Niñera PLV.

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Casi un año sin publicar, que vergüenza.

(Por lo que veo La decisión de Annabeth también entrará en estado de edición porque tengo más errores ortográficos que a Zeus tiene de hijos...)

Este capítulo va dedicado a todas esa personas que mandan mensaje seguir con la historia. Ell@s saben quienes son.
Gracias a ustedes, chicos.

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Necesitaba conseguir trabajo. Uno que fuera estable y con paga.

No tenía ningún título universitario o experiencia que no fuera la de La manzana de Afrodita. Y no tener trabajo era un completo caos en mi vida. Significaba más tiempo libre que pasar estudiando en casa y al mismo tiempo era interrumpida por mi familia con situaciones sin sentido. De igual forma había un decremento en mis ingresos por el simple día a día. Tomaba precauciones y en listaba toda compra realizada. Inútil. No tenía ingresos y la demanda económica de mi vida ordinaria exigía respeto.

Conclusión, buscaba un trabajo desesperada.

Y para arruinar más la cosas, Patrick difundió a los otros locales de comida del centro comercial que tenía un mal trato con los clientes hasta llegar a tener conductas erráticas y agresivas, eso era una total mentira. Sólo tenía problemas con un cliente que era prepotente y tenía la cara de imbécill llamado Logan Robinson. Pero Patrick no era de los que escuchaba explicaciones, sólo juzgaba con una mirada y sabía quién era el culpable.

Me despidió y yo debía seguir.

El mantenimiento de mi casa como forma de trabajo era una tontería, ya que al tener a Matthew y Bobby en mi vida constaba de penetrar la calma al igual que el orden de mi hogar. Los colegios locales se negaban a que una menor de edad que no tenía conocimiento alguno sobre docencia diera clases particulares de física y matemáticas a sus alumnos. Me declaraba incompetente en ese instantes de mi existencia.

Al final terminé siendo niñera de niños. Pero —porque siempre hay un pero—, no era perfecto. Los niños son grandiosamente hiperactivos y digamos que la mayoría de ellos prefieren salir al parque a revolcarse en el pasto que a leer un buen libro. Suponía que era parte de la edad y madurez mental, tener a Matthew y Bobby como hermanos era de gran ayuda para comprender un poco de la mente de un infante a pesar de que todos son distintos. Los primeros niños fueron todo un acertijo de descifrar, pero con el tiempo sabes como comprenderlos.

Esta era mi sexta vez de niñera de un niño nuevo.

Mi fin de semana inició a las tres del medio día, perdida entre las calles de Manhattan. Era viernes así que no tenía razón por la cual no acceder a pesar del minúsculo problema de que no tenía idea alguna de donde quedaba esa casa. Por error o suerte, llegué a dolorida de las piernas a un condominio cerrado de casas bonitas y clásicas. Todas con jardín, un porche, dos pisos. Eran sofisticadas, alegres.

Frente al pórtico de una casa grande y con un Prius gris estacionado llegué a la casa correcta. Tras varios segundos se abrió dejando ver a un hombre de camisa amarilla y lentes, discutía energéticamente con alguien por teléfono abriendo la puerta a un vecino o la correspondencia. Pero lo que se encontró a una chica desconocida que trabajaría para cuidar a su hijo por las próximas horas. Sonrió amable al deducir mi presencia.

—No llegues tan tarde —y colgó la llamada con una sonrisa, para mi sorpresa, verdadera—. Tú debes ser Annabeth.

Estreché la mano hacia él.

—Un gusto, señor.

Con un ademán abriendo el paso por la entrada de su casa avancé sin decir mucho en realidad. No tenía una idea segura de cómo había dado con esa casa para ser niñera. Un contacto tras otro. El amigo del primo de la vecina que su sobrino tenía un conocido... y de repente, un fin de semana listo para cuidar niños.

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⏰ Última actualización: May 04, 2020 ⏰

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