Capítulo 5

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Iria se quedó pensativa:

-La verdad es que pienso que el amor es muy complicado, no elijes de quién enamorarte y eso puede traer muchos problemas.

-Tienes toda la razón, no solo trae problemas sino dolor. Saber que no eres correspondido... es una sensación que no te gustaría tener -continuó Ver con voz triste.

-¿A ti te ha pasado?

-Sí, pero por otros motivos.

La velada fue agradable. Aunque las miradas de Vera le ponían nerviosa, se sentía cómoda con ella. Tras pasar un rato a solas con ella, decidieron incorporarse a los demás:

-¿Qué tal, chicas? -preguntó Lillian un poco molesta por haberla dejado allí.

-Bien, espero volver a ver a Iria -respondió Vera sonriente.

-Oye, mañana podíais venir a nuestra casa y hacemos una barbacoa y jugamos al tennis -propuso Meredith.

-Me parece buena idea, ¿y a ti, Mike? -dijo Kaira.

-Por supuesto, ya era hora de que los Larsson estrenaran su ropa de tennis. Y os ganaremos, tenemos un As secreto.

-Sí, Vera es genial en tennis -dijo Lillian.

-Pues hecho, mañana os esperamos.


Estaba Iria impaciente por la llegada de los Larsson. No paraba de mover su corta falda blanca y de andar por toda la casa:

-Vaya, parece que alguien tiene una nueva amiga -dijo su madre riendo.

-Sí, es muy simpática, presiento que seremos muy unidas.

El timbre sonó y aparecieron ellos:

-Gracias por invitarnos -saludó Kaira.

-Tranquila, que esta sea vuestra segunda casa -contestó Theodor.

Salieron al gran jardín trasero, donde se encontraba la pista de tennis y la barbacoa.

Mientras los padres preparaban la comida, las madres hablaban y Vera y Lillian jugaban al tennis. 

Iria estaba en su habitación con la cámara de fotos. Salió al balcón de su habitación. Desde allí se veía la pista. Alzó el objetivo y empezó a hacer fotos de la pequeña fiesta. Las imágenes eran continuas y no se dejaba de escuchar el flash:

-¡Iria! ¡Cariño! ¡¿Dónde estás?! -le preguntó su madre sin saber donde estaba.

-¡Estoy haciendo fotos!

-¡Deja la cámara y baja con Vera y Lillian!

Resoplando, se colgó la cámara del cuello y bajó:

-Ven a jugar -le incitó Lillian llamándola con la raqueta.

-Pero seríamos impares. Yo haré fotos de vuestro partido.

-¿Soltarás un día la cámara? -preguntó su padre entre risas.

-El día que la suelte es que la Iria que soy habrá muerto, ya no existiré -respondió riendo.

Preparó la cámara y comenzó de nuevo.

Ese día pudo hacer más de treinta fotografías, entre la fiesta, el partido y el paisaje. De vez en cuando dejaba su preciada máquina y echaba un partido contra Vera, o hablaban, o daban un paseo entre los setos.

Tras esa tarde, las visitas de los Larsson eran más frecuentes, las escapadas con ellos y las fiestas en las que coincidían, y en ninguna de ellas faltaban las imágenes que Iria tomaba para inmortalizar el momento.


IriaWhere stories live. Discover now