Capítulo Uno

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CAPÍTULO UNO: BAILES

WILLIAM

Reí encantado al ver a mi mejor amigo admirar a la bailarina de cabellos marrones que bailaba provocativamente en el escenario, moviendo sus caderas sensualmente. La castaña subió su mirada al balcón y con pasos lentos subió las escaleras, recibiendo dinero por el camino. Llegó al segundo piso y tomé de mi trago cuando se sentó sobre el regazo de Jeremiah, bailándole exclusivamente a él.

El show de la castaña terminó provocando que mi mejor amigo quedase con una sonrisa en sus labios, luciendo como un niño con un juguete nuevo. Y por juguete me refería a la notable erección que estaba presionando en contra de sus pantalones.

—Podemos venir aquí todos los fines de semana, y no me importaría —comentó sonriendo.

Habíamos estado viniendo al club Caraval desde que la imagen de aquella rubia bailarina no se salía de mi cabeza, haciéndome tomar duchas frías durante las madrugadas. Había hecho una reserva desde hacía dos semanas atrás, esperando a que ella tuviese un espacio en su agenda para poder atenderme.

Puede que estaba siendo mucho más que caprichoso con algo que era tan insignificante, pero no, quería tenerla. El solo hecho de pensar en ella bailando solamente para mis ojos provocaba que la sangre subiese a mis mejillas, mi cuerpo empezando a sentir diferentes emociones que escarapelaban cada centímetro.

Sonreí más que encantado cuando un hombre de seguridad se acercó lentamente a mí, susurrándome en el oído que me esperaban en una de las habitaciones privadas de la tercera planta. Jeremiah abrió ligeramente los ojos y alzó su copa de vino hacia mí entre risas, deseándome suerte entre susurros.

Por el camino remangué las mangas de mi camisa negra, dejándolas hasta mis hombros. Subí las escaleras hacia el gran pasillo lleno de puertas negras con números dorados. Sin cambiar palabra alguna, el hombre de seguridad me entregó la llave del número sesenta y nueva, a lo que le agradecí con un simple gesto de cabeza.

Con pasos lentos caminé hacia la habitación indicada, abriendo lentamente la puerta con la llave, apreciando la oscuridad del cuarto. Una luz plateada iluminó la gran cama roja ubicada en la habitación. Arqueé una de mis cejas mientras me acercaba a la cama, sentándome sobre ella, esperando a lo que podía pasar.

Las luces blancas empezaron a encenderse poco a poco, revelando a la bailarina de ojos azules cubierta por el mismo antifaz con diseños blancos, esta vez solo llevando un vestido de lencería semitransparente que revelaba el ajustado sujetador negro y bragas del mismo color.

—Has sido la persona más paciente de todas —comentó, acercándose poco a poco hacia mí. Sus pies parecían no tocar completamente el suelo —. ¿Sabes cuántos hombres piden un baile de mi parte? Demasiados. Pero muy pocos lo consiguen.

Su voz era una combinación entre un suspiro sensual y una melodía dulce, por un momento haciéndome recordar a la madre de los mellizos. Mis ojos bajaron por cada una de sus curvas al poder tenerla cerca, apreciando que también ambas poseían un cuerpo demasiado similar.

—El precio que tu jefe dio solamente por un baile es demasiado alto —admití —. Tuve que aumentar mucho más.

Ella me ofreció una pícara sonrisa ahora estando completamente delante de mí. Coloco sus manos sobre mis rodillas y se agachó lo suficiente para quedar rostro a rostro conmigo, dejándome una perfecta visión de su busto. La rubia de largas ondas ladeó su cabeza hacia la izquierda, su lengua relamiendo sus labios.

—Un hombre de negocios —dijo sin dudar. Mi rostro no mostraba expresión alguna, y pude apreciar como su ceño se fruncía ligeramente en frustración —. Me parece...

Tengo Ganas de Ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora