Capítulo 18

3 1 0
                                    

El rojo amanecer se reflejaba en la claridad del mar.

Se levantaron con gran energía y comenzaron a visitar la isla. Llegaron a una especie de montaña desde donde se veía todo el paisaje, y a sus espaldas quedaba una gran estatua parecida a la Victoria de Samotracia.

Iria comenzó a tomarse fotos junto a Vera:

-Cuando terminemos de comer debemos de ir a la playa a bañarnos -dijo Vera tomándole de la mano para ir a otro lugar.

Iria se resistió y se quedó parada:

-¿Iria? -preguntó extrañada.

-Mira al frente -le ordenó ella.

Vera, sin comprender el porqué, se puso a su lado y miró al horizonte:

-¿Notas como el sol te quema la cara? Ahora date la vuelta.

Ella le hizo caso y miró a todos lados:

-Debes ver nuestras sombras, pero sobretodo la tuya.

Vera observó su sombra y se dio cuenta de que se unía con la de la estatua, haciendo parecer que ella misma tenía alas:

-Wow, que bonito -respondió.

-Todo lo que te hace daño te hace querer volar, ¿no? -dijo Iria con una sonrisa.

-¿Por eso me has traído aquí a esta hora? ¿Por eso tenías planeada la hora justa para subir a la montaña?

-Sí, ¿a que valió la pena?

-Mucha.

Seguidamente, bajaron al pueblo de nuevo y entraron en un precioso restaurante:

-Este lugar es hermoso, todas sus tiendas, todos los locales, todo el paisaje... todo -dijo Vera sujetando el tenedor.

-Lo sé, por eso te traje aquí.

-Esto te lo tengo que compensar, te compraré una cámara nueva o te llevaré  a la cabaña de la sierra de mis padre o...

-No, no quiero -le interrumpió Iria- Yo esto lo hago porque quiero, no para que me lo compenses.

-Pero...

-No.

-Iria, no puedo quedarme así.

-Debes dejarlo así.

-No, quiero ir a miles de lugares contigo, quiero crear nuevos recuerdos, quiero...

-Y yo, pero no voy a dejar que sientas que me debes algo, porque me lo has dado todo.

-No te he dado todo lo que tengo.

-Me has dado tu amor y eso me basta.

-No te he dado todo el amor que mereces, te puedo dar más, mucho más.

-Pues dame todo el amor que tengas, pagame con eso, no con viajes ni regalos caros.

Al terminar la comida, se dirigieron a la casa a ponerse el bañador y se dirigieron a la playa. Comenzaron a correr por la arena, levantándola con cada pisada que hacían. Reían y caminaban, jugaban con las olas y se salpicaban agua.

De repente, Iria tomó en brazos a Vera. Ella se sorprendió, no sabía que tuviera tanta fuerza:

-¡Suélltame! -dijo sin querer que la tirara al agua.

-No, no.

-¡Iria!

Empezó a aproximarse al mar:

-¡Iria! ¡No me tires!

-¿Y qué pasará si lo hago? -preguntó riendo.

-Tú no lo hagas.

Pero las palabras no se retuvieron en Iria y la lanzó a las olas suaves:

-¡Iria!

Ella rió con gran fuerza, Vera salió del mar y la persiguió mientras Iria corría por toda la playa:

-¡Como te coja estás muerta! -exclamó Vera sonriendo.

Entonces, Iria se introdujo en el agua:

-Pues cógeme -le retó.

Vera hizo una carcajada y fue tras ella, pero Iria se adentraba más en las aguas para incitarla a acercarse:

-Iria...

-Vamos... ¿a caso tienes miedo?

-Iria...

-Vera, ven, ¿o no puedes?

-¡Iria! -exclamó con cara de terror.

No comprendía aquel gesto, hasta que escuchó un ruido fuerte. Se dio la vuelta y vio una gran ola detrás suya. No le dio tiempo a reaccionar.

IriaWhere stories live. Discover now