Capítulo 11

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Hubo un largo periodo de tiempo en el que Iria no veía a Vera. Fue de repente, sin motivo, sin explicación. Era extraño. Cada vez que iba a su casa a buscarla nadie abría la puerta, pero siempre había alguien que corría un poco la cortina para mirar. Era la misma silueta cada día, que no dejaba ver su rostro y su cuerpo solo se veía como una tenebre sombra.

La llamaba al teléfono, sin embargo, nunca respondía, ni a los mensajes. Ni siquiera cuando hacían quedadas las dos familias aparecía.

Le preocupaba, le asustaba, no sabía que pasaba. Le preguntaba a los Larsson, pero solo decían que no pasaba nada.

Claramente ocurría algo, algo serio y que le causaba terror.

Iria estaba en su cama pensando en que le había ocurrido a Vera, enviándole mensajes, cuando su madre entró en la habitación:

-Cariño, vístete elegante, nos vamos.

-¿Dónde? -preguntó curiosa.

-A casa de los Larsson, van a celebrar una fiesta para conmemorar el pacto con la empresa del señor Ford.

-¿La empresa de Ford? ¿Cómo han logrado el pacto? -preguntó sorprendida.

-Ni idea, pero debemos de ir.

-No lo dudes -dijo Iria pensando que vería a Vera.

Rápidamente, se puso su corto vestido azul turquesa y, tras arreglarse un poco, se fue con sus padres.

Al llegar a la casa de los Larsson, vio una gran fiesta de lujo. Familias de grandes empresas estaban allí con sus copas. A un lado, estaban los anfitriones hablando con el señor Ford. Sin dudarlo, su familia se acercó a ellos. Tan forme se iban aproximando, Iria iba viendo a Vera de espaldas. Le encantaba disfrutar observando como sus delicadas curvas encajaban en el vestido negro, y como sus finas piernas quedaban al descubierto terminando en unos tacones.

Cuando se situaron frente a ellos, la cara de Iria mostró sorpresa y tristeza, ¿Qué veían sus ojos? ¿Era solo una pesadilla de la que podía despertar? ¿Era cierto lo que estaba ante ella?

Sus pensamientos se descoloraron, su piel se volvió fría, aunque su sangre ardía, y su vista se nubló por completo:

-Iria, ¿estás bien? -le preguntó su madre al verla pálida.

-Sí, solo... estoy un poco mareada -contestó cabizbaja mientras tragaba saliva e intentaba coger aire.

Sentía que todo le daba vueltas, que las voces próximas se convertían en simples molestos ecos en su cabeza. Acabó sujetándose al brazo de Lillian para no caerse:

-¿Seguro que estás bien? Espera y te traigo agua -le dijo Lillian sentándola en una silla.

Vera no mostraba ningún gesto de preocupación, solo una mirada fría y sin sentimiento.

Pronto regresó Lillian con un vaso cristalino de agua helada, Iria lo tomó y bebió un par de sorbos. Seguidamente lo depositó sobre la mesa.

Se quedó pensativa mirando a la nada. Ese recuerdo se quedaría grabado en su mente.

IriaWhere stories live. Discover now