Capítulo Nueve

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CAPÍTULO NUEVE: CASTAÑA

WILLIAM

Probablemente era egoísta al no dejarle ir con aquel hombre del que tan fascinada lucía estar. Pero no me importaba, no cuando era encantador verla desde una esquina hablar con él, quien tenía su rostro ardiendo en celos mientras le decía ciertas cosas las cuales descubriría luego después de soltarle la lengua a la rubia de ojos azules.

Jeremiah se colocó a mi costado, una sonrisa pícara posada en sus labios. Giré mi rostro para mirarle bien, percatándome de la forma en que su cabello estaba posicionado, obviamente tratando de ocultar el hecho de que había sido tirado de. Los tres primeros botones de su camisa se encontraban fuera de sus ojales, normalmente siendo solo dos. Sus labios estaban ligeramente hinchados, el inferior teniendo una ligera herida que había dejado de sangrar hacía muy poco.

—Yo pago una tonelada, pero tú tu llevas el gran premio —murmuré, rodando los ojos. Rió encantado —. Cuéntame todos los detalles.

—Se llama Melissa —respondió obvio.

Melissa Gómez, quien hubiese dicho que la apuesta joven que era mi vecina en realidad trabajaba como bailarina exótica por las noches. Se le veía tan tranquila, demasiado dulce como para ser real. Jeremiah me aseguró que tenía absolutamente de todo menos delicada. Había decidido utilizar la palabra alocada para describir a la castaña debajo de las sábanas.

Enterarme que era mi vecina una de las bailarinas explicó el por qué Jayden se encontró incómoda y nerviosa cuando la llevé por primera vez a mi apartamento. Por supuesto que había estado ahí antes, debido a que su mejor amiga vivía con su adinerado enamorado en el departamento de al lado.

El recordar que ella estaba comprometida me hacía sentir más que lástima por el pobre al que ambos estaban viéndole la cara de idiota. Jeremiah insistió en que solamente se habían acostado tres veces —las había contado y ahora eran cuatro con aquella última —y que se habían visto afuera del local tan solo una vez después de haberle insistido durante horas. 

Melissa sonaba como una buena muchacha que había caído en las redes del mujeriego de mi mejor amigo. Ella estaba dispuesta a dejar a su pareja para irse con Jeremiah. Claro, el otro le había pintado el cielo y las estrellas en su cerebro con todas las dulces mentiras y amorosas caricias las cuales solamente fueron utilizadas con el único propósito de llevársela a la cama. No había tenido el tiempo de preguntarle al castaño si de verdad quería estar con ella después de que el rompimiento de su relación ocurriese.

—Por supuesto que sé que se llama Melissa, es mi vecina —repliqué, dándole un golpe en la cabeza —. Pero ya sabes mi opinión en el tema.

—Tiene novio y existen códigos entre hombres... —rodó los ojos —. Sí, pero por el momento ninguno de los dos se ha quejado.

—¿Me vas a decir que ella no te ha dicho nada sobre su el hombre con el que duerme todas las noches? —espeté arqueando ambas cejas.

—Me ha dicho que se siente mal, que lo quiere, pero no lo ama —se alzó de hombros —. Según ella está esperando el momento ideal para decirle que ya no tienen para más en su relación —agregó —. No me gusta ser plato de segunda mesa, pero estoy consiguiendo lo que quiero por el momento. 

—Y es por personas como tú que el mundo se está viniendo abajo —comenté en un murmuro, ocasionando sus carcajadas.

Mi mirada regresó hacia la hermosa rubia de ojos azules que se acercó a mí después de asegurarse que el doctor se había ido del local. Fui sorprendido cuando Melissa también caminó hacia nosotros colocándose al lado de mi mejor amigo, ofreciéndome una tímida sonrisa con sus mejillas hechas dos tomates brillantes.

Tengo Ganas de Ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora