Capítulo Diecinueve

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CAPÍTULO DIECINUEVE: SIEMPRE

JAYDEN

Miraba como mi hermano cocinaba sin decir palabra alguna, mientras que la taza caliente llena de café se encontraba entre mis manos. Le ofrecí una sonrisa sin ganas, a lo que él me observaba con mucha pena en sus ojos verdes. Merecía aquella pena, de la misma manera en la cual merecía estar sola por no haberle confesado toda la verdad sabiendo que aquello era una de las cosas las cuales no perdonaba tan fácilmente.

Si solamente pudiese regresar el tiempo para arreglar absolutamente todo, lo hubiese hecho sin dudarlo. Pensar que era tan tonta por haber roto lo único bueno que me estaba sucediendo en su momento rompía mi corazón. Merecía absolutamente todo, para nada el perdón de ese hombre maravilloso de ojos azules.

—Aiden, no sabes la impotencia que me da verte así hermana —admitió negando con la cabeza —. No sabes lo mucho que lo siento, en serio.

—No tienes por qué disculparte, Abel —le aseguré negando con la cabeza —. Yo sola me busqué todo esto, ¿sabes por qué? Porque no fui sincera con él desde un comienzo sabiendo que lo que más le dolía era que no fuese sincera con él —admití, sintiendo cómo mis ojos se llenaban de lágrimas al recordarle en el juicio —. Le he perdido por ser una tonta.

—No te digas así, Jayden —me reprochó. Rodeó la isla que nos separaba para ponerse cara a cara conmigo. Tomó mi rostro entre sus manos —. Tú no eres ninguna tonta, has cometido un error como cualquier otro ser humano en este planeta tierra. Nadie es perfecto.

—Ten por seguro que aquello lo sé más que nadie —le aseguré mordiendo mi labio inferior, dejando mis lágrimas correr —. Pero él parecía ser lo más cercano a perfecto, Abel. No tienes idea de lo lindo y amoroso que puede llegar a ser cuando de verdad se enamora. Es hermoso poder ver cómo deja de ser un hombre empresario para volverse un hombre que ama a una mujer.

»—La forma en que su cabello se mueve contra las corrientes de aire. O la manera en la que frunce la nariz cuando sonríe cuando está alegre. Le gustan mucho los niños, siempre me comentaba lo mucho que deseaba poder formar una familia. Es medio raro porque al comer helado se come primero el cono para después hacerlo con la crema.

Empecé a sollozar sin poder evitarlo al estar recordándolo con mucha insistencia, a lo que mi hermano mayor no tardó mucho en rodearme con sus brazos tratando de calmarme. Me susurraba que todo iba a estar bien y que poco a poco todo volvería a la normalidad como si nada hubiese sucedido, y que todo quedaría como un mal recuerdo del pasado.

Pero, ¿qué tal si yo quería olvidar lo sucedido? ¿Qué tal si aquel mal recuerdo del pasado era una de las mejores cosas que me había podido suceder en toda mi vida? No, no quería olvidarme tan rápido de los mejores momentos vividos en toda mi existencia. William se había vuelto alguien demasiado importante para mí y no quería dejarlo ir así sin pelear por ello.

—Abel, ¿tú crees que si voy a pedirle disculpas a su casa me dé un par de segundos de su tiempo? —pregunté mirándole suplicante por una respuesta. De los labios de mi hermano mayor salió una mueca no tan a gusto con la idea —. Por favor Abel, es la última carta que tengo para jugar en esto.

—Jayden, la pregunta ante todo esto es bien simple y demasiado fácil —me dijo. Se cruzó de brazos soltando un largo suspiro cerrando los ojos —. ¿Tú lo quieres? Porque no es justo que te empeñes con él cuando después lo vas a dejar tirado como si de juguete se tratase. Creo que él te ha demostrado que no quiere volver a ser títere de nadie.

—Por supuesto que lo quiero, Abel —le afirmé sin siquiera pestañear para hacerle entender que estaba hablando con mi corazón el mano —. Lo quiero cómo nunca antes y me duele demasiado no tenerlo ahora conmigo. Lo extraño y me hace mucha falta sus abrazos y tenerlo a mi lado. Quiero que esté conmigo, Abel. No puedo dejar que todo esto que hemos vivido se vaya a la basura así de fácil.

—Jayden, entonces si lo amas, lucha por su amor —me dijo ofreciéndome una sonrisa —. Ve y búscalo para que le pidas disculpas por no haberle dicho la verdad sobre lo sucedido con tu expareja y prométemele que ya nunca más van a existir secretos entre ustedes dos.

—¿Crees que me vaya a escuchar? —cuestioné levantándome de la silla y terminando de darle un último sorbo a mi taza con café —. Porque William puede ser un hombre muy testarudo cuando se lo plantea.

—Sí, pero conozco a mi amigo. Y sé que también te quiere con la misma intensidad en la que tú lo haces, hermana —me aseguró guiñándome un ojo —. Solo tienes que ponerte en su lugar. Recuerda que tiene años luchando por una mujer la cual al final terminó quedándose con lo que él más temía, rompiéndole su corazón en mil pedazos haciéndole pensar en que jamás podría volver a encontrar el amor —agregó haciéndome reír —. Eso fue hasta que apareciste tú, hermana. Jayden, tú le has dado esperanzas para volver a entrar a este temido juego del amor y ha quedado flechado por ti. Es un gran hombre y es mucho más de lo que alguna vez pensé que podías conseguir.

—Muchas gracias, eh —le dije en forma de broma, a lo que una carcajada salió de su boca.

—Sabes a lo que me refiero —me dijo alzándose de hombros —. ¿Recuerdas lo que mamá solía decirnos antes de irnos a dormir cuando éramos pequeños? No dejes de luchar por lo que quieres hasta que lo tengas entre tus manos.

—Y eso es lo que veo a hacer ahora mismo, Abel. Te lo juro por cómo me llamo Jayden Dallas —dije sonriéndole, a lo que rió conmigo.

Tomé mi chaqueta después de agradecerle por el café y diciéndole que regresaría para almorzar con él. Y que si tenía mucha suerte, que lo haría acompañada por nadie más ni nadie menos que William. Mi hermano me deseó suerte entre gritos a lo que salí de su casa subiéndome a mi auto para empezar a manejar.

En mi cabeza pasaba todo lo que iba a decirle para que me perdonase por no haber sido del todo sincera. Solo me quedaba más que decirle toda la verdad: que me estaba muriendo con la sola idea de que no estaba más a mi lado y que me hacía mucha falta ahora que no lo tenía conmigo.

Al llegar al edificio subí corriendo las escaleras llegando a su apartamento. Toqué la puerta varias veces no obteniendo respuesta alguna de su parte, así que insistí una vez más pensando en que de seguro había salido a algún lado.

—¿Señorita? ¿Busca al señor de la casa? —Me volteé encontrándome con un señor de tercera edad barriendo el corredor.

—Sí, ¿usted sabe en dónde está por alguna casualidad?

—El señor de la casa ha regresado a San Mateo, señorita —respondió —. Se ha llevado todas sus cosas así que supongo que no va a regresar en un buen tiempo tal y como hace siempre.

Mi corazón dejó de latir inmediatamente cuando escuché lo que me dijo. No, él no podía haberse ido y dejarme aquí sin haberme dado alguna explicación del por qué lo estaba haciendo. Se había ido completamente sin darme rastro alguno de su paradero.

Lo había perdido y esta vez para siempre.

Tengo Ganas de Ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora