Efecto mariposa.

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6:30 AM

—¿Dónde están? —Le pregunto con voz temblorosa a Leo. Mis piernas se mueven sin mi consentimiento, ya no estaba ni cerca de la franela. —Llévame a ellos.

Leo asintió.

Salimos corriendo del laboratorio de Química por los pasillos llenos de alumnos dormidos en sus propias sábanas. Se amontonaban como costales inmóviles. No saben lo que les espera, seguramente Beckendorf, Leo y yo somos los únicos que saben hasta ahora que el jurado de la Feria de Ciencias ya estaban dentro... y dos horas antes de lo previsto.
Esquivé a todos con saltos y con vueltas persiguiendo a Leo imparable.

Corrimos por las escaleras, pasamos el comedor, cruzamos las áreas verdes para llegar al edificio de la escuela donde se encontraba Beckendorf. Al entrar por esas puertas estuve más que sumida en las emociones de los demás. Demasiada gente, demasiado estrés...

—No tengo idea de donde esté Beckendorf —anunció Leo —lo mejor será barrer la zona o...

No tenía tiempo que perder. Tomé de la camisa a un muchacho cualquiera y lo jalé con fuerza, necesitaba su atención en mí de manera exigente para obtener la información.

—Buscamos a Charles Beckendorf, dime dónde está —exigí con frialdad. Al parecer entendió el mensaje a la perfección ya que tartamudeó un poco tratando de contestarme.

—M-mismo pasillo, fondo a la derecha —susurró el chico. Bufé en mi interior alejándole de mí.

"Claro," pensé con sarcasmo "como si su ubicación fuera la de un baño."

Corrí por el pasillo sin esperar a Leo. Él le agradeció al chico emparejándose a mi lado.

Es bastante obvio que el jurado había pasado por aquí, dejó marca en casi todos los alumnos: desgarramiento emocional y académico, lágrimas de ira o tristeza y alumnos preocupados. Esto no es nada bueno.

Giramos a la derecha tratando de no resbalar con el piso, a lo lejos vimos a Beckendorf. Miraba curioso la base de su proyecto. No tenía idea de lo que fuera, pero lucía muy bien todo ese anclaje se tuercas y mecanismos en perfecta unión.

Beckendorf al vernos, sonrió por amabilidad pero se veía seco y gastado en cualquier aspecto. Respiré hondo al estar a unos pasos suyos.

—¿Dónde está el jurado? —Leo me quitó la pregunta de la boca, estaba en mejor condición que yo.

—Acaban de irse, —dijo él —son como máquinas con piel humana: lo ven todo, lo escuchan todo, piensan en todo. Son una Annabeth Chase pero mejorados y perfectamente engrasados. No te ofendas.

—No lo haces.

Y la verdad era que no. Siempre he sido sistemática, con un orden y propósito pragmático en mis acciones... hasta que entra el estrés a mi flujo sanguíneo, como ahora. Que me comparen con una máquina no me ofende del todo, el único detalle con el que estaba inconforme era, en relatividad, una máquina no siente, no distingue, no tiene afecto. Es una frialdad y lejanía que nadie quisiera pasar, ni yo.

Por las caras de todos sus compañeros, se ve que el jurado no tiene pelos en la lengua y que, por mínimas cosas pueden afectar al equipo en todo.

—¿Cuál fue tu proyecto? —Le pregunté.

—Era la creación de un fertilizante a base de desechos orgánicos —explicó Beckendorf.

—¿Propósito?

—Acabar con la maleza que se crea en los alimentos orgánicos —dijo encogiéndose de hombros, pareciera que en algún momento saltaría sobre él para morderlo.

—¿En dónde se ve aplicado?

—En lo sembradíos y cultivos para el consumo de alimentos.

Sonreí de lado. Beckendorf sí que era una gran competencia para nosotros en la Feria de Ciencias.

Leo preguntó varias cosas más a las que no les presté atención, tenía una llamada entrante. Me alejé unos pasos para contestar la llamada. Se escuchan gente corriendo por todos lados y tal vez alguno que otro grito de la gente. No se escucha una voz cerca que no sean las de la lejanía, gritando y ordenando, una de esas voces era de Hazel.

"Maldita sea" era lo único que pensé.

—Listilla, —era la voz nerviosa de Percy ya que no para un saludo previo —hay un problema, al parecer a los jueces les gusta despertar antes de que canten los gallos.

Balbuceó algo sin sentido como acto estúpido. Crucé miradas con Leo, él tampoco lucía muy feliz y despreocupado de la vida. Mi mente perdió sentidos por un par de segundos tratando de recapacitar el lugar donde estoy y donde debería estar.

—¡Annabeth! —Gritó Percy al otro lado del celular, alarmando mi conciencia. —Los jueces están por acabar de revisar el primer piso. Tienes que volver al laboratorio. Ahora.

La llamada se colgó. Mi mente colapsó en estado previo al shock.

—¡Leo! ¡Vámonos, los jueces están cerca! —Volvimos a correr de regreso a nuestro proyecto sin alumno alguno a presentar.

**********

7:10 AM

¿Alguna vez escucharon del efecto mariposa?
Se dice que si una mariposa agita sus alas al ritmo justo, en el momento preciso, en el lugar indicado... puede causar un huracán a millones de kilómetros.

Es la teoría del caos.

Aunque la teoría del caos no se trata exactamente de la destrucción, sino de cómo cada pequeño cambio en un sistema puede afectar todo.
Y mi huracán fue el proyecto para que Feria de Ciencias.

Tal vez, si alguien me hubiera dicho lo que estaba por pasar ni siquiera intentaba ganar o competir. Pero no fue así. Qué tonta fui al correr al ojo del huracán para ver mi destrucción: el laboratorio de Química.

Pero me estoy adelantando un poco. Empecemos desde que entré al edificio.

La presión en los pasillos ya era lo suficiente como para saber las experiencias inéditas que pasaron algunos alumnos por los jueces.  Algunos comentan que odian los acabados o el modelo sin creatividad, otros simplemente dicen que odian todos los proyectos por ser jueves.

Lo peor de todo es que no paraban de hablar, cada palabra hizo eco en los pasillos, persiguiendo mis pies a cada paso que corría, volviéndolo un verdadero martirio.

"Muchas voces... demasiado ruido."

Llegamos al laboratorio, el cual estaba hecho un mar de personas, todas llenas de frustración. Faltaba poco para enfrentar a los jueces y para ser sincera, nadie estaba preparado. Leo se acercó al motor par verificar que los tubos estuvieran en su lugar exacto. Yo me acerqué a la cabina de vidrio, deslicé la puerta cóncava hasta cerrarla. No dejaba de pensar en la estética.

Memoricé toda la información teórica del proyecto, agregué de último momento palabras más sofisticadas que le darían un toque especial. Agarré todo mi cabello con una liga, la cual no ayudó mucho en mejor mi aspecto. Tenía hambre, cansancio, estrés y necesitaba urgentemente una aspirina.

Miré a mi alrededor, otra cosa que no me ayudó mucho, estaban preocupados los integrantes del otro equipo, incluyendo a Percy, lo cual eso es muy inusual de ver. Giré la cabeza analizando el laboratorio entero: revuelto y sin limpieza laguna. Una extraña figura estaba en la esquina demasiado inmóvil. Por un momento pensé que era una manta o algo parecido, hasta ver que estiró ambos brazos. Era Rachel, con una sudadera muy grande.

Caminó tranquila, con la mirada perdida en el suelo y los ojos llorosos. Nadie se dió cuenta más que yo. Se detuvo a mi lado, lista para hacer presencia en la exhibición del prototipo. Los segundos pasaban y con ellos nada mejoraba, cada vez se sentía el ambiente más incómodo para Leo. 

Un silencio se hizo en los pasillos, tan abrumador que acabó con toda esperanza dentro del laboratorio. Sabía a qué se debía ese perturbador silencio: los jueces estaban en camino. Respiré recordando las palabras de presentación.

El reloj marchó en cuenta regresiva, la mariposa estaba por batir sus alas.

La decisión de AnnabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora