Prólogo

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PRÓLOGO: AVARICIA

WILLIAM

Los copos de nieve besaban mi castaño cabello, acariciando cada rizo con delicadeza, no queriendo separase de él. El frío viento se colaba debajo de mis capas de ropa, chocando con mi organismo haciéndome temblar debido a que me encontraba caliente, todo gracias al chocolate con toques de vainilla que había ordenado en una de las cafeterías de la ciudad hacía unos minutos.

Con pasos lentos caminé por las calles de la gran manzana tratando de no tropezarme con ninguna de las personas que salían de los edificios llenos de desesperación, empujando todo en su camino para llegar a tiempo al lugar al que se dirigían. Una mueca de disgusto se escapó de mis labios, pensando en si yo me veía de aquella manera cuando me encontraba tarde para la oficina: ojos abiertos, piernas inquietas, y manos llenas de papeles.

Javier —el portero —me saludó con una amable sonrisa entregándome el periódico al verme llegar, abriéndome la puerta del edificio tal y como siempre, gesto el cual respondí con la misma sonrisa de agradecimiento. Estiré el papel mientras caminaba hacia el elevador, limpiando los copos de nieve en mi cabello durante el trayecto.

Presioné el botón indicado y esperé lo necesario para que bajara el elevador. Por el rabillo del ojo aprecié a la vecina del apartamento ubicado al lado del mío, quien también tenía un vaso de cartón con una bebida caliente entre sus manos, su delgado cuerpo temblando gracias al frío que había invadido la ciudad como siempre cada vez que cambiábamos de estación a invierno.

A pesar de haber comprado mi apartamento en uno de los mejores edificios de la gran manzana hacía años, conocía muy poco a los vecinos, solamente teniendo una buena impresión con la muchacha de cabellos marrones que tenía a mi lado, y eso que no sabía ni cómo se llamaba. Su piel blanca había palidecido mucho más, sus carnosos labios adquiriendo una tonalidad rosada gracias a la bebida que tomaba. Llevaba solamente un toque de rímel en sus largas pestañas, su rostro siendo libre de maquillaje después de aquel detalle casi inexistente si no la mirabas de cerca.

Mi mirada bajó a su ropa, percatándome que al igual que yo, se encontraba abrigada de los pies a la cabeza. Una gorra de lana cubría sus ondas castañas, un abrigo de invierno protegiéndola del frío con ayuda de la camiseta manga larga de algodón que llevaba debajo. Sus pantalones eran de un color gris, combinando con el suave abrigo, también hechos del mismo material. Una bufanda crema se acomodaba alrededor de su fino cuello, resaltando su rostro. Llevaba pequeñas manchas de los copos de nieve sobre ella.

—Buenas tardes —me saludó de repente, sacándome de mis pensamientos. Sus labios se encontraban con un ligero color rosado —. Hace mucho frío —comentó mientras sujetaba la puerta con amabilidad para que entrase primero —, gracias.

—No se preocupe —respondí ofreciéndole una sonrisa de boca cerrada —. Sí, hace mucho frío —agregué refiriéndome a su antiguo comentario —. Nada mejor que una bebida caliente para este frío, ¿no cree?

—Sí, pero amo el invierno —admitió alzándose de hombros —. Lo prefiero mil veces más antes que el caluroso verano.

—En eso vamos a tener que no estar de acuerdo —dije, provocando que riera. Fruncí mi nariz con una sonrisa al ver como sus mejillas se sonrojaban, también percatándome que sus ojos eran de un color café claro —. William —me presenté ofreciéndole mi mano derecha.

—Melissa —tomó mi mano entre la suya dando un fuerte apretón como saludo —. Y sí sé quién es usted, señor William.

Tengo Ganas de Ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora