Capítulo Ocho

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CAPÍTULO OCHO: PROPUESTA

WILLIAM

Sonreí al apreciar su hermoso rostro llenarse de sorpresa al verme en el balcón, salvándola de irse con un hombre que al parecer conocía por la sonrisa que cruzó sus labios al verle delante de ella. Sería mentir si dijese que no sentí celos en lo absoluto al imaginarla en los brazos de aquel, por lo que no dudé en dar la oferta más alta de todas, esperando que nadie fuese lo suficientemente generoso para donar más.

En menos de tres segundos, oficialmente era mía. Los aplausos del público se hicieron presentes, pero solamente podía concentrarme en esos bellos ojos azules, los cuales me miraban expectantes. Me acerqué hacia el escenario y tomé su mano entre la mía, ayudándola a bajar. Besé el dorso de esta, apreciando el brillo de emoción en sus bellos irises.

Ladeé la cabeza cuando esta vez fue ella quien tomó mi mano, llevándonos por las escaleras hacia el balcón para guiarnos hacia las habitaciones privadas. Estaba más que seguro que no recibiría solo un simple baile sensual. No, yo quería entrar en lo más profundo de su ser, volver a hacerla mía y tenerla entre mis brazos.

Cerró la puerta detrás de ella una vez que nos encontrábamos dentro del cuarto, cruzando sus brazos sobre su pecho mientras me miraba con su respiración empezando a acelerarse poco a poco. El pulso se le disparó cuando me coloqué delante de ella, mis manos yendo directas a su rostro, deshaciéndome del antifaz que había aprendido a odiar.

Tan hermoso rostro no merecía ser oculto por ninguna razón, ni siquiera por el más deshonorable de los trabajos según la sociedad, no cuando detrás de aquel escondite, se encontraba el ángel más hermoso entre la fachada de demonio que utilizaba para protegerse de lo que los demás pensaban sobre ella.

Pero, ¿quién era yo para juzgar lo que hacía? ¿Por qué menospreciar a una persona que lucía demasiado inocente? Una persona la cual se escondía por miedo a su propia identidad, alejándose de los demás. Pensaba hacer que ese antifaz se quemase entre las llamas, volviéndose puras cenizas. De aquella manera nunca más tendría que usarlo.

—Ahí está ese hermoso rostro —susurré, ofreciéndole una sonrisa. Jayden sonrió más que encantada ante mis palabras —. Odio esta cosa —confesé, refiriéndome al antifaz.

—¿Por qué? —preguntó confundida.

—Porque cubre tu persona —respondí serio —. Porque esconde tu verdadera persona, de la cual no deberías avergonzarte —agregué, sabiendo que toqué un tema delicado al ver como bajaba la mirada. Coloqué mis dedos en su barbilla —. Cada vez que nos veamos, quiero que esto no esté contigo.

Antes de que pudiese decir algo más, tomé su rostro entre mis manos juntando mis labios con los suyos en un beso, tomándola completamente por sorpresa. Mis dientes se aferraron al inferior, tirando de él con una sonrisa al ver su rostro sonrojado de las diferentes emociones que recorrían todo su cuerpo. Y sabía cómo eso se sentía, debido a que mi corazón también compartía el mismo sentimiento.

Sus manos bajaron por mis hombros llenos de timidez, poco a poco hasta entrelazarlas con las mías, entreabriendo más su boca para dejar que mi lengua entrase a tocar la suya, ambas más que emocionadas por tocarse después de lo que pareció toda una eternidad. Miles de campanas sonaban por mi subconsciente, no pudiendo evitar reír al pensar en que ese era el efecto que sus besos tenían en mí.

Mis dedos querían deshacer del vestido transparente que llevaba puesto, no queriendo hacer nada más que volver a juntar mi cuerpo con el suyo. Pero me dediqué a apoyar mi frente sobre la suya, acariciando su rostro con mis dedos, susurrándole en una confesión que la había extrañado esas semanas. Por supuesto que reservaba para mí mismo el haber mandado a Jeremiah a rebuscar a miles de personas con su nombre hasta encontrar con ella. Sabía absolutamente cada detalle de su vida, lo cual ella nunca sabría.

Tengo Ganas de Ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora