el líder, él creó el grupo con mi ayuda. Llamaba perra a esa chica, pero el también es un perro que solo busca lo que le interesa.

Caí en la cuenta después de decir eso, y es que yo tampoco me diferenciaba mucho de él. Creo que nadie es diferente de él, en gran parte. Creo yo. No lo sé. Yo ya no quiero saber nada.

-Por eso, quiere quitaros de en medio, Ivar ha ido a ver qué pasaba y a intentar relajar a las masas, –hizo una pausa- esto no pinta nada bien.

Me levanté y me puse la camiseta. Sí Tahiel no mentía podría tener un problema, un gran problema, en la cual mi vida está por en medio. Pero un problema no es un problema sin una solución.

-Tú quédate aquí, Tahiel –intentó levantarse pero lo empuje contra la cama y me agache poniéndome enfrente suya-. No quiero que te pase nada. Lo último que necesito es perder a los más cercanos. Apaga la luz, si estas en peligro... chilla e iré en tu ayuda. ¿De acuerdo?

-¿Chillar? ¿Enserio?

-¿Te sabes otro modo para comunicarnos? Por qué, que yo sepa, no hay ninguno más.

Creo que me había alterado, pero solo un poco. Créeme, nunca nadie me ha visto alterado de verdad. Nadie. Ni siquiera yo.

-Vale, haré eso –me dijo, a lo que yo asentí-.

Salí de la tienda con un cuchillo, no esperarías que no llevara nada, ¿no? Si me encuentro con algún problema grave, esto me ayudará, pero ese no era el propósito del cuchillo. Me dirigí a la plaza cerca de la hoguera donde siempre comemos, el interior del campamento estaba a solo unos pasos al norte.

-Eh, despierta condesa –dije moviéndola de un lado a otro-.

Ella abrió los ojos. Cogí el cuchillo y solté las cuerdas que la ataban al mástil.

-Seguro que Ivar te dio algo de comer y beber, aguantaras –le entregue el cuchillo y le señalé al sur-. Sigue recto por el bosque, llegarás a la costa, el reino de Aqua está allí. No estás muy lejos, al amanecer habrás llegado.

La mujer me miró dubitativa, entonces le cogí la muñeca por la mano donde tenía el cuchillo. Estaba temblando.

-¿No matarás a un salvador, verdad? Los nobles tienen una deuda eterna con aquellos que les salvan la vida –dije mirando a todos lados para evitar que alguien nos viera-.

-¿Y mi hija? –Dijo con tristeza en sus ojos-.

-No puedo traerla, seguro que esta con los demás, pero estará a salvo, nuestro líder nos prohibió que la matáramos.

"O por lo menos nuestro líder de momento" –pensé.

-Quiero que me hagas un favor. Cuando llegues a tus territorios del reino de Aqua envía un ejército contra este campamento, estamos en el Bosque de la Mente.

El Rey PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora