Capítulo Veinte

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CAPÍTULO VEINTE: SUFRIMIENTO

WILLIAM

Empecé a maldecir en lo alto cuando el rubio me llamó contándome todo lo sucedido cuando aquella mujer fue a su casa a decirle un montón de tonterías las cuales ni siquiera mi amigo quería escuchar.

Pero aquello no era lo que me enojaba, no señor. Lo único que me estaba haciendo hervir en la sangre era de que se había atrevido a tocarle un solo cabello a mi princesa. Le había abofeteado y por las palabras de su padre, la pequeña ahora tenía dos líneas rojas en su mejilla derecha gracias a la magnitud del golpe.

Las ganas de ir a la policía a denunciarle por abuso infantil nacieron en mí, pero no podía hacer nada al respecto ya que Chase me había asegurado de que estaba por tomar cartas en el asunto. Le había dicho que estaría llegando a su casa lo más pronto posible después de terminar de hacer unos papeles aquí en mi empresa. Estaba esperando con muchas ansias poder ver a mi pequeña para consolarla en todo lo sucedido por esa mala mujer.

Mi móvil comenzó a sonar y fruncí el ceño al ver que era nadie más que Jeremiah la persona que me estaba llamando. Solté un suspiro decidiéndome entre contestar y no hacerlo. Negué con la cabeza y bufé para aceptar la llamada.

—William Campbell, diga.

—Hola William, lamento interrumpirte. Pero dame solamente cinco minutos para hablarte del tema, ¿vale? —me pidió, a lo que suspiré al saber de qué demonios se trataba el asunto —. Después si quieres puedes colgar y hacer como si esta llamada jamás hubiese sucedido.

—Jeremiah, no te preocupes —le pedí siendo incapaz de no sonreír —. Pero ve al grano, por favor. No es un tema del que me guste hablar.

William, los chicos y yo entendemos que tu relación con Jayden no haya terminado en los mejores términos, pero no quieren que te alejes de ellos por eso —me dijo, haciéndome reír —. Las chicas te extrañan y dicen que quieren que las llames, aunque sea para conversar un rato. Abel y yo estamos planeando en ir a San Mateo para verte, ¿no te parece algo bueno aquello?

Negué con la cabeza pensando en lo buenos que eran ellos conmigo, en especial Abel y Jeremiah. Ambos me habían mostrado su verdadera amistad y no pensaban que eso se fuera por la borda gracias a que había terminado mi relación con Jayden. Me sentía feliz conmigo mismo de poder decir que tenía a unos amigos como ellos.

—Los voy a esperar con los brazos abiertos —le dije, escuchándolo reír —. Tú solo dime que día vienen y yo los voy a recoger al aeropuerto. Voy a estar más que encantado de verlos otra vez después de estas semanas.

Y nosotros a ti —me aseguró Jeremiah, y por su tono, supe que estaba sonriendo —. Te llamo luego porque voy a empezar a manejar para encontrarme con Abel. Vamos a ir a un juego de hockey que tanto quiere ir a ver.

—Suerte entonces —dije soltando una carcajada.

Después de conversar por unos cuantos minutos más con él colgué la llamada dedicándome a mis papeles. La sonrisa que tenía en mis labios delataba la emoción que estaba sintiendo por volverlos a ver a mi lado. No quería nada más que pasar un buen tiempo con ellos, quienes en el poco tiempo que los conocía se habían vuelto como mis hermanos.

Estaba revisando mis papeles cuando mi móvil empezó a sonar otra vez, pero esta vez era una llamada de Diego, así que contesté rápidamente pensando en que se podía tratar de algo con respecto a mi princesa.

—Diego, ¿sucedió algo?

—William, necesito que vengas al hospital —me dijo, a lo que fruncido el ceño.

—¿El hospital? ¿Todo está bien? —pregunté preocupado —. Dime que nada le ha sucedido a Kai por favor.

—No, ella está bien —me aseguró, a lo que expulsé todo el aire contenido en mis pulmones —. Pero Jade no.

Abrí mis ojos de par en par al escuchar aquello. Mi corazón empezó a latir con fuerza y mi cuerpo a sudar al pensar en lo peor que le había podido pasar a mi castaña, quien se encontraba en etapa de gestación en aquellos momentos.

—¿Qué le ha sucedido a Jade, Diego? —pregunté nervioso mientras me levantaba de mi asiento con demasiada lentitud.

Ha sufrido un accidente, Will —respondió, a lo que sentí el mundo a mi alrededor darme vueltas —. Se ha caído por las escaleras en una tienda para bebés.

Negué con la cabeza aun sintiéndome mareado, no quería que nada malo le sucediese a mi castaña. Le dije que me encontraría ahí en el hospital en menos de lo pensado y colgué la llamada sin pensarlo mucho más. Tomé mi saco y mis llaves para luego salir de mi oficina.

No pensaba permitir que nada malo le sucediese a mi castaña. No iba a permitir que se la llevasen de mi lado una vez más.

•••

Abrí la puerta de la habitación con delicadeza sintiendo cómo si todo un peso se me fuese de encima al verla despierta y consiente, a lo que no pude evitar sonreír. Me acerqué lentamente a la cama y me incliné depositando un beso en su frente, haciéndole sonreír. Giré mi mirada a Chase para verificar si le había dicho la verdad, pero negó con la cabeza haciéndome asentir dándome a entender que todavía no lo había hecho.

—Nos has tenido preocupados a todos —le susurré a Jade mirándole con mis ojos llenos de lágrimas las cuales no tardaron en caer —. Por un momento pensé que... —dejé de hablar gracias al nudo de mi garganta.

Alzó una mano acariciando mi mejilla izquierda, a lo que yo la acarició con las mías. Le ofrecí una sonrisa a pesar de mis lágrimas. Regresó su mirada a mi amigo, quien solo sonreía sin decir palabra alguna.

Hizo una mueca y recordé que el doctor nos dijo que sentiría demasiado dolor en su vientre por el momento, y ella no tardó mucho en recordar por qué se encontraba aquí en el hospital. Su respiración comenzó a acelerarse otra vez, pero trató de tranquilizarse para así poder quitarse la mascarilla que le impedía hablar.

—Mi bebé... —Su voz sonaba agitada. Ambos nos miraron entre sí —. Mi bebé está bien, ¿verdad?

—William —Chase me miró seriamente —, ¿podrías dejarnos a solas por unos momentos?

—Por supuesto —le di un último beso en la frente a mi castaña para luego salir de la habitación.

Cerré la puerta quedándome a un lado dejando mis lágrimas caer al mismo tiempo que mis sollozos salían. Desde la habitación no tardaron en escucharse gritos y llantos por parte de mi castaña, dándome a entender que se había enterado de la verdad.

Jade ya no iba a ser mamá.

Tengo Ganas de Ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora