(2) Evangeline Samos

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Me levanto sobresaltada.
La cama que ocupo en este momento es dura, tiene olor a naftalina porque las sábanas han estado almacenadas por meses y la almohada está tirada en el suelo, seguramente debí haberla arrojado allí durante la noche. El recuerdo de Cal transformándose en Evangeline me llena las venas de hielo y hace que el sudor que me cubre la espalda se sienta como heridas chorreantes de sangre. Él no se ha percatado de mi sobresalto todavía y duerme plácidamente estirado a mi lado. Sus ropas y las mías son un remolino de colores en el suelo, tengo que rebuscar un buen rato para encontrar el saco que él traía puesto el día anterior. Amo embutirme dentro de su ropa que por lo general huele a humo y pretender que tal vez podría usarla para siempre.
La chaqueta me llega hasta las rodillas y algunas de las puntas de oro de las insignias que la engalanan se me clavan sobre el pecho derecho. Con el reflejo de la luna que les saca destellos a la docena de emblemas en la chaqueta de Cal puedo llegar a la obvia conclusión de que él jamás irá contra su padre. El Cal que yo conozco nunca admitiría sus sentimientos por mí ni me diría que desea que sea su reina, aunque eso sintiera profundo en su corazón. Él tiene el deber de una corona muy pesada sobre su cabeza y sus hombros. Que su padre se casara por amor lo obliga a desposar solamente a la elegida en la prueba de la reina y debe ser una mujer que sea políticamente adecuada. Jamás podrá casarse conmigo.

Nunca voy a poder casarme con él.

.

La realización de la noche anterior hace que cada vez que me cruzo con los ojos broncíneos de Cal quiera largarme a llorar. No he cruzado más palabras con él que un "buenos días" y el ocasional comentario sarcástico durante el desayuno para sacar a Maven de sus casillas. La casa de verano de los Calore es tan grande que me obliga a tener que pensar con cuidado mis escondites que siempre fallan.

No soy amable con Evangeline cuando nos cruzamos en el entrenamiento de las mañanas. Ella probablemente no sepa el motivo y está intentando descifrarlo mientras le rompo la cara a puñetazos. "Zorra"; pienso. "Disfruta de Cal mientras puedas" la rabia de ese pensamiento me hace golpear con más fuerza. "Perra engreída". Un sinfín de calumnias, injurias y malas palabras me cruza la mente cada que uno de mis nudillos toca su cara.

El encargado de supervisar nuestro entrenamiento cae en la cuenta demasiado tarde de que toda la sangre plateada que salpica el acrílico rodeando la arena de pelea es de Evangeline. Sus manos son débiles pero dejo que me arrastre lejos de ella antes de que logre matarla. Los sanadores de la piel son rápidos y eficientes arreglando todo lo que le rompí con unos cuántos golpes, la furia dentro de ella se vuelve palpable una vez recupera la conciencia.

- ¡Voy a matarte! – grita - ¡Vuelve aquí! ¡Voy a matarte!

Nada me daría más gusto que enfrentarme realmente a Evangeline Samos y dejarla como un saco de huesos rotos y sangre plateada. Pero no es el momento. Si la noticia de esto cae en oídos de Cal probablemente tenga una reprimenda más tarde.

Rane Arven me toma del brazo tan fuerte que siento cómo cada una de mis habilidades se hace trizas para dejarme sólo como un humano con sangre de color extraño.

- No vas a enfrentar a Evangeline nunca más – declara – Ninguna de las dos puede retar a la otra de ahora en adelante ¿Está claro?

- Lo que quieras, Arven.

Tironea de mí, me agita. Sé que esa no es la respuesta que quiere.

- No voy a pedirle disculpas, si eso es lo que quieres – contesto en cambio.

- Ojalá el rey no tuviera tanto aprecio por tu familia, sino esa boca se mantendría cerrada. Muestra el debido respeto.

- ¿Por ti? – rio ante el pensamiento - ¿Por un silencio como tú? No me hagas reír, Arven.

Corona de Fuego - Una historia de Reina RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora