Capitulo 25

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Todos se fueron. Decidieron dejar mi cuerpo en la veterinaria, ya que ese sería el lugar mas tranquilo y seguro. Todos me dejaron, excepto papá e Isaac. Ellos dos seguían allí. Papá no dejaba de mirarme, seguramente esperando que despierte o algo. Isaac miraba hacia el piso.
-Puedes irte, Isaac. Tienes que dormir, estaré bien- dice papá, pero Isaac niega la cabeza de forma terca.
-No me iré- susurra y ahora mira mi cuerpo.
Ya no sabia que sentir. No sabia que hacer. Me senté a observarme, tirada en la camilla metálica, sin respuesta y con el anhelante deseo de saber que hacer. La desesperación y el miedo se convirtieron en duda. Y luego la duda se disolvió, dejando a una muy desesperanzada chica, a punto de darse por vencida.
Pero eran aquellos pares de ojos los que me obligaron a tratar de seguir adelante. No podía permitirme morir, no debía ni quería abandonar a papá, dejarlo solo en este mundo dé porquería.
Y por otro lado, Isaac. Isaac, quien solo olía a tristeza y dolor. Sus hermosos ojos me miraban con una pizca de esperanza en ellos. Podía notar que deseaba que despertara, y algo dentro de mi tampoco disfrutaba la idea de dejarlo ir.
Aunque este tiempo me sirvió para darme cuenta de que Isaac era mucho más. No era un simple amigo, y ni siquiera un hermano. No, me di cuenta. Estaba enamorada de Isaac.

(Dos días después)

Es imposible. Estuve dos días tratando de solucionarlo, pero nada sirve. Y me canse de que nadie me escuche, me canse de no sentir nada, de simplemente caminar por la veterinaria. Estoy harta. Ya no tengo miedo, ya no estoy desesperada, solo aburrida.
Quiero pedirle perdón a papá, pues ya me di por vencida. No encuentro manera. Estoy sola y quiero irme de este estado. Vivir no se como, por lo tanto morir no seria una mala opción. Terminaría todo esto por fin. Pero... ¿como? ¿Como muero si ni siquiera estoy viva?

(Noche)

Lo encontré. No se como, pero pude tocarme. Yo no sentí nada pero podría solo taparme la nariz y evitar que salga aire, así me asfixiaría y moriría de una buena vez.
Me dirijo hacia allí. Mi piel esta mucho más pálida que ayer, tal vez el cuerpo no soporte estar en coma por tanto tiempo. Supongo que estoy fría, no lo se, pero me da la impresión. Iba a taparme la nariz, pero un sonido me distrajo.
-No se si deba- habla Deaton y volteo. ¿Deba que? ¿A quien le habla?
-Por favor- se escucha un sollozo. Se de quién proviene. Cierro mis ojos y siento en la boca de mi estomago un ardor que nunca antes había sentido. Me tiemblan las manos y mi pecho se mueve de adelante a atrás muy rápidamente. Frunzo el ceño y aprieto los puños al costado de mi cuerpo, clavando las uñas, aunque no lo siento. No siento nada físico, pero emocionalmente me siento una furia. Nathan. Lo destrozaría, lo mataría... si tan solo pudiese.
Fueron minutos, no, segundos los que pasaron antes de que él se aparezca por la puerta. Corro hacia él y sin pensarlo llevo las manos a su cuello, pero él sigue su camino, ignorando mi espíritu por completo. Me exasperaba saber que no podía herirlo como él a mi.
Es su culpa la miseria que estoy viviendo en este momento. Si no fuera por él, tal vez estaría junto a papá, buscando una solución al problema.
-_____- solloza él mientras se acerca a mi cuerpo. Me planto detrás y lo miro, enojada, y traicionada -Lo siento no tanto... nunca quise lastimarte-
Pero lo hiciste. Lo hiciste. Observo su nuca y siento como mis uñas arden y comienzan a alargarse, mis ojos cosquillean cambiando de color. Dejo que la ira y el enojo me dominen por completo dejándome llevar. Nathan, te voy a destrozar. Nadie me traiciona... nadie...
Mis ojos se cierran. ¿Porque? Solo siento enojo, furia. Quiero gritar, quiero matarlo, pero todo se vuelve negro.

Hija de Derek HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora