Preguntas de medianoche.

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Era evidente que ninguno de los dos quería hablar del tema.

En ningún instante me imaginé que la noche terminaría tal mal como en la realidad lo era. Papá me había plantado, Percy me había revelado una parte de su pasado que nunca creí posible y yo tenía un huracán de emociones dentro. Todo estaba jodido y no tenía la mínima intención de arreglarlo, estaba cansada.

Vaya noche de fiesta.

Cerré los ojos con fuerza, mantuve el aire dentro de mí antes de exhalar. El dolor de cabeza me invadía poco a poco.

Saber todo eso de él, lo que vivió habría sido una infancia difícil, problemas por todos lados, demasiados demonios queriendo cazarlo durante sus últimos años y seguía siendo él mismo, demasiado natural, a comparación de cierta chica que se descarriló completamente. Fue inteligente, sabía quién era y nunca perdió de vista el camino.

Suspiré abriendo los ojos, mirando a la nada.

¿Cómo fue su vida después? ¿Realmente cambió o sólo quiero creer esa idea? ¿Encontró a su padre en algún instante? ¿Por qué ocultar ese secreto tanto tiempo? ¿Y por qué ahora lo reveló a mí?

Sentí calor en mis mejillas, mi mente se sobrecalentaba.

—Si sigues pensando en ello te harás daño, lo sé por experiencia.

—Temas como esos no son fáciles de digerir. —Percy sonrió. Volvió a ser el mismo de siempre: un chico activo y ocultando un pasado oscuro.

Permanecí callada en el asiento del copiloto, viendo las casas pasar con rapidez tras el cristal del auto. No podía dejar de pensarlo. Mi mente era una máquina de preguntas sobre el padre de Percy, nunca lo mencionó pues no era un tema primordial durante los recesos de la escuela, pero era algo que se debía liberar.

Percy se detuvo a un lado de la banqueta frente a mi casa, todo estaba oscuro en la calle de no ser por la luz pública. Miré mi casa, tenía una lámpara prendida, era algo poco común que haría mi madrastra durante las noches.

Me giré a Percy aún sin poder mirarle a los ojos. Era una total exagerada en comparación con sus experiencias, con su testimonio de vida, él mismo. También me sentía mal por los dos, nunca había tenido el interés de saber por él y lo que pasaba en su vida. Una amiga nunca haría eso, dejarte de lado, pero yo la había hecho por mucho tiempo como si fuera menos importante.

Dioses, era más máquina que humana.

Las palabras me rasgaban la garganta, no tenía fuerza y quería derrumbarme a solas en mi cuarto.

—Gracias por... el viaje.

Percy encontró gracia en mis palabras y sacó una sonrisa demasiado disimulada, pero la borró con rapidez al notar mi miseria.

Pensamos que esto terminaría de otra forma completamente o al menos este era nuestra despedida por hoy, sin embargo, la noche estaba lejos de acabar.

Se despidió de mí lo más normal que pudo, conteniéndose desde el ataque que tuvo en la escuela, yo salí de ese auto, dejando de lado mis piernas entumidas y pies descalzos caminé por la banqueta hasta la puerta de mi casa abrazándome por el aire helado que me rodeaba. Me sentía ajena a Percy, su vida, su historia, todo. Debió de ser duro vivir así por todo ese tiempo...

Saqué las llaves de mi bolso con los dedos congelados para abrir de una buena vez la puerta, pero me detuve al escuchar su voz. La voz de mi padre.

Guardé silencio y distinguí varias voces conviniendo al mismo instante. No necesité verlo para conprobarlo, sabía lo que sucedía. Mi ser completo se partió en dos.

La decisión de AnnabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora