Atrapada en la ducha.

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Piper estaba detrás de mí con su teléfono en la mano. Me negaba a acceder a su propuesta.

—Por lo menos inténtalo, Ann —dijo Hazel. 

—No voy a llamar a un hombre de mal genio sólo para conseguir la oferta con la que fue estafada Piper —dije molesta. 

—Necesito un voz que suene directa, algo fría y fuerte que le haga en cara que nadie me estafa, yo sé que tú eres la indicada... vamos, te daré un barra de Delicia Bells como recompensa —comentó ella. La verdad desde hace tiempo había gastado muchas barras para hacer chocolate caliente, me estaba quedando sin provisiones de las que no podía vivir sin ellas. Rodé los ojos tomando el celular que estaba marcando al número de aquel hombre.

Marcaba y marcaba pero no contestaba.

—Sabe que eres tú —le advertí devolviéndole el celular —necesitaremos el de alguien más.

—¿Qué necesitan de alguien más? —preguntó Jason. Nadie se había percatado de su presencia, Piper dió un pequeño salto del susto. Mi amiga me lanzaba mirabas para que yo fuera la que le respondiera, y lo hubiera hecho si yo fuera la principal que organizaba la fiesta sorpresa de Jason.

—Eeh... aam... necesitamos la tarea, ya sabes, las chicas de hoy no tienen mucho tiempo —mintió Piper con muy poca credibilidad. Jason nos pasó una mirada a todas pero al final cedió.

—Muy bien, sólo vengo a decirles que como consejal escolar, vienen grandes movimientos en la escuela... —dijo Jason, sentándose junto Piper.

Fruncí el ceño ante sus palabras. Jason siempre era objetivo y, sí se podría decir, directo. Pero esta vez parecía actuar entre moralejas y parábolas. Él sentía mi mirada penetrante en su alma, sí algo importante en la escuela iba a pasar, yo debía ser la primera en saberlo. Jason, incómodo por mis ojos tormenta, suspiró y estiró el póster sobre la mesa. Una expresión de asombro se expandió por toda mi cara, tapé mi boca de la impresión al ver las letras plasmadas en la opalina llena de color.

La Feria de Ciencias.

Este año fue diferente, se veía moderno el póster. Tenía que plantearse la idea de cual sería el proyecto y prototipo para poder ganar la feria, sobre todo cuando se trataba de problemas ambientales. Todo en el cartel me motivaba, en especial la parte donde decía que daba puntaje para la universidad. Admirando los gráficos, sonó el timbre del receso. Era momento de volver a clases. Jason volvió a enrrollar el póster, devolviéndome a la realidad. Tomé las galletas empaquetadas junto con unos cuadernos que estaban fuera de mi bolsa.

—Iré por una botella de agua —le dije a Piper —deja un lugar para mí.

Asintió mientras me iba a las cajas expendedoras que estaban junto al pasillo para ir a los salones. Metí un par de monedas por la ranura y presioné el código de la fila donde estaba una botella de agua. Se deslizaba lento por las varas de metal curvas hasta que se atascó. Mi garganta estaba seca, esperando unas gotas de agua.

—No puede ser, no me dejes así —le dije a la máquina. Lancé un par de golpes al plástico protector. La botella no se había ni movido de su lugar. Mis manotazos se fueron intensificando a cada vez que había menos gente alrededor.

Me iba a dar por vencida cuando veo a Jason venir hacia mí. Golpeó un par de veces la máquina desde uno de sus lados junto con una patada. Los mecanismos volvieron a cobrar vida y dejaron caer la botella de agua. Al tenerla en mis manos, la abrí y bebí de ella.

—Ahora sé quienes son los que descomponen la maquinaria —rió Jason, —espero que le tengas una buena razón a mi padre.

Le miré divertida. Casi nunca tenía el placer de hablar demasiado con Jason, estar en el equipo de básquetbol, ser consejal de su padre —el directivo principal que financiaba la educación de la escuela— no era un trabajo fácil. Tenía apenas tiempo para él, sin embargo su esfuerzo le deja un par de horas libres al día para Piper y los demás.

La decisión de AnnabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora