El huracán rojizo.

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10:37 PM

Percy habló con la boca llena del emparedado.
—Oh, vamos —rectificó divertido —Drew no puede ser tan desinteresada como tú dices.

Resultaba ser que había una banca de metal en la azotea de la escuela. El único lugar relajante donde no había voces de estudiantes estresados y amontonados en los pasillos. Claro que era un poco diferente a como lo imaginaba, pensaba que había un almacén de utensilios para actividades o algo parecido. Pero resulta ser algo más normal. Y aburrido.
Había cableado tirado y enredado en el piso, muchos de ellos subían por las paredes de la escuela y se agrupaban en el lugar donde nunca serían reclamados como 'rellenador de espacio libre'. También había varias ventilaciones, sacan toneladas de aire caliente de chicos estresados para intercambiarlos por aire puro. Algunos resultaban eran ruidosos, otros eran nuevos y sin óxido en las paredes de aluminio.
Y luego estaban los aires acondicionados. Los salones del segundo piso tenían la gloria de aire acondicionado. Eran las mejores horas de clase las que se pasaban allí. Los verdaderos motores salían por el techo, que daban justo en el piso la azotea como si fueran parásitos.

—Nunca aportó nada al equipo —dije dándole una mordida al emparedado, estaba delicioso. —Ahora que lo pienso, creo que pusieron a Drew en mi equipo con tal de que no reprobada la materia de química.

Miraba curiosa el piso, mis ojos rodaron hasta Percy con una sonrisa, rió junto a mí. Estar a su lado con el día a día resultaba ser relajante. Los buenos diez minutos que había pasado estaba bien para liberar horas de estrés producidas por Rachel.

—Así que, conoces este lugar... prohibido para estudiantes. ¿Cómo es que tienes acceso?

—Nadie viene aquí si no es para maldecir con patadas al aire acondicionado, —dijo sacándome una risa, eso sería exactamente lo que yo haría después de un día largo y no funcionara el aire acondicionado —la verdad es que aquí conocí a Bob, el conserje, por un extraño error.

—¿Lo conoces? Pensaba que yo era la única que le hablaba. —Alcé las cejas sorprendidas. Bob nunca tuvo ese contacto con el personal de limpieza, en especial con maestros y adolescentes. Tenía un extraño cliché: siempre hablaba en terceras personas para todo y todos. Incluyéndose.

Él asintió entre mordidas.

—Iba saliendo de práctica de natación cuando, de repente, lo veo sentado en la barda del techo. Pensé que se iba a suicidar o algo, corrí edificio arriba para detenerlo. Créeme que se asustó demasiado que casi cae por mi culpa. Cuando estuvo con los pies en el piso me explicó que sólo admiraba el atardecer, esperando a saludar a las estrellas.

Me sentí celosa. La mayoría de mis recesos los invertí en ser amigable con Bob para que se sintiera una parte importante de la escuela, apenas en las últimas semanas conseguí su confianza. Para Percy, le fue más rápido su amistad con él. Puede ser por su carisma o forma de ser, pero, para él, socializar con los demás le era más fácil. Mucho más que a mí.

Le mostré una sonrisa falsa, quería mostrar empatía. Percy la tomó como si fuera verdad.

—Bueno, al menos uno de los dos tiene suerte de hablar bien con él.

Otra mordida más a mi emparedado con un toque de silencio. Eso era justo lo que hago cuando Percy se me queda viendo sin más. Una media sonrisa contagiosa, ojos verde mar y cabello azabache quebradizo pueden hacer a Annabeth un blanco fácil en situaciones íntimas, oh, genial, ahora hablo como Bob.
Levanté la mirada para hacer conexión, seguíamos en silencio con todo un cielo repleto de estrellas como espectadoras.

Mis ojos volvieron al piso, era suficiente fantasía por hoy. Seguir mirándolo era mi autodestrucción. A la continuidad que mi mente me taladraba con la idea, Percy salía con Rachel y yo no podía hacer nada para detenerlo.

La decisión de AnnabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora