Capítulo 9

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Vera respiró hondo y alzó la mirada para ver el rostro helado de Iria:

-¿Te acuerdas que te dije que yo sentía ese dolor, pero por otro motivo? Era por este, a mi no me gustan los hombres, por eso es que cuando me confieso a una mujer me rechazan, porque ellas no son como yo. Cuando vi las fotos algo se encendió en mi, la esperanza, pensé que... tú eras como yo, que al fin era correspondida, pero al verte entrar... las dudas me entraron, pensé que sería como las otras veces y me enfadé. Lo siento, tú solo eres fotógrafa, yo soy estúpida -explicó cabizbaja.

-Vera... creo que ahora lo entiendo todo.

Vera la miró sin entender:

-Yo nunca he tenido novio, no sé porqué nunca me interesaron los chicos, era extraño. Te conocí a ti y desde la primera foto que te hice... fuiste mi obsesión, mi droga, quería tenerte tan cerca siempre que te hacía fotos, y cada vez que las tomaba o las miraba sentía algo raro en mi y no sabía que era. Ahora sé el porqué nunca me fijé en los chicos y el porqué te convertiste en mi hobbie... porque me gustas.

Vera se quedó atónita, nunca había oído esas palabras. Jamás la habían correspondido y en ese momento sentía una felicidad inmensa, pero a pesar de esa felicidad tenía miedo y no le permitía soltar ni una palabra, aunque si no decía algo pronto vería como Iria se le escaparía:

-Iria...

-Vera, si quieres decirme si lo intentamos... creo que mi respuesta es transparente ante tus ojos.

Vera corrió a abrazarla y la tomó entre sus brazos con todas las fuerzas que tenía:

-¿Sabes lo mejor? Que las dos hemos sentido por primera vez lo contrario a ese dolor, ese sentimiento dulce como la miel y que te llena como el aire los pulmones -dijo Vera sin separarse de sus brazos.

De fondo escucharon unas voces:

-¡Vera! ¡Iria! ¡Ya está la cena!

Vera se apartó rápidamente de ella por pánico a que sus padres se enteraran, sin embargo, ella no quería separarse de los brazos de Iria. Durante ese abrazo se había sentido segura, como si no tuviera que ocultar más quién era, sentía el calor que tanto deseaba y el cariño que tanto añoraba:

-Iria, prométeme una cosa. Pase lo que pase, prométeme que siempre estaremos juntas, por favor. Es algo que necesito.

-Lo prometo, nada nos separará, ni la misma muerte.

Vera no se pudo contener más, miraba aquellos labios que parecían pétalos aterciopelados, sentía que le llamaban, que gritaban su nombre en cada suspiro. Sin pensárselo dos veces, le beso de la manera que siempre había soñado, de la manera en la que su boca ansiaba.

Durante la cena, Vera e Iria compartían miradas cómplices, miradas con miles de significados que solo ellas conocían. Ese era un amor que debía de estar escondido en el lado oscuro de las fotografías que se tomaban, era un amor muy bien guardado y disimulado, un amor que nadie conocía, pero así lo deseaban ellas dos.

IriaWhere stories live. Discover now