El rojo amanecer se reflejaba en la claridad del mar.
Se levantaron con gran energía y comenzaron a visitar la isla. Llegaron a una especie de montaña desde donde se veía todo el paisaje, y a sus espaldas quedaba una gran estatua parecida a la Victoria de Samotracia.
Iria comenzó a tomarse fotos junto a Vera:
-Cuando terminemos de comer debemos de ir a la playa a bañarnos -dijo Vera tomándole de la mano para ir a otro lugar.
Iria se resistió y se quedó parada:
-¿Iria? -preguntó extrañada.
-Mira al frente -le ordenó ella.
Vera, sin comprender el porqué, se puso a su lado y miró al horizonte:
-¿Notas como el sol te quema la cara? Ahora date la vuelta.
Ella le hizo caso y miró a todos lados:
-Debes ver nuestras sombras, pero sobretodo la tuya.
Vera observó su sombra y se dio cuenta de que se unía con la de la estatua, haciendo parecer que ella misma tenía alas:
-Wow, que bonito -respondió.
-Todo lo que te hace daño te hace querer volar, ¿no? -dijo Iria con una sonrisa.
-¿Por eso me has traído aquí a esta hora? ¿Por eso tenías planeada la hora justa para subir a la montaña?
-Sí, ¿a que valió la pena?
-Mucha.
Seguidamente, bajaron al pueblo de nuevo y entraron en un precioso restaurante:
-Este lugar es hermoso, todas sus tiendas, todos los locales, todo el paisaje... todo -dijo Vera sujetando el tenedor.
-Lo sé, por eso te traje aquí.
-Esto te lo tengo que compensar, te compraré una cámara nueva o te llevaré a la cabaña de la sierra de mis padre o...
-No, no quiero -le interrumpió Iria- Yo esto lo hago porque quiero, no para que me lo compenses.
-Pero...
-No.
-Iria, no puedo quedarme así.
-Debes dejarlo así.
-No, quiero ir a miles de lugares contigo, quiero crear nuevos recuerdos, quiero...
-Y yo, pero no voy a dejar que sientas que me debes algo, porque me lo has dado todo.
-No te he dado todo lo que tengo.
-Me has dado tu amor y eso me basta.
-No te he dado todo el amor que mereces, te puedo dar más, mucho más.
-Pues dame todo el amor que tengas, pagame con eso, no con viajes ni regalos caros.
Al terminar la comida, se dirigieron a la casa a ponerse el bañador y se dirigieron a la playa. Comenzaron a correr por la arena, levantándola con cada pisada que hacían. Reían y caminaban, jugaban con las olas y se salpicaban agua.
De repente, Iria tomó en brazos a Vera. Ella se sorprendió, no sabía que tuviera tanta fuerza:
-¡Suélltame! -dijo sin querer que la tirara al agua.
-No, no.
-¡Iria!
Empezó a aproximarse al mar:
-¡Iria! ¡No me tires!
-¿Y qué pasará si lo hago? -preguntó riendo.
-Tú no lo hagas.
Pero las palabras no se retuvieron en Iria y la lanzó a las olas suaves:
-¡Iria!
Ella rió con gran fuerza, Vera salió del mar y la persiguió mientras Iria corría por toda la playa:
-¡Como te coja estás muerta! -exclamó Vera sonriendo.
Entonces, Iria se introdujo en el agua:
-Pues cógeme -le retó.
Vera hizo una carcajada y fue tras ella, pero Iria se adentraba más en las aguas para incitarla a acercarse:
-Iria...
-Vamos... ¿a caso tienes miedo?
-Iria...
-Vera, ven, ¿o no puedes?
-¡Iria! -exclamó con cara de terror.
No comprendía aquel gesto, hasta que escuchó un ruido fuerte. Se dio la vuelta y vio una gran ola detrás suya. No le dio tiempo a reaccionar.
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Iria
Teen FictionTodos somos simples cuerpos, un trozo de piel y sangre sin apariencia importante. Lo interesante no es la envoltura, sino todo lo que nuestro cuerpo contiene, esos sentimientos reprimidos que deseamos gritar sin más. Eso es lo que importa, lo mister...