Capítulo Diez

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CAPÍTULO DIEZ: SORPRESA

JAYDEN

Decir que me encontraba hecha todo un mar de nervios no era lo suficiente para expresar los sentimientos que me recorrían todo el cuerpo después de intercambiar miradas con los ojos de Rodrigo, quien me observaba atentamente con su rostro lleno de confusión. Mis ganas de esconderme en lo más profundo no me salvarían de la confesión que amenazaba con salir de mis labios.

Los ojos azules de William me observaban expectantes, estando más que curioso por saber lo que saldría de mis labios. Quería abofetearlo, ya que estaba encubriendo una mentira que heriría a un hombre tan dulce como Rodrigo, quien no hacía nada más que amar a mi mejor amiga y cumplirle sus deseos siempre que estaban a su alcance. ¿Cuántos chicos pagarían por ti todo el tratamiento de cáncer de tu padre si no te amasen?

—Aiden, ¿qué haces aquí? —preguntó mi amigo, mi corazón llenándose de culpa cuando le escuché llamarme por mi apodo. William se hizo a un lado dejándole entrar al apartamento, a lo que Rodrigo rápidamente me rodeó con sus brazos y darme un beso en la mejilla —. ¿Ustedes se conocen?

—Sí —respondí, esbozando una triste sonrisa —. ¿Melissa todavía no ha llegado a casa? —pregunté, tratando de cambiar el tema.

—No, Meli parece estar teniendo un buen rato con sus padres —respondió feliz. Se me encogió el pecho al verlo responder tan seguro en lo que tenía que ver con su enamorada, no dudando de las cosas que ella le había dicho —. Pero espero que llegue después de que termine de hacer su postre, así la sorprendo.

—Espero lo mismo —le dije, las mentiras sabiéndome amargas en la garganta. Besé su mejilla llena de ternura —. Te veo luego, ¿vale?

—Vale —susurró.

Rodrigo besó mi frente y sacudió manos con William antes de irse, mis ojos clavados en la puerta segundos después de que se había retirado. No podía con el sentimiento de culpa que llenaba mi pecho, la ansiedad que me causaba el saber que él estaba siendo engañado. Mucho peor después de apreciar la forma en que hablaba de mi mejor amiga, quien no merecía en lo absoluto a un novio tan dulce como él.

William se acercó a mí con intenciones de besarme, pero me alejé de él mirándole más que molesta, sus cejas arqueándose de inmediato. ¿Cómo pretendía que actuase normal, como si nada hubiese sucedido, cuando acababa de mentirle en la cara a una persona cien por ciento enamorada de su pareja?

Antes de que dijese algo al respecto, giré sobre mis talones para irme directa hacia el cuarto de huéspedes, pero tomó mi muñeca obligándome a verle, para bruscamente estamparme contra la pared juntando sus labios con los míos en un furioso beso del cual terminó tirando de mi labio inferior con mucha más fuerza de la necesaria.

Su tibia lengua entró a jugar con la mía, robándome un jadeo. Sus manos se colaron debajo de mi camiseta subiendo por mi pecho hasta llegar a mi busto, haciéndome suspirar dentro de su boca. El castaño soltó una silenciosa carcajada antes de bajar sus besos a mi cuello y tomarme en brazos para llevarnos a su habitación, el simple pensamiento haciéndome desear mucho más que unos corrientes besos.

No tenía la más mínima idea del por qué había aceptado quedarme aquí con él por toda una semana, ni la razón detrás de mi emoción por compartir habitación y encontrarme entre sus brazos todas las noches después de me hiciese suya sin tregua alguna, dejándome más que satisfecha. Apoyé mi cabeza en su brazo, y fruncí el ceño al apreciar mi móvil prenderse gracias a un mensaje de texto.

Era por parte de la castaña de mi mejor amiga, quien había enviado el mensaje de texto al grupo que teníamos nosotras incluyendo a Caroline. Suspiré, preguntándome el por qué el ser humano no estaba conforme con lo que tenía, el por qué decidía engañar a las personas que darían sus vidas por ellos. El por qué decidían lastimar sin piedad alguna a ese ser que no hacía nada más que amarlos.

Tengo Ganas de Ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora