But maybe I need you.

Capítulo 22 - Decisiones.

Emma

El camino de vuelta a Storybrooke se hizo más largo de lo que esperaba. No podía apartar la vista de la espesa niebla que nos rodeaba, para poder bajar de un salto de la barca en cuanto viese el comienzo del lago.

Por el rabillo del ojo podía observar a Zelena y Robin, agarrados de la mano y susurrandose cosas que no alcanzaba a escuchar.

Estaba nerviosa. Nerviosa por llegar a la ciudad y nerviosa porque Zelena era la única persona a la que le había reconocido abiertamente que amaba a Regina. Era la única con quien había tenido el valor de confesarme. Y quizás eso haya sido un gran error, podría complicarme a la hora de tomar una decisión.

-Emma. - Sentí la mano de Zelena sobre mi hombro. - Gracias. Sin tu ayuda no habría sido posible. Gracias a ti todos hemos vuelto.

-Sí...hemos podido salvar a todos...Menos a mi padre.

-Él estará orgulloso de ti esté donde esté. Has hecho lo que has podido y ha sido más que suficiente, Emma. No podías hacer nada para salvarle a él, no estabas en la ciudad. - Dijo Robin.

-Por eso mismo, porque no estaba en la ciudad. No debí haberme ido. Nada de esto habría pasado si me hubiera quedado aquí...Si simplemente hubiera...- No terminé la frase.

Si simplemente hubiera hablado con Killian de mis sentimientos por Regina y la hubiera elegido a ella, sin necesidad de irnos a París, todo esto podría haberse evitado.

-¿Si simplemente hubieras qué?

-Nada...No soy la Salvadora que necesitáis. Eso es todo.

-Emma, míranos. - Se señaló a ella misma y a Robin.- Estamos juntos y es gracias a ti. Tenemos nuestro final feliz, y tu tendrás el tuyo. Y conseguirás que tu madre también lo tenga. Aún tiene a su familia. - Zelena me sonrió. - Y sé que también podrás conseguir que Regina sea feliz. Quizás te lance una manzana a la cabeza cuando se entere de que te has hecho pasar por muerta, pero lo entenderá.
-Eso espero...Que lo entienda. Que entienda todo.

-¿Todo? ¿A qué te refieres, Emma?

A las decisiones que tengo que tomar. Decisiones que después de esto iban a costar más que antes. Había visto a Regina sufrir por mi culpa, porque creía que había muerto, y me rompió el alma verla así y algo dentro de mí me dijo que eso no era lo que Regina necesitaba. Yo no soy lo que Regina necesita para ser feliz.

Fui incapaz de responder a la pregunta de Zelena, simplemente agaché la cabeza y ella volvió a centrarse en Robin. Unos minutos después la barca se detuvo. Habíamos llegado a la ciudad.

-Nosotros nos vamos a casa, Emma. ¿Tú que vas a hacer? ¿Quieres que te acompañemos?

-No. Iré a ver a Regina y luego comprobaré que todo esté bien en la ciudad.

-Si necesitas algo no dudes en llamarme. Y dile a mi hermana que me perdone por ayudarte.

-Se lo diré si no me mata nada más verme.

Robin y Zelena me dedicaron una última sonrisa antes de irse y a los pocos minutos les perdí de vista. Cerré los ojos y sentí el viento golpearme la cara. Hacía frío, mucho frío. Metí mis manos en los bolsillos de mi cazadora roja y empecé a caminar en dirección a la casa de Regina sin saber muy bien qué decirle y cómo explicarle lo que había pasado.

El trayecto me llevó más de lo habitual porque no podía evitar fijarme en cada rincón de la ciudad. Todo había sido arreglado, como si allí no hubiera pasado nada. No había puertas abiertas, no había farolas apagadas y no había ventanas rotas. Todo estaba como siempre