Epílogo

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El tratarla bien es natural, es inevitable y quiero hacerlo. Ella está acostada en el jardín en la oscura noche contemplando el cielo como si nunca lo hubiera hecho. Eso, exactamente eso es algo que me encanta de ella. Es como si ella tuviera otro punto de vista para todo, en vez de ser monótona y triste, ella encuentra el lado bueno de cada situación y lo disfruta, cada hora, cada minuto, contagiándome de vida y haciéndome querer más de ella cada vez. Su cabello se extiende en el césped y Gus, se acuesta ahí, mordisqueando su cabeza, por lo cual ella no parece darse cuenta. Sonrío y me acerco sigilosamente, pues quiero observarla más. Me acuesto a su lado y ella no me voltea a ver inmediatamente pero una linda sonrisa se ha extendido por sus labios rosados.
—¿Qué piensas? — cuestiono, pues quiero saberlo... quiero saber qué pasa por su mente cuando está sola.
—En... cosas. — dice y sus ojos claros se dirigen a mi, mostrando todas sus emociones.
Mis dedos se aceleran a su mejilla y comienzo a acariciarla. Gus salta hacia mi cabeza, haciendo que se ría de mí e intente protegerme del pequeño perro pero no lo logra. Sus dedos comienzan a juguetear con mi oreja y yo le agarro la muñeca y doy un beso ahí.
—¿Continuamos arreglando? — le pregunto, pues ella no mentía cuando dijo que se independizaría. Estamos en su departamento y ella está haciéndolo todo tan perfecto que me ha tenido aquí en su casa dos días enteros.
—Vamos. — me dice pero ninguno de los dos hace el esfuerzo de levantarse, por lo cual ella eleva una espesa ceja y su sonrisa se amplía.
En vez de levantarnos e irnos, yo simplemente la acerco hacia mi, tomándola de su pequeña cintura y la beso, sintiendo cómo su cuerpo se relaja cada vez más y más hasta que está sobre mi. Mi mano se entierra en su cabello y la acerco más, como si eso fuera posible, queriendo tenerla. Y cuando siento que me he quedado sin aire la alejo de mi y observo cómo ahora sus mejillas son rosadas, sus labios rojos y sus ojos brillan con fuerza. Me sonríe y yo siento que quiero... siento que la quiero. Siento que quiero tenerla conmigo. Siento que no quiero alejarme nunca. Siento tantas cosas que no podría describirlas pero uno de mis sentimientos más fuertes es el de abrazarla fuerte y para siempre, el sentimiento de...
—Te amo. — le digo y cuando mis labios se cierran siento como si un balde de agua fría me hubiera caído de golpe. Me tenso un segundo, dándome cuenta lo que acaba de pasar y luego reacciono.
Comienzo a peinar su cabello con mis dedos, satisfecho conmigo mismo, pues acabo de darme cuenta que realmente lo hago. Realmente la amo. La única persona a la que le había dicho eso fue Serene y lo que sentía no era ni una centésima parte de lo que ahora siento la vuelvo a besar, con cuidado y llevándome todo el tiempo. Ella no responde a mis besos entonces me alejo y le frunzo el ceño, pues realmente no sé qué ha pasado. —¿Qué pasa, cariño?
Su linda nariz se frunce y luego se ríe, como tímida o avergonzada. Le doy un beso en la barbilla y ella me abraza, haciendo que Gus comience a gruñir.
—¿Acabas de decirme...?
—Creo que sí. — le digo y ella se queda sin palabras, viéndome, sus mejillas volviéndose compradas y sus ojos de ternura.
—Yo... yo te...
La beso, callándola. Y créeme que no sé por qué no quiero escucharla decirlo. Pero yo sé lo qué pasa por su mente y lo que siente por mí, yo no necesito que me lo diga. Ella me corresponde el beso y siento cómo, después de tanto tiempo de preocupaciones, ahora al fin puedo tranquilizarme y vivir la vida, vivirla al lado de la chica que quiero, la más importante y la que es mía y tan perfecta, tal y como ella es.

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Ayyyyy!!!
Quién diría que iba a acabar tan rápido?
Tengo otro epílogo, uno... uno.
Besos, chicas, quizá no hemos acabado con esto! Quizá publiqué algunos extras...
¿preguntas? ¿Ideas? Me gustaría escucharlos! Besos!!!
P.K Martínez

No Juegues en las Fauces de un Lobo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora