(11) Rane Arven

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Algo no salió bien anoche.

Mare está entrando al salón de entrenamiento junto con nosotros, en el horario que anteriormente estaba a la merced de Lady Blonos. Tal vez le dio a Cal una o dos descarguitas eléctricas, el solo pensamiento me da felicidad.

Obviamente nomás hace un par de pasos en la sala Evangeline ya está atormentándola. No sé qué le dice y no quiero averiguarlo porque deseo que sufra, que conozca que el universo plateado es una porquería. Pero tengo otra cosa dentro de mí que me tironea.

¿Quieres que sufra de verdad? ¿Quieres que Cal sufra porque ella sufre?

Me odio por pensar en el principito heredero más de lo que debería. Alguien tendría que maniatarme y no dejarme salir de mi habitación así dejo de hacer el ridículo intentando mantener mis apariencias de sólo amistad con Cal.

Alcanzo a escuchar un atisbo de lo que Evangeline le dice a Mare:

- ¿Finalmente has dominado el arte de sentarte con las piernas cruzadas?

La chica Haven y la chica Iral están detrás de ella, como siempre. Como si fueran, en efecto, el trasero de Evangeline.

Un pensamiento me cruza y no puedo evitar gritárselo a todo pulmón.

- ¡Deberías dominar el arte de cerrar las tuyas, Evangeline!

El salón completo ríe. Creo nunca antes nadie se habían reído de algo que yo hubiera dicho, es más, me hubieran ignorado. Pero es tal la tensión que sienten porque Mare esté revoloteando que creo no se han dado cuenta quién hizo el chiste para empezar.

Evangeline me mira, reconocería mi voz aunque estuviera sorda. Me lanza una de sus cuchillas y con la misma velocidad yo la derrito en pequeñas canicas que ruedan por el suelo. Le saco la lengua. Se voltea para cuchichear con su séquito que están encantadas de coincidir en todo con ella.

Alcanzo a ver el momento en que Mare se acerca a Maven. Esa dupla no me gusta nada.

Me concentro en golpear el saco que tengo en frente. Imagino que es la cara de Evangeline y le estoy rompiendo la nariz otra vez como hace dos veranos. Esa noción me pone feliz, hasta que esa cara se transforma en la de Mare y no sé qué reacción tener al respecto. Dejo de golpear. Mis manos están tensionadas, resistiendo los golpes que quiero darle pero no puedo. No puedo. No porque no quiera, de eso me sobran las ganas, pero porque eso alteraría a Cal ¿Quién sabe cómo reaccionaría el principito si le destrozo la cara a Mare? No lo quiero averiguar.

- Filas – escucho la voz de Arven detrás de mí.

Cal, el queridísimo Arven y un telqui de la casa Provos ingresan al salón. Todos se colocan en filitas como si fueran niños en jardín de infantes que se han portado mal.

- Vueltas – dice por lo bajo.

Todos los demás reaccionan, corriendo en círculos alrededor del salón.

Ni loca salgo a correr como un iniciado.

- ¿Correrás esta vez? – me susurra Arven mientras yo sigo golpeando el saco - ¿Aunque sea para darle la bienvenida a Lady Titanos?

- Lady mis pelotas.

- Las que no tienes – ríe Theo, el telqui.

Entonces volteo y lo golpeo en el estómago tan rápido que apenas tiene tiempo de reaccionar.

- No físicamente, pero a ti te harían falta un par ¿No?

Giro la mirada a los corredores que rodean el salón y veo a Mare y Cal a la cabeza. Contengo mi ira en los puños junto a mi cuerpo, el telqui ve mi reacción.

Corona de Fuego - Una historia de Reina RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora