(1) Tiberias Calore VII

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Tiberias Calore VII

Un gran nombre que le sienta a la perfección. Me siento tonta y hasta a veces irrespetuosa llamándolo solamente "Cal", porque él merece mucho más que eso. Pero ante su insistencia hace muchos años que lo llamo así.

Con su mano caliente sobre la mía fría escondidas entre los pliegues de mi vestido y la proximidad de su cuerpo que en sí es un horno, no deja que el frío del viento invernal se cuele por mis huesos. Aunque esa parte del barco está vacía, sus padres, hermano y todos los demás durmiendo y los sirvientes ocupados en otras cosas, mi mano que aprieta contra su rodilla tiembla. Probablemente desde lejos no se puede ver porque su chaqueta nos cubre y la gasa de mi vestido se enreda entre nuestros dedos, pero siempre siento pánico. Pánico de que Tiberias Calore VI, el Rey, su padre nos descubra, que sienta que es deshonroso que el príncipe heredero tenga de amante a alguien de la casa Gamora, a un soldado sin decoro, a .

Pero a Cal no parece importarle si toda Norta lo sabe. Él podría pararse en el techo del yate y gritarlo mientras pasamos por la orilla de los pueblos, ponerlo en la gaceta semanal, hacer un acto público en donde apareciéramos los dos como la pareja que intentábamos ser.

Eso no es posible.

Cal lo sabe y yo también, por eso mismo es que aún escondemos las manos entre la ropa y procuramos vernos en la noche, cuando hay menos riesgo de ser descubiertos. Si bien todos están al tanto de la amistad que hace años venimos forjando y cuando es de día estamos juntos, no estoy segura de cuántos son los que sospechan lo que pasa en las noches.

Como la barcaza está poblada de gente de todas las casas, el único rincón seguro para nuestros encuentros es la popa del barco. Ni mi habitación ni la suya (que comparte con Maven) son aptas para poder mantener oculta esta parte de nuestras vidas.

Lo miro y siento todavía que esos ojos broncíneos pertenecen al niño de 10 años con el que jugaba a las escondidas. Ya con 17 recién cumplidos son más oscuros, han visto demasiadas cosas y tienen una percepción de la realidad más aguda. Asique no me sorprende cuando me sostiene la mirada y ya sabe lo que estoy pensando.

- Estás dudando ¿verdad?

Trago saliva.

Aunque ensayé la respuesta a esa pregunta mil veces frente al espejo, el nudo que siento en la garganta cuando lo miro me impide tomarlo con calma. Yo quisiera poder quedarme en esa mirada de bronce por toda la eternidad y continuar quemándome con su fuego hasta que no quedaran más que cenizas blanquecinas y pedazos marchitos de mi cuerpo. Pero no puedo.

- Sabes lo que todas las demás vienen a hacer ¿O vas a pretender que no sabes nada?

- Lo sé - me mira, intentando hacerme cambiar de parecer con el intenso palpitar de sus pupilas, el calor de su cuerpo que sabe me vuelve loca - Eso no cambia mi decisión.

- No es tuya para hacerla - intento quitar mi mano de su agarre pero no me deja - Todas sabemos que la única para la que tu padre tiene ojos es Evangeline.

Me gustaría poder pretender que esa idea no me hace daño, pero duele. Más profundo que cualquier dolor físico; es permanente y agonizo. Saber que Cal dentro de poco va a pasar a ser sólo un títere en manos de ella me enloquece ¡Cómo quisiera que esas manos calientes sólo conocieran los rincones de mi cuerpo! ¡Que esos labios no sepan nunca a qué saben otros labios más que los míos!

Quiero gritarle, tomarlo de los hombros y agitarlo hasta que el título de "príncipe heredero de Norta" se le desprenda y caiga entre nosotros. Poder hacer realidad un sueño que tengo desde la primera vez supe a qué sabía su boca.

Pero Cal no puede quedarse quieto, me toma entre sus brazos haciendo que su chaqueta caiga inútil a nuestros pies. Mi cara enterrada en su cuello y todo el calor que sólo él puede darme me envuelve para intentar derretir mis miedos.

- ¿Vas a abandonarme?

Esas palabras duelen. "No" quisiera decirle "Jamás voy a abandonarte Tiberias Calore VII. Voy a patear el trasero de Evangeline hasta la tumba para poder ser tu reina". Por más que ese es mi sueño, callo. No digo nada que pueda hacerme ver vulnerable, que pueda dejarle ver a Cal que yo también deseo lo mismo que él. Eso sería darle falsas esperanzas y lo último que quiero es que él sufra a causa mía.

- Lara - insiste. No quiero subir a ver el color que tienen sus ojos - ¿Así es como tiene que terminar?

- ¿Qué otro desenlace pensabas que iba a tener? - reprocho, me agito de su agarre para dejarme a la merced del viento frío. El barco se mece cortando delicadamente las correntadas, las estrellas brillan y titilan sobre nosotros - Es sólo buen sexo, Cal.

- No me mientas - recrimina él - No es sólo el sexo y lo sabes.

- No, no lo sé.

- Siempre quise que seas mi reina.

No vacila, lo que me hace retroceder un par de pasos más. No quiero tener que enfrentar la triste realidad de que nadie en la casa Gamora puede aspirar a tal título, mucho menos alguien como yo.

- ¿Qué sé yo acerca de ser reina? - pregunto - ¿Qué puede llegar a aportar al trono una persona como yo?

Como mi respuesta quiere ser "Yo también quiero ser tu reina" debo apelar a esto. Intento meterle en la cabeza a Cal que no soy ni me siento digna. Tal vez presentándole una buena excusa el también retroceda ante la idea.

Su risa me toma por sorpresa. Es baja, para que no se pueda escuchar en las habitaciones debajo de nosotros, pero con el tono áspero que ha tomado su voz en este tiempo logra desequilibrarme.

- ¿Hace cuántos años me conoces? - pregunta, algo que tampoco espero.

- No lo sé, Cal.

- Yo diría que nos conocemos hace diez años más o menos ¿No? - insiste con la pregunta, yo sólo puedo asentir - Ambos hemos crecido y aprendido muchas cosas que nos separan de los niños que éramos cuando nos conocimos. Pero hay cosas que se mantienen igual.

Intento comprender a dónde quiere llevar la conversación pero estoy tan absorta en el color que están tomando sus ojos que parpadeo sin cesar. De pronto son oscuros y su piel es bronceada, el cabello blanco le llega hacia la cintura y ya no es Cal quien me mira; es Evangeline.

Su boca se abre para hablar con dientes puros y blancos.

- Cosas que siguen iguales - sonríe - como que yo voy a ser la reina y tú... tú no serás nada.

Corona de Fuego - Una historia de Reina RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora