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¿Elena me odia?

La madre de Brieg me sonríe desde su sitio en la mesa y yo me río con nerviosismo. No sé cómo pero Brieg logró convencerme de cocinarle los días martes y viernes. Y aquí estoy, al lado de Brieg quien me está ayudando leyendo una receta y la madre de Brieg sentada en la mesa esperando.
—No está oliendo bien. — le digo a Brieg y él olfatea un momento, luego se encoge de hombros. —Mejor hubiéramos cocinado en mi casa.
—Aquí me gusta. Puedo tener a mis perros y como que a tu madre no le agrada la idea de cuatro perros en sus sillones.
—Pero no está saliendo bien, Brieg.
—Tienes que tomar responsabilidad de ti. — dice, imitando mi voz.
Achino mis ojos hacia él y lo señalo con la espátula. —Tú fuiste el de la idea de la comida. No yo.
Él se ríe de mi y yo continuó poniéndole sal al pollo. Yo pensé que era suficiente pero Brieg me dice que no y yo le voy a hacer caso a él ya que si lo arruinamos, diré que fue él.
—Lo estás haciendo mal. — me regaña la madre de Brieg cuando se acerca a olisquear.
La volteo a ver con algo de recelo, pues, después de que Serene se alejó por fin ella ha estado espiándonos de cerca. Demasiado cerca. Pareciera que se ha vuelto una pesadilla cuando en vez de la dulce Elena que conocí, ahora hay una madre mala a la que no le caigo bien y que está cuidando demasiado a su hijo.
—No es para ti. — le dice Brieg y ella le frunce los ojos. —Es la verdad. Ella hace la comida para mi. Yo soy su responsa...
Le golpeó con fuerza la panza a Brieg y él para de hablar. Elena lo mira con fastidio y le gruñe algo que no logro entender antes de irse.
—¡Pero íbamos a darle a probar mi maravillosa comida!
—¡Pero ella ha estado así tanto tiempo que sólo va a criticarlo! — me dice y yo suspiro, viéndolo fijamente. Él me sonríe después de un rato y es ahí cuando ambos nos damos cuenta del olor. Él frunce la nariz y yo me giro a ver el sartén, donde mis tres pechugas de pollo están con el aceite negro y pegándose.
—Que asco. — apago la hornilla y suspiro, agarrando mis mejillas con frustración. Brieg se pone en la misma posición y le da la vuelta a una pechuga con un tenedor, haciendo un puchero. —¿Qué? — le pregunto.
Él me mira y su puchero se hace más grande. —Realmente tengo hambre.
—Pidamos pizza. Yo te invito. Y tendré que comprar un nuevo sartén o tu madre va a matarme...
—¡Qué asco huele! Espero no hayas arruinado mi sartén. — alega Elena y Brieg hace una gran mueca de disgusto. —¿Blair?
Suspiro y me doy la vuelta para enfrentarla. ¡Sí, quemé su sartén! —Eh... Señora Orci...
Ella me frunce el ceño y yo me quedo callada. En mi cabeza sonaba mucho más valiente.
—Yo haré la comida.
Me hace moverme de mi lugar y Brieg y yo nos miramos aguantando la risa. Yo, avergonzada y él como exasperado. Nos vamos al patio y sus perros nos siguen, trayendo con ellos la pelota. Yo agarro al pequeño Gus y él comienza a revolverse en mis brazos, tratando de buscar mi cara para besarme.
—Perdón por eso, mi madre últimamente ha estado... extraña.
Bastante.
—No te preocupes. Ella no me molesta. — le digo con una sonrisa tranquilizante que se siente tiesa.
¡Mentira! Se ha vuelto una bruja. Creí que le caía bien...
—¿En serio? Gracias, Blair. — dice él con suavidad y yo me tocó la frente, esperando no cambiar mi sonrisa y decirle que su mamá nos está viendo furiosa desde las ventanas grandes de la casa.
Quiero preguntarle qué pasará con nosotros. Tenemos algún tipo extraño de relación, donde estamos juntos todos los días, pasamos lindos momentos y todo pero no tenemos título. A veces me dan ganas de besarlo y a veces simplemente quiero reír y pasar un buen rato. Y casi siempre, sólo hacemos la segunda opción.
—¿Te gustaría besarme? — suelto de repente y los ojos de él no muestran ninguna expresión. ¿Por qué tengo que hacerlo yo? Quiero saber si le gusto. Quiero saber si...
Sus ojos cambian de sin expresión a confundidos y luego a cariñosos. Mi pecho se estruja un poco y suelto el aire con lentitud. —¿Que si me gustaría besarte? — él se ríe. —Me gustaría, claro.
Siento mis mejillas calentarse y él acaricia una con un dedo largo, se acerca con rapidez y toma mi barbilla entre sus dedos. —Eres...
—¡Brieg! ¡Ya es tarde, deberías llevar a Blair a casa! Llamen un taxi.
Él abre sus ojos y mira mis labios con añoranza antes de voltearse hacia su madre. —¡Voy a besar a mi novia!
¿¡Novia!? Una enorme sonrisa se forma en mis labios y me río cuando veo a su madre entrar enojada a la casa. Brieg se da la vuelta hacia mi y murmura un "perdón por eso... ¿en qué estábamos? Ah, sí". Me sonríe tratando de hacer el ambiente más sexy y amoroso pero yo comienzo a carcajearme.
—¡No puedo creerlo! — siseo y él se ríe encogiéndose de hombros.
—¿Ya puedo besarte? — me pregunta cuando he acabado de sufrir de vergüenza y pensar en su madre.
Suspiro y no respondo, él toma eso como un sí o quizá no le importa si quiero o no y sus labios suaves se acercan a los míos, causando que comience a derretirme en sus fuertes brazos que me sostienen. Su beso es cálido, cuidadoso y lleno de cariño, cuidándome con sus manos. El aire no parece suficiente, así que me alejo ligeramente y él pega su frente a la mía, decido que su cuello es un buen lugar para morir de amor y me escondo ahí, él acariciando mi espalda y cabello con ternura, yo escucho su corazón latir con fuerza y mi sonrisa parece nunca querer borrarse, incluso cuando la voz de Elena suena bastante irritada y nos grita que me llamen un taxi. Brieg nunca contesta ni yo, hasta que poco a poco regresamos a la tierra y yo soy capaz de separarme de él, encontrándome con mejillas rosadas y ojos brillantes.
—¿Tu novia? — le pregunto y sus ojos brillan más fuerte.
—Eso eres ahora.

No Juegues en las Fauces de un Lobo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora