Capítulo 30

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DISCLAIMER: Los personajes que aparecen en esta historia pertenecen a Naoko Takeuchi y su obra Sailor Moon, sólo los tomo prestados para crearla.

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:::Capítulo 30: Jamás te soltaré:::

El tráfico era sencillamente horrible a esa hora del día. Había cientos de personas apostadas sobre la calle que le impedían el paso al auto y ya comenzaba a desesperarse; de continuar así llegaría tarde.

— ¿Qué diablos sucede Richard?

—Lo siento señor, es una manifestación, no creo que pueda avanzar más.

Darien miró el reloj de pulsera, eran las tres y cincuenta minutos de la tarde, el avión de Serena salía a las cuatro en punto y de continuar allí no llegaría. Se bajó del auto y corrió a través de la multitud de personas como si su vida se fuera en ello y a decir verdad así era. Cada segundo que marcaba el reloj era un momento menos que tenía para llegar al lado de la mujer que amaba y pedirle que se quedara con él.

El aeropuerto estaba igual o peor que afuera, las multitudes atestaban todo el lugar impidiéndole el paso. Darien revisó las pantallas que indicaban los vuelos y sus destinos y se dirigió hasta el mostrador de la entrada para el anden indicado. —Señorita, el vuelo hacia Italia.

—Lo siento señor, pero el avión está despegando.

—Debe detenerlo señorita, la mujer que amo y mis hijos están en ese avión, no puedo perderlos me entiende, no puedo perderlos.

—No hay nada que yo pueda hacer señor, el avión ya está despegando.

Darien miró su reloj una vez más, eran las cuatro en punto, había llegado tarde. Cabizbajo y deprimido caminó hasta la sala de espera y se dejó caer en uno de los asientos, sacando la fotografía que se tomó con los niños el día que los llevó al zoológico. No pudo contener las lágrimas que empezaron a caer por sus mejillas.

Una rosa roja apareció de pronto frente a sus ojos. El pelinegro levantó la vista y se encontró con los ojos azules de Diana, que con una sonrisa en el rostro le extendía aquella flor. Se frotó los ojos, creía que estaba soñando, pero no, frente a él estaba la niña.

—Tome esta rosa, gentil caballero, mi nombre es lady Diana Serenity Winston.

—Es un gusto conocerla lady Winston, —respondió Darien siguiéndole el juego— ¿está usted sola en este lugar?

—Oh no gentil caballero, me acompañan mis hermanos... y mi madre.

Entonces Darien levantó los ojos de su hija y miró a Serena que contemplaba la escena completamente emocionada. El pelinegro se abrazó a ella y los tres pequeños se aferraron a las piernas de sus padres.

—No pude hacerlo... —decía ella entre lágrimas—no pude marcharme.

— ¿Por qué Serena, por qué no te fuiste?

Luna OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora