(8) Laralea Mirena

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Para cuando me levanto tengo los ojos hinchados y no he dormido en toda la noche. Estoy cabreada, por si hace falta aclararlo. Me pongo la primer cosa que veo en el armario para poder dirigirme directo hacia la sala de entrenamiento y golpear a alguien hasta la muerte. Podrán decir: qué racional de tu parte, Lara. Sí, nunca he sido lo bastante centrada en la vida como para poder lidiar con mis problemas de otra forma.

Arven está dentro junto con un puñado de jóvenes que practican ligeramente sus habilidades y tal vez se tocan entre ellos demasiado suave para mi gusto. Cuando me ven entrar sueltan un respingo. Sé porqué, me he visto en un espejo en el camino hacia aquí y soy la personificación de la misma locura. Arven se acerca lentamente con ambas manos apuntando hacia mí. No puede silenciarme porque yo ya lo he silenciado a él cuando ingresé al salón. Al verse víctima de su propia habilidad siente que se sofoca y respira con dificultad, cuando está cerca de mí me susurra:

- Suéltame

- Oblígame – gruño.

Sabe que no puede hacerlo, que en cuanto se proponga intentar derribarme va a salirle mal. Retrocede dos pasos, me señala la habitación para que entre. En realidad; está señalando las personas disponibles para entrenar así no le pateo el trasero a él.

Le quito a Arven mi habilidad de silencio de encima para que pueda respirar tranquilo e ingreso a la sala. No espero que nadie se acerque a mí, todos saben las claras señales de mis días malos. A veces quisiera no ser tan transparente, pero no puedo. Voy directo hacia el saco de boxeo y descargo mis puños hasta que se me rompe la piel y comienzo a sangrar. El saco que antes era rojo -como la sangre de Mare- ahora tiene vetas plateadas a causa de la mía. La ironía quiere hacer que me parta al medio pero lo único que logra es hacerme reír. Suelto una pequeña carcajada por lo bajo, pretendiendo que solamente yo pueda oírla, pero como todos están pendientes de que no estalle se dan cuenta de mi arrebato. Escucho sus pensamientos como una ola que me golpea en la nuca pero no hacen más que darme gracia.

Pobre, está loca.

Qué desequilibrada.

¿Eso fue una risa? Nunca la he visto ni sonreír.

Ojalá no se voltee.

Qué forma de arruinar un hermoso día.

¿Por qué no se va a entrenar a otro lado?

Cuando no estuvo ayer todo fue más tranquilo.

¿Dónde está Evangeline?

Es ese último el que me golpea con más fuerza y tengo tantos deseos de verla para romperle la nariz de nuevo que me volteo. Dan otro respingo. Yo sonrío porque son tan cobardes que me quitan la mirada en tanto fingen prestarse atención entre ellos. Sé que aunque Evangeline estuviera aquí Arven no me dejaría retarla a pelear en la arena, pero en cambio de eso veo a Cal ingresar ociosamente en tanto se toquetea la camisa para acomodarla sobre su pecho. El silencio consume todo, obligándolo a levantar la vista. Está todavía dormido, los risos en su cabeza se acomodan de formas extrañas como si se hubiera caído de la cama y tiene los ojos pegados entre sí. Le toma un par de minutos enfocar su vista en mí, en mi cara desfigurada del enojo y mis ojos hinchados. No sonríe. Inclina la cabeza a modo de saludo mientras señala perezosamente la arena con una mano.

Creo que sabe que quiero molerlo a palos por haberse enamorado de otra.

.

Hemos estado luchando por hora y media.

El entrenamiento se dio por terminado hace treinta minutos, la sala está vacía por lo que el único que revolotea fuera de la contención de la jaula es Maven. No hay palabras para describir la pelea a puño limpio que estamos llevando a cabo con Cal. Él sonríe con su dentadura chueca manchada de sangre por lo que se ve como si tuviera dientes de metal, eso me provoca una sonrisa.

Corona de Fuego - Una historia de Reina RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora