Me niego a rendirme

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Nicole
Corrí lo más rápido que pude buscando a Isabel, fue cuando escuché un rugido muy fuerte. Me dirigí al rugido y encontré a varios vampiros y lobos tratando de contener a un lobo solitario bastante fuerte. Busque rápidamente a Isabel y ella estaba con otro grupo curando a lo que parecía ser su hermano.

- Isabel – dije aliviada al saber que estaba bien. Pero el lobo solitario noto mi presencia. Se quitó a todos los vampiros y lobos que tenía encima y se acercó a mí gruñendo y mirándome con esos ojos completamente negros. Sentí como mi cuerpo se paralizó, como el miedo me invadió completamente.

- ¡Una humana! – gritaba uno de los muchos que se encontraban ahí. Eso llamó la atención de Isabel, me miró muy preocupada y en menos de dos segundos ella me quito antes de que el solitario me hiciera algo. Me llevó lejos de él, pero el solitario no quiso apartar la atención de mí y corrió al lugar donde me había movido Isabel.

- Carajo, llamamos su atención – y entonces Isabel me cargo y corrió con su velocidad lo más rápido que podía, se escuchaba como a los lejos gritaban que el solitario se estaba escapando, pero no se escapaba, me estaba persiguiendo a mi.

Llego un momento en el que Isabel se tropezó y me dejo caer, muy fuerte, a ella no le dio tiempo levantarse, el solitario llego y le aplastó la espalda enterrando sus enormes garras.

- ¡ahhhhh! – gritaba Isabel de dolor.

- ¡Basta! – decía llamando su atención – es a mí a quien quieres, ven por mi – decía corriendo lejos de él pero es más rápido y me corto camino.

- Nicole...no...vete de aquí – decía Isabel con el aliento que le quedaba.

- No, está ves no me rendiré – decía muy convencida – no perderé a nadie más – No iba a dejar que mi debilidad hiciera que perdiera a otro ser querido, ya no quería que pasara.

El solitario se acercó poco a poco a mí, yo estaba asustada pero sabía que no podía hacer nada al respecto, mi transformación aún no sucede. Fue entonces que solo se escucho un enorme y largo estruendo, el sonido de un arma disparando justo atrás de la cabeza del lobo solitario. Era Isabel, quien se había levantado con lo último que le quedaba y rápidamente se encimo en el lobo, acercó el arma lo más que pudo a su cabeza y jaló el gatillo, el lobo solitario callo rendido y muerto, Isabel callo igual de rendida, pero la tome entre mis brazos.

- Isabel, ¿estás bien? – decía preocupada.

- ¿Desde cuándo te preocupas tonta? – decía con una sonrisa, era ella de nuevo – no vuelvas a hacer eso, ¡tonta! – y me dio un cabezazo aguantable.

- No iba a dejar que murieras – decía triste.

- Soy inmortal – decía sonriendo – además tengo un deber contigo, ¿no?

El cabezazo hizo que nuestras frentes quedarán juntas, podía ver sus ojos rojos, su nariz, mejillas raspadas y sus labios que estaba algo morados e hinchados por la batalla. Aún así, sentí una compañía agradable, sentí su calor aunque no tuviera porque está muerta, pero sentía como mi corazón se aceleraba, era extraño.

- Será mejor que me ayudes a ir a la cabaña para recuperarme – decía Isabel algo cansada.

- Oh, si claro – decía desanimada ya que ese momento se había acabado. Le ayude a levantarse y caminamos algo despacio hasta mi cabaña.

Al llegar todo estaban ahí, la mitad de la manada de Sofía y tres vampiros, el cuarto era el hermano de Isabel y por supuesto la quinta era Isabel. En total había 5 vampiros y 4 lobos y medio, porque yo aún no lo soy completamente.

Las reglas son para romperse Donde viven las historias. Descúbrelo ahora