Capítulo Cuatro

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CAPÍTULO CUATRO: SENSACIÓN

WILLIAM

Diez minutos, ese era el tiempo que ella me había pedido para encontrarse completamente lista para irse conmigo, a mi casa. Reí en mi interior lleno de malicia al pensar que debía de estar fingiendo no saber mi verdadera intención, no importándome mucho si en realidad no tenía idea, ya que le haría caer poco a poco en toda esa noche. 

Esbocé una disimulada sonrisa cuando regresé a mi asiento en la mesa, Jeremiah mirándome lleno de orgullo al saber lo que eso significaba, dando una palmada en mi hombro. Terminé de jugar una última partida cuando aprecié aquella larga melena rubia al lado de la entrada, su rostro aún cubierto por el antifaz negro con diseños, esperando por mí.

Tomé mis pertenencias y después de despedirme de los demás, asegurándome de que mi mejor amigo fuese a tomar un taxi y no irse manejando, bajé las escaleras hacia la entrada.

Era casi cómico la manera en que podía cambiar la apariencia un par de prendas. Una de mis cejas se arqueó al ver su forma de vestir, cualquiera que la observase dudaría que ella era una bailarina exótica que se desnudaba delante de miles de personajes del sexo masculino. 

Su esbelta figura era cubierta por unos pantalones holgados de mezclilla, una larga camiseta gris y una chaqueta negra que llegaba hasta su trasero, todas las prendas siendo diez veces más grandes de su talla regular. Aún así, seguía viéndose hermosa, su rostro siendo lo que más te llamaba la atención de su apariencia.

Llevaba un gran bolso negro entre sus manos, así que supuse que sus pertenencias se encontraban dentro del estuche, el cual me ofrecí a cargar como todo un caballero. Pero la bailarina de ojos azules me rechazó, diciéndome que era lo suficientemente capaz de cargar sus cosas por sí sola, provocando que una sonrisa se posase sobre mis labios.

Los guardaespaldas abrieron las puertas de la salida, dejándonos entrada a la calle, muchas personas todavía haciendo fila para poder entrar al local. Tomé a mi acompañante de la cintura firmemente al percatarme de la manera en que un grupo de hombres le miraba de pies a cabeza, devorándola con sus ojos. Gruñí por lo bajo, maldiciéndola por tener que ser tan deliciosa ante el ojo humano.

Caminamos unos cuantos pasos hasta llegar hacia donde había estacionado mi auto, abriéndole la puerta del copiloto sin decir palabra alguna, el silencio reinando nuestra atmósfera. La rubia de ojos azules me agradeció con la mirada una vez que cerré la puerta, rápidamente rodeando el vehículo para entrar a mi respectivo lugar.

—¿Tienes hambre? —pregunté, pensando en que probablemente no comía en aquel lugar.

—No —negó con la cabeza, pero sus dientes atraparon su labio inferior.

—Eres como toda una florecita —comenté, apreciando como su rostro se llenaba de confusión —. Hermosa, frágil, pero en casos, puede llegar a ser venenosa.

La sombra de una sonrisa se formó en sus labios y sonreí al pensar que le gustaban mis cumplidos, mi pecho inflándose poco a poco con orgullo. Empecé a manejar hacia mi edificio, preguntándome qué podría hacerle que fuese ligero para que comiese una vez que llegásemos a mi apartamento.

Sonreí de lado cuando admiré su boca formar una pequeña y perfecta «O» al ver la fachada del lujoso edificio en el que vivía, probablemente nunca había visto un lugar de esta magnitud. El portero nos sonrió antes de abrirnos la puerta, dándonos paso a la recepción. 

Ella avanzaba delante de mí con pasos lentos pero dudosos, sus hombros tensos y su postura rígida, lo cual provocó que relamiese mis labios. Algo andaba mal con ella, y estaba más que seguro que no era el estar conmigo a solas.

Tengo Ganas de Ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora